A pesar de la victoria de Biden, el populismo autoritario sigue amenazando la democracia estadounidense
Dejusticia diciembre 4, 2020
El partido republicano no trata a los demócratas como rivales legítimos, lo que se acentuó después de la victoria de Biden. El 75% de republicanos en los Estados Unidos creen que Biden ganó por fraude. | Cristobal Herrera-Ulaskhevch, EFE
El partido republicano viola las normas democráticas más frecuentemente que el 85% de otros partidos políticos que están en el poder en gobiernos democráticos a través del mundo. Esta falta de compromiso muestra que el sistema estadounidense puede ser debilitado aún más si llega a la presidencia otro líder antidemocrático.
El partido republicano viola las normas democráticas más frecuentemente que el 85% de otros partidos políticos que están en el poder en gobiernos democráticos a través del mundo. Esta falta de compromiso muestra que el sistema estadounidense puede ser debilitado aún más si llega a la presidencia otro líder antidemocrático.
Desde los años 70, el número de gobiernos democráticos se ha duplicado, lo que evidencia el éxito de los esfuerzos por implementar este modelo de Estado alrededor del mundo. Sin embargo, la sobreviviencia de estos sistemas ha sido amenazada, pues un número preocupante de líderes que tienden hacia el autoritarismo han llegado al poder, mientras que algunos partidos políticos han empezado a violar las normas que pretenden proteger la democracia. El sistema estadounidense enfrentó estos retos durante la presidencia de Trump, y lo más probable es que tenga que hacerlo de nuevo a pesar de la victoria de Biden.
Los líderes considerados como populistas han aumentado rápidamente desde los años 90, impactando países con gobiernos democráticos relativamente nuevos tanto como los que han contado con este sistema por siglos como los Estados Unidos. Aunque no hay una sola visión de quién es un populista, estos líderes afirman que existe un conflicto entre el “pueblo” y “los otros”. Prometen ser sus representantes auténticos y por eso, los únicos que pueden restaurar la credibilidad del pueblo en la política.
No todos los populistas son antidemocráticos, aunque un estudio muestra que este tipo de líderes afectan de forma negativa las democracias con más frecuencia que otros. Después de llegar al poder de forma legítima, los populistas autoritarios suelen degradar estos sistemas a través de acciones que debilitan las instituciones, restringen los procesos electorales y reducen espacios de participación ciudadana. Los impactos de estos esfuerzos varían, pero algunos sistemas democráticos han sido casi totalmente destruidos, como en el caso de Turquía.
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Una rama de los populistas que suelen ser autoritarios son los “culturales”. Ellos toman ventaja de un sentimiento nacionalista para llegar al poder, enfatizando que los que no son parte de la cultura verdadera amenazan la sobrevivencia del Estado. Algunos ejemplos son Jair Bolsanaro de Brasil y Rodrigo Duterte de Filipinas, quienes prometen restaurar el orden público desmantelado por los denominados “criminales” de sus países, y Viktor Orban de Hungría que por ejemplo, pinta a los migrantes como los que amenazan el “pueblo nativo”. De esta rama del populismo surgió el liderazgo antidemocrático de Donald Trump, quien prometió representar los intereses del pueblo blanco estadounidense a costa de los derechos de las comunidades históricamente marginalizadas, como las personas afroamericanas y las personas migrantes.
La derrota de Trump por Joe Biden en las elecciones presidenciales de noviembre de 2020 parece ser una muestra de que Estados Unidos ha rechazado el populismo cultural y autoritario. Sin embargo, la influencia de esta corriente en sus políticas puede regresar más rápido de lo que se fue, pues las condiciones que favorecieron su auge en 2016 —entre ellas, el compromiso (o la complicidad) de la comunidad blanca estadounidense de mantener los sistemas que ocasionan la desigualdad económica y racial— están más vigentes que nunca. Por ejemplo, la pandemia ha exacerbado las inequidades económicas y raciales, pues las comunidades históricamente marginalizadas enfrentan barreras para acceder a la atención médica de calidad, así como a los empleos estables.
El hecho de que casi el 47% de los votantes en la elección presidencial de 2020 haya votado por Trump evidencia que su discurso y sus acciones todavía representan a gran parte del consciente colectivo, sobre todo del consciente blanco. Si las posiciones centristas de Biden no contrarrestan las condiciones de desigualdad y polarización por las cuales el populismo cultural surgió en primer lugar, un líder autoritario puede fácilmente llegar de nuevo al poder. Y si esto llega a pasar, la erosión de la democracia estadounidense que presenciamos durante la presidencia de Trump puede retomarse. Sin embargo, los esfuerzos de debilitar una democracia no siempre son exitosos, aunque en el caso de los Estados Unidos lo más probable es que suceda.
Como establecieron los analistas Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, una democracia puede sobrevivir ataques cuando los partidos políticos respetan las normas informales que la protegen. Dos normas son claves para proteger el sistema estadounidense: la primera es la abstención, o la idea que los políticos deben inhibirse de desplegar sus prerrogativas cuando sus acciones arriesgan la democracia y la segunda es la tolerancia mutua, o el entendimiento de que los partidos se aceptan como rivales legítimos. Desafortunadamente, como han destacado Levitsky y Ziblatt, el partido republicano comenzó a violar estas dos normas en la década de los años 80, un esfuerzo que se ha acelerado durante la época de Trump y que pone en riesgo la democracia estadounidense.
Con respecto a la norma de abstención, los republicanos demostraron que harán todo lo posible para alcanzar sus metas independientemente de los impactos en las instituciones. No solo han creado sus propias normas para lograr sus objetivos, sino que las han violado para su propio beneficio. Por ejemplo, después de establecer la “regla” en 2016 que el Senado no deberá confirmar un candidato para ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia durante un año de una elección presidencial, este mismo partido promovió la nominación de Amy Coney Barrett a esta misma Corte días antes de la culminación de la elección presidencial de 2020, poniendo en riesgo la imparcialidad de la rama judicial y la credibilidad de la rama legislativa.
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El partido republicano tampoco trata a los demócratas como rivales legítimos, lo que se acentuó después de la victoria de Biden cuando un gran número de republicanos no lo reconocieron como el próximo presidente. Por eso, el 75% de republicanos en los Estados Unidos creen que Biden ganó por fraude, lo que muestra una falta de confianza en el sistema electoral.
El partido republicano viola las normas democráticas más frecuentemente que el 85% de otros partidos políticos que están en el poder en gobiernos democráticos a través del mundo. Esta falta de compromiso muestra que el sistema estadounidense puede ser debilitado aún más si llega a la presidencia otro líder antidemocrático. A pesar de la victoria de Biden, Estados Unidos —así como muchos otros países— es vulnerable al populismo autoritario, y los líderes que lo utilizan podrían llevar su democracia a la muerte.