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A la memoria de un ‘nivelador’: Juan Fernando Jaramillo

La muerte prematura de Juan Fernando Jaramillo, fundador de Dejusticia, colega de la Universidad Nacional y de la Corte Constitucional, y amigo entrañable, deja un vacío difícil de llenar, porque se nos fue un académico notable, un juez justo y un gran profesor. Pero sobre todo nos abandonó una persona excepcional.

Por: Rodrigo Uprimny YepesAbril 23, 2012

A pesar de que su obra quedó trunca, Juan alcanzó a hacer contribuciones académicas muy valiosas. Por citar un solo ejemplo, sus estudios electorales son lo mejor que se ha escrito sobre el tema en Colombia. Pero a Juan se le quedaron muchas cosas muy valiosas en el tintero, como sus estudios sobre el constitucionalismo latinoamericano, que sus colegas intentaremos reconstruir y divulgar, no sólo como un homenaje a su memoria sino por el valor intrínseco de sus tesis y enfoques.

Como lo destacó Mauricio García, pocas personas como Juan sabían escuchar a los otros con tanta atención y valorar sus visiones en forma tan cuidadosa e imparcial. Esa actitud vital, junto con su inteligencia y su juicio para preparar las clases o para investigar los temas de las sentencias que tenía que redactar, hicieron de Juan, casi naturalmente, un gran juez y un enorme profesor (y no sólo por su estatura física).

Pero no son esos atributos profesionales notables los que quiero destacar. Quiero sobre todo recordar uno de sus rasgos esenciales: su espíritu igualitario.

La capacidad de Juan para escuchar con calidez a los otros y asombrarse genuinamente con sus planteamientos era en el fondo la expresión cotidiana de un elemento fundamental de su personalidad: su espíritu igualitario, que no era en él una idea teórica sino una actitud ante la vida. Juan realmente creía en la igualdad profunda de todos los seres humanos y por ello a todos nos trataba con el mismo respeto y cordialidad.

Pero su calidez no era por debilidad de carácter o por ingenuidad sino por su vocación igualitaria. Por ello, al mismo tiempo que era cordial con un estudiante, Juan podía ser digno y altivo frente a un decano atropellador o algún colega presuntuoso. Y es que una de las cosas que más aborrecía era la arrogancia de los poderosos. Alguna vez le oí decir a Gabriela, su maravillosa y solidaria esposa, que Juan se asombraba con todos y con todo, pero al mismo tiempo no se dejaba deslumbrar por nadie ni por nada.

Con esos rasgos de carácter, no tiene nada de extraño que Juan, que era uno de los mejores conocedores en América Latina de la historia constitucional inglesa, se hubiera apasionado siempre por el movimiento de los ‘niveladores’ o Levellers del siglo XVII.

Este movimiento fue el ala radical e igualitaria de la Guerra Civil Inglesa y reclamaba, ya en 1647, mucho antes de Rousseau y de los jacobinos, la soberanía popular y la igualdad jurídica y política de todos. Su manifiesto, que se llamaba significativamente el Pacto del pueblo (An Agreement of the People), planteaba la abolición de los privilegios de nacimiento, rango o riqueza, a fin de que las autoridades tuvieran que tratarnos a todos por igual.

Juan se maravillaba de que en una sociedad tan jerarquizada, como la Inglaterra del siglo XVII, hubiera nacido un movimiento que tuviera un espíritu tan igualitario o nivelador como los ‘niveladores’. Pero yo me conmovía de su asombro; siempre pensé que era mucho más deslumbrante que en la desigual Colombia del siglo XX hubiera nacido y vivido ese ‘nivelador’ contemporáneo que fue Juan Jaramillo. Tal vez nuestro mejor homenaje a su memoria sea recordar y preservar su espíritu igualitario y nivelador, tan necesario pero tan escaso en nuestra América Latina, tan inicua y excluyente.

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