Audiencias sobre los impactos del cambio climático en la Corte Internacional de Justicia, La Haya, Holanda. | Cortesía
Cuando el cambio climático llegó al más alto tribunal del mundo: un momento de esperanza para la justicia medioambiental
Por: Marcela Madrid, Sergio Chaparro Hernández | Abril 19, 2025
Arnold Loughman creció viendo a su abuelo plantar ñame en Tanna, Vanuatu, cavando un profundo hoyo en la tierra y, meses después, durante la temporada de cosecha, volver para comprobar orgulloso lo grande que había crecido. «Eso ya no ocurre», se lamenta hoy. La tierra se ha vuelto tan calurosa y las lluvias caen tan copiosamente que, al volver al hoyo, apenas hay cosecha que recoger. Esto no sólo ha alterado la dieta básica de los Ni-Vanuatu, sino también sus rituales tradicionales, como la ceremonia de circuncisión, que a menudo se cancela debido a la escasez de la cosecha sagrada.
Loughman compartió este recuerdo con nosotros desde la ciudad de La Haya. Es el fiscal general de Vanuatu y viajó a los Países Bajos en diciembre de 2024 como parte de la delegación de las islas del Pacífico que encabeza una petición para que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) falle a favor de la acción contra el cambio climático.
Las vistas orales de lo que se ha considerado el mayor caso climático del mundo tuvieron lugar del 2 al 13 de diciembre, pero tienen su origen en 2019. Por aquel entonces, un grupo de estudiantes de Derecho de 8 países insulares del Pacífico emprendieron un plan para solicitar una Opinión Consultiva al más alto tribunal del mundo en materia de cambio climático. Se dieron cuenta de que la principal herramienta existente para exigir responsabilidades a los Estados por sus daños climáticos, el Acuerdo de París de 2015, se estaba quedando corto en su propósito. El objetivo central del acuerdo es reducir sustancialmente las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero para permitir que el aumento de la temperatura media global en superficie a largo plazo se mantenga muy por debajo de 2 °C respecto a los niveles preindustriales a finales de siglo y proseguir los esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C. Sin embargo, a pesar de toda la retórica en torno a la acción climática en las COP, 2025 comenzó con la preocupante noticia de que el mundo experimentó en febrero de 2024 el primer periodo de 12 meses que superó los 1,5 °C de media.
«Cuando se firmó el Acuerdo de París, los jóvenes del mundo lo veían como un instrumento de esperanza. Hoy, todo el proceso de la COP ha sido secuestrado por los grandes emisores, convirtiéndolo en un puerto seguro para los contaminadores», dijo Cynthia Houniuhi, una de las estudiantes de las islas del Pacífico, en su discurso ante los jueces de la CIJ, que casualmente tuvo lugar un par de semanas después de que la COP 29 en Bakú concluyera con resultados decepcionantes.
Los estudiantes enviaron cartas a una lista de gobiernos del Pacífico, y Vanuatu fue el primero en sumarse. Convencerles no fue una tarea difícil, ya que las consecuencias del cambio climático han sido una preocupación creciente para sus dirigentes. El abogado Loughman pone un ejemplo de su país, donde la frecuencia e intensidad de los cliclones han aumentado debido al aumento de las temperaturas : «Vivimos en un estado de emergencia constante. El presupuesto que debería invertirse en desarrollo se desvía prácticamente a la ayuda para los ciclones».
Durante los cinco años siguientes, el caso creció como una bola de nieve: los 18 territorios insulares del Pacífico respaldaron la petición de una opinión consultiva de la CIJ, después la Asamblea General de las Naciones Unidas apoyó unánimemente la petición y 91 Estados enviaron escritos a la Corte. Por el camino, jóvenes líderes e iniciativas de todo el mundo se unieron a la campaña bajo la organización World’s Youth for Climate Justice (WYCJ).
¿Por qué es histórico?
Contrariamente a las sentencias, y salvo en contadas ocasiones, las opiniones consultivas del Tribunal no son vinculantes. Sin embargo, tienen un gran peso jurídico y autoridad moral. Proporcionan interpretaciones autorizadas del derecho internacional sobre diversas cuestiones, ayudando a aclarar cuestiones jurídicas complejas que podrían no haber sido abordadas plenamente con anterioridad. Los Estados pueden ajustar sus políticas o sus posturas jurídicas a estas opiniones para defender las normas internacionales o evitar las críticas internacionales. La CIJ ha emitido 28 Opiniones Consultivas desde su creación en 1945.
