Aire, carros y ciudad: el reto urbanístico del siglo XXI
Dejusticia Agosto 23, 2021
Panorámica de Ciudad de México. Ninguno de los países de Latinoamérica cuenta con un marco normativo acorde con los estándares internacionales para controlar la contaminación atmosférica. | EFE
Si bien no todas las causas de la contaminación provienen de la misma ciudad, el crecimiento del parque automotriz, que acentúa la crisis, sí puede ser enfrentado desde las autoridades locales.
Si bien no todas las causas de la contaminación provienen de la misma ciudad, el crecimiento del parque automotriz, que acentúa la crisis, sí puede ser enfrentado desde las autoridades locales.
En el día a día de las ciudades de rápido crecimiento y sin una buena planificación, las capacidades de las instituciones municipales se ven limitadas para atender todos las crisis que atraviesan. La contaminación atmosférica es una de estas problemáticas ignoradas, particularmente porque no es tan fácil de ver con los ojos: necesitamos equipos y herramientas especializadas para monitorear la contaminación, con las que muchas veces no se cuenta. Sin embargo, no es un problema menor pues sus consecuencias son incluso mortales. La contaminación atmosférica es el quinto factor de riesgo de mortalidad en todo el mundo y responsable de más fallecimientos que muchos otros factores de riesgo, como el consumo de alcohol o la inactividad física.
El crecimiento urbano acelerado que tienen los municipios, la inseguridad, la caída relativa de los costes de transportes privados como la gasolina, la saturación del transporte público y sus altos tiempos de espera y algunos factores sociales y culturales hacen que la flota de vehículos privados impulsados por derivado de petróleos aumente en las ciudades. Los costos sociales no sólo se ven en la calidad del aire de las ciudades, y los impactos en salud de la exposición a las emisiones de escape, sino en la congestión vehicular, los siniestros de tránsito y estrés derivado del ruido equivalen casi al 15 por ciento del PIB en ciudades como Beijing. Eso sí, en este cálculo mide los costos de la contaminación por material particulado pero deja por fuera el impacto en el cambio climático por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Dentro de los desplazamientos que realizamos a diario en diferentes medios motorizados para trabajar, educarnos, socializar, recrearnos (entre otras cosas), el uso de vehículos automotores se ha convertido en uno de los más frecuentes. El cual ha incidido de manera positiva en las sociedades, pero a su vez ha supuesto una carga importante para la salud de las personas. Millones de personas ven afectada su salud día a día, por la nociva calidad del aire que se respira y que se refleja en que a nivel mundial una de cada ocho muertes, son atribuibles a los efectos de la contaminación atmosférica.
El aumento en el parque automotor privado puede empeorar la contaminación atmosférica, sobre todo porque gran parte del transporte se mueve a punta de combustibles derivados del petróleo y no cuentan con las tecnologías para controlar las emisiones de material particulado y gases contaminantes. En lo que va del 2021, 54.844 nuevas matrículas de vehículos automotores privados que usan derivados del petróleo fueron inscritas en el país. Sin duda Bogotá fue la ciudad donde más vehículos fueron inscritos pero en Sabaneta, Funza, Chia y Girón, la variación porcentual anual fue más del 40 por ciento. Además de la flota de taxi que usan en su mayoría gas vehícular. Aunque también ha aumentado el número de vehículos híbridos convencionales y enchufables, su participación en el parque automotriz sigue siendo muy baja, por no ser parte de los acuerdos normativos internacionales que propenden por este tipo de tecnología
Los avances tecnológicos pueden ayudar a la calidad del aire de las ciudades así disminuyen la emisión de GEI. Estos avances han logrado que se reduzca el uso de combustibles fósiles, ya sea por ser más energético-eficientes o usar otros sistemas de propulsión que no los requiera. Entonces, ya podemos ir imaginando ciudades en crecimiento donde el transporte no dependa únicamente de derivados del petróleo.
