Agua dulce
Mauricio García Villegas febrero 3, 2024
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Para salir de esta encrucijada no basta con que vuelva a llover en unas semanas o con sembrar más árboles, aunque eso es necesario. La falta de agua es un problema de largo plazo, de tiempos extendidos, que son los que rigen la naturaleza.
Para salir de esta encrucijada no basta con que vuelva a llover en unas semanas o con sembrar más árboles, aunque eso es necesario. La falta de agua es un problema de largo plazo, de tiempos extendidos, que son los que rigen la naturaleza.
A veces olvidamos, o simplemente no sabemos, lo prodigiosas que son las montañas andinas que atraviesan la zona tórrida de América del Sur, desde el Ecuador hasta el Caribe. En ellas impera un trópico tibio (no el de playas blancas, palmeras, sol radiante y calor abrasador), con una temperatura que oscila entre lo fresco y lo cálido, bañado por sol y lluvias abundantes que ponen en marcha, sin la tregua de los inviernos, la fábrica de la vida, atravesado por infinidad de ríos de aguas cristalinas que bañan las montañas. Fue en este trópico-de-montaña, lo más parecido al paraíso, que Humboldt, a finales del siglo XVIII, concibió la idea pionera de Naturgemälde, que alude a la imagen de la naturaleza como unidad inescindible entre geografía, clima y flora.
No sé cuánta es la superficie del planeta que corresponde a este trópico-de-montaña, pero no debe ser más del 1 % del planeta. Y ahí, justo en ese paraíso, vivimos los colombianos.
Por haber estado siempre en este lugar privilegiado no somos conscientes de lo que tenemos y por eso nuestra relación con la naturaleza ha sido, y sigue siendo, como decía don Andrés Bello en el viejo Código Civil, de “uso y abuso”. El ejemplo más lamentable de esa visión es la manera como hemos malogrado los ríos, haciendo de ellos alcantarillas cubiertas bajo el cemento de las ciudades, basureros al aire libre o zanjas polvorientas por las que no corre agua.