Además de ser uno de los mayores casos que ha celebrado la CIJ por el número de partes implicadas, ¿por qué ha creado tanta esperanza este proceso? La respuesta podría estar, en gran medida, en las preguntas a las que responderán los jueces en la opinión consultiva: en primer lugar, ¿cuáles son las obligaciones de los Estados para garantizar la protección de la Tierra frente a las emisiones de gases de efecto invernadero? Y, por otro lado, ¿cuáles son las consecuencias para los Estados que incumplan esas obligaciones? Son preguntas que tocan una cuestión existencial para la humanidad y el papel del Derecho para abordarla.
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Otra diferencia clave radica en la dinámica de poder. Mientras que las reuniones de la COP se desarrollan en términos de negociaciones entre Estados, donde algunos de ellos tienen claramente más poder, en esta sala los jueces escuchaban a todos los Estados en igualdad de condiciones. «Cuando se trata de negociar la financiación de la lucha contra el cambio climático, ¿qué posibilidades tiene un pequeño Estado insular? El derecho internacional ofrece una oportunidad a los Estados pequeños que, de otro modo, no tendrían esa influencia», recuerda el abogado Loughman.
Mientras que factores como la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París y los desafíos en la aplicación de las decisiones de la CIJ alimentan el escepticismo hacia el derecho internacional, las audiencias de la CIJ sobre el cambio climático se erigen como una prueba crucial. Podría redefinir la rendición de cuentas de los Estados, empujando contra la duda para demostrar que el derecho internacional puede hacer cumplir la cooperación mundial para el futuro de nuestro planeta.
Las audiencias
Los 10 días de audiencias en el Palacio de la Paz se abrieron con la intervención de Vanuatu. Abogados, funcionarios, científicos y jóvenes activistas de la isla recordaron al jurado la evidente desigualdad inherente al impacto del cambio climático. Se presentaron pruebas más que suficientes de cómo algunas de las economías más ricas no sólo son las que más contribuyen al problema, sino que siguen alimentándolo al promover, subvencionar y ampliar la producción de combustibles fósiles. «El coste de las subvenciones a los combustibles fósiles por parte de los Estados alcanzó los 7 billones de dólares en 2022, (lo que representa) 23 veces lo que los países en desarrollo intentaron conseguir para la financiación climática en la COP 29», señaló Jorge Viñuales, profesor de Derecho y Medio Ambiente de la Universidad de Cambridge, que formó parte de la delegación de Vanuatu.
Durante los días siguientes, el debate giró en torno a la discusión sobre si el Acuerdo de París es o no un mecanismo lo suficientemente vinculante y exhaustivo como para responsabilizar a los Estados de sus emisiones de carbono. La mayoría de las naciones altamente contaminantes, incluidos Estados Unidos, Alemania, Rusia, Reino Unido, Arabia Saudí y Australia, argumentaron en contra de la necesidad de mecanismos adicionales más allá del marco de la ONU. Las posturas de la mayoría de estos países no fueron una sorpresa, excepto quizá la de Alemania, que a pesar de haber apoyado todo el proceso de la OA, mostró una inesperada reacción al negar la necesidad de obligaciones estatales fuera de la AP, como compensaciones por los daños del cambio climático. Para Noemi Zenk-Agyei, una joven activista medio alemana medio ghanesa que forma parte de WY4CJ, «fue una auténtica bofetada. Como alguien que forma parte de la diáspora africana, te das cuenta de que a este gobierno no le importa realmente el sufrimiento de tu pueblo».
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En cambio, muchas naciones del Sur Global se basaron en los argumentos de las islas del Pacífico. Algunas de ellas se dirigieron al Tribunal por primera vez en su historia, apelando a los derechos a la autodeterminación, la supervivencia y un medio ambiente sano, como Tuvalu, la primera nación a punto de desaparecer y trasladarse al metaverso debido al cambio climático. Asimismo, la mayoría de las naciones de ingresos bajos y medios solicitaron medidas concretas para conseguir financiación para el clima y recibir reparaciones en formas como el alivio de la deuda, la restauración de los ecosistemas y, lo más importante, la no repetición. Esto no sólo significaría comprometerse a detener las emisiones o las subvenciones a los combustibles fósiles, sino que implica una transformación más profunda, como propuso el representante de las Islas Cook: «No es ningún secreto que nuestro sistema jurídico internacional, así como nuestros sistemas económicos, financieros y políticos interconectados, están profundamente implicados en la crisis climática a la que nos enfrentamos hoy en día. (…) Para garantizar realmente el cese y la no repetición, los Estados deben desmantelar estos sistemas e imaginar y construir otros nuevos».
La importancia de las historias
Nosotros somos los lugares. Esta idea surgió repetidamente en las intervenciones de los Estados más golpeados por el cambio climático, pero también fuera de la sala, donde también se produjeron encuentros históricos. Cientos de activistas climáticos de todo el Sur Global se reunieron en manifestaciones, vigilias, charlas y un museo para compartir las historias de cómo el cambio climático ha ido rompiendo el estrecho vínculo entre las personas y los territorios.
Flora Vano, líder ecologista de Ni-Vanuatu, compartió el recuerdo de cómo el ciclón Pam en 2015 arrasó todo lo que tocó en la isla. Lo hizo durante una vigilia con velas a pocos pasos del Palacio de la Paz, donde personas con experiencias similares se sentaron en círculo y encendieron una vela para simbolizar la esperanza de la lucha en curso contra el cambio climático.
El cambio climático llega y no te avisa. Llega y te quita. Se destruyeron los huertos, llegó el hambre. Algunas de las cosechas que los pueblos no podían comer, las comimos nosotros. El aeropuerto se cerró. Los muelles se rompieron. No llegan barcos. No hay comida. No hay comida. Así que todos los antepasados decían, ¿fue una maldición lo que ocurrió en nuestra tierra? ¿Hicimos algo malo para que Dios nos castigara?
Flora pasó la palabra a Kjeld Kroon, activista medioambiental de Bonaire, una isla caribeña que forma parte del reino de los Países Bajos. Kjeld lucha por reparaciones y políticas climáticas para su isla mientras vive en los Países Bajos, a los que llama «la boca del lobo». Compartió la paradoja de cómo, mientras los habitantes de Bonaire sufren los efectos de la subida del nivel del mar, sus colonizadores europeos siguen ganando reconocimiento mundial como expertos en gestión del agua.
Hay una playa en la parte occidental de nuestra isla a la que iba con mi madre, mi abuela y todo el mundo. Y mi madre también creció yendo a esa playa con sus antepasados y sus compañeros. Y es muy doloroso ver que prácticamente ha desaparecido debido a la subida del nivel del mar.
Días después de la vigilia, un pequeño teatro de La Haya se adaptó como Museo del Pueblo para la Justicia Climática, un espacio donde los supervivientes de desastres climáticos pudieron compartir sus testimonios a través de algunos de los objetos que simbolizan su lucha a vida o muerte. Uno de ellos fue Frank Melgar, un joven profesor y voluntario de Greenpeace de Filipinas, que guió a los visitantes y narró sus recuerdos del tifón Yolanda, en 2013:
Estaba con mi abuela cuando nos azotó el tifón. Nuestra casa es de madera vieja y resistente, pero aún tiembla cuando nos golpea el viento. Estábamos empapados y temblábamos de frío. Fue una batalla de cuatro horas. Y cuando llega la mañana, ves la intensidad. No hay techo en la casa, pero no sientes hambre en absoluto. Lo que sientes es vacío.
Para los estudiantes, activistas y supervivientes que encabezan la petición de una opinión consultiva de la CIJ, compartir entre ellos estos testimonios era tan importante como los discursos presentados ante los jueces. Como concluyó Vishal Prasad en su intervención el último día de audiencias, «luchamos por el derecho a seguir contando nuestras historias».
Intensificación de la lucha
A medida que avanzamos hacia la siguiente fase del proceso consultivo de la CIJ, y mientras esperamos sentencias similares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, queda claro que estos foros jurídicos son piezas vitales en el gran rompecabezas de la adaptación del derecho internacional al monumental desafío del cambio climático. En un mundo en el que los vientos políticos globales a menudo soplan en contra de una acción decisiva en la emergencia climática, estos foros judiciales siguen siendo campos de batalla esenciales. Son espacios clave donde personas de todo el mundo deben seguir uniéndose, garantizando que la lucha de la humanidad por un futuro habitable no decaiga, sino que se fortalezca con cada intento de los líderes políticos de eludir sus obligaciones.