Sin embargo, ninguno de los países de Latinoamérica cuenta con un marco normativo acorde con los estándares internacionales en la materia y dichas tecnologías, que ya se encuentran en el mercado, no son lo suficientemente atractivas para los consumidores para lograr una adopción rápida. A la hora de comprar un nuevo vehículo automotor, muchos usuarios cuentan con información incompleta o incluso sobrecarga de información para tomar decisiones, así como encuentran poca información sobre los precios de los combustibles y la vida útil de los vehículos, lo que termina en un desbalance entre los costos individuales y los beneficios de toda la sociedad.
Además, cuando el gobierno subsidia los precios de los combustibles fósiles genera una reacción rebote: incentiva más viajes por parte de los usuarios de vehículos. Entonces, es necesario que la política pública al respecto sea más sólida e incluya tanto impuestos a la compra de vehículos según su factor de emisión, quitar subsidios a los precios al consumidor final de los combustibles fósiles y estándares y regulaciones exigentes sobre las emisiones vehiculares.
Eso sí, el ejemplo debe empezar por el sector público. La adopción de tecnologías más energéticamente eficientes en el sistema de transporte también debe ser implementada en el parque automotor público. Además, la planeación de las ciudades debe incentivar la movilidad en modalidades más limpias como caminar, la bicicleta y el transporte público, fomentando la inclusión de las necesidades de todos los usuarios de las vías de tránsito en la planificación urbana. Es por esto que es necesario diseñar el crecimiento de las ciudades y sistemas de transporte seguro y sostenible de tal manera que reduzcan la distancia de los viajes para suplir necesidades básicas de educación, trabajo, salud y entretenimiento y a su vez integren a todos los usuarios de las vías. Muy poco ayuda que para acceder a estos servicios, los individuos deban desplazarse distancias tan largas que caminar o ir en bicicleta no es una opción adecuada o no cuentan con la infraestructura adecuada
Tampoco se puede dejar de lado la flota automotriz que circula actualmente, pues el 50% de este tiene 10 años o más de antigüedad y los vehículos de transporte público de pasajeros el 9% cuenta con más de 50 años de antigüedad. Para los hogares dueños de vehículos antiguos y más contaminantes, son un medio de transporte necesario para la generación de ingresos. Sin embargo, imponer cargas impositivas sobre los costos sociales que el tránsito de estos vehículos traen pueden ser tributos regresivos que recaigan en población pobre o vulnerable de las ciudades. Entonces, es importante que la política pública también tenga un enfoque de transición en el transporte público para que estos hogares puedan acceder a vehículos con tecnologías más limpias sobre el uso de combustibles y cumplan los estándares vehiculares sobre calidad del aire y emisiones de GEI.
Asimismo, la participación ciudadana es crucial en este proceso. Hoy en día es posible reportar vehículos que contaminen la ciudad. Sin embargo, dado que la contaminación atmosférica no es un problema que se pueda ver a simple vista, los ciudadanos en la mayoría de los casos desconocen completamente la calidad del aire que respiran. Acceder a sensores de bajo costo representan al menos dos quintas partes de un salario mínimo, lo cual no es asequible sobre todo a hogares pobres quienes se encuentran más expuestos a la mala calidad del aire.
Las ciudades latinoamericanas se encuentran en una transición demográfica no despreciable sobre todo por los procesos migratorios internos e internacionales. Esta transición trae sus retos sociales, políticos, económicos, administrativos y ambientales. Uno de ellos es la contaminación atmosférica que impone un triple riesgo a la población pobre o vulnerable de las ciudades. Si bien no todas las causas de la contaminación nos provienen de la misma ciudad, el crecimiento del parque automotriz, que acentúa la crisis, sí puede ser enfrentado desde las autoridades locales, a través de la planeación y diseño urbano, en complementariedad con políticas nacionales como impuestos y regulaciones sobre los estándares de emisión vehícular y sistemas de propulsión. Es hora que las 11 ciudades intermedias que concentran el 60% de los vehículos del país y el 50% de la población, empiecen a preocuparse por este problema socioambiental que no sólo afecta a Bogotá y Medellín. Una problemática que si crece sin control tendrá tanto repercusiones locales en la calidad del aire, como globales por la emisión de GEI.