Al ELN: la infamia del secuestro
Rodrigo Uprimny Yepes Noviembre 19, 2023
No es sólo el Gobierno sino la inmensa mayoría de los colombianos, y especialmente quienes apoyamos la paz negociada, quienes exigimos al ELN que ponga fin a esta atrocidad y libere a todos los secuestrados. | EFE
Un conmovedor pódcast de La No Ficción, que recibió esta semana una mención de honor en los Premios Simón Bolívar, muestra que los impactos del secuestro sobre los cautivos y sus familias son devastadores y persisten incluso durante décadas.
Un conmovedor pódcast de La No Ficción, que recibió esta semana una mención de honor en los Premios Simón Bolívