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Mientras escasea el agua en el país, el Gobierno y la Procuraduría parecen empeñados en arriesgar las fuentes hídricas y cerrarles el paso a los ciudadanos que las defienden.

Mientras escasea el agua en el país, el Gobierno y la Procuraduría parecen empeñados en arriesgar las fuentes hídricas y cerrarles el paso a los ciudadanos que las defienden.

Un primer riesgo es bien conocido: la minería de oro a cielo abierto y gran escala, que precisa cantidades ingentes de agua para desentrañar de las rocas las chispas doradas. Por ejemplo, para extraer los 24 millones de onzas de oro que tendría la mina de La Colosa, en Cajamarca (Tolima), serían necesarios nueve millones de metros cúbicos de agua y cuatro millones de kilos de cianuro anuales, según Semana Sostenible. Agua que vendría del río Coello y otros que han nutrido la economía arrocera del Tolima y terminaría en un lago artificial de químicos y escombros en el municipio de Piedras u otro cercano a Ibagué.

Por eso los habitantes y las autoridades de la región han venido usando el mecanismo constitucional de las consultas populares para tener voz en las decisiones sobre el futuro del agua, la agricultura y el medio ambiente, como lo hicieron el año pasado en Piedras. Por eso también países como Costa Rica, que apuestan en serio por el desarrollo sostenible, han prohibido la minería de oro a cielo abierto.

Cabría esperar que el Gobierno Nacional (que se muestra alarmado por la sequía en otros departamentos) y la Procuraduría (que tiene el deber constitucional de proteger el medio ambiente) respaldaran a los protectores del agua en Tolima, Casanare, Santander, Antioquia y otros lugares. En realidad pasa lo opuesto. La Procuraduría sigue disuadiendo a las autoridades locales para que desatiendan los pedidos ciudadanos de consultas populares, como lo hizo la semana pasada en las sesiones del Concejo de Cajamarca. En contravía de un fallo reciente de la Corte Constitucional (C-123 de 2014) y de la posición de la misma Procuraduría en ese caso, advierte a los alcaldes y concejales que podría sancionarlos por hacer las consultas.

El Gobierno, que ha defendido la misma postura, se perfila hacia una promoción enconada de la minería y una oposición activa al movimiento por el agua. Así se entiende el nombramiento de un débil ministro de Ambiente y la prioridad encargada al vicepresidente Vargas Lleras y el nuevo ministro de Minas de acelerar la locomotora minera y la expedición de licencias de explotación.

Lo cual nos lleva al otro riesgo que se cierne sobre las fuentes de agua: los planes gubernamentales de otorgar licencias, sin estudios suficientes, para la explotación de gas mediante la técnica del fraccionamiento hidráulico (fracking). Como se sabe, el fracking requiere más agua que la minería tradicional, por consistir en grandes inyecciones del líquido a presión, a fin de liberar el gas atrapado en las rocas subterráneas. Lo que se sabe menos es que, precisamente por el impacto que puede tener sobre el agua, el fracking ha sido prohibido o suspendido en Alemania, Francia, Sudáfrica y en departamentos y municipios de Canadá, España y Estados Unidos (incluyendo el estado de Nueva York y 418 localidades). En varios de esos lugares los ciudadanos se han manifestado en consultas populares como las que erróneamente condena la Procuraduría.

En vista de la incertidumbre y lo mucho que está en juego, lo procedente sería declarar una moratoria del fracking, como lo propusieron Diana Rodríguez y Celeste Kauffman en nuestro blog de La Silla Vacía, así como el exministro Manuel Rodríguez en su columna en El Tiempo. Antes de que sea tarde.

Consulte la publicación original, aquí.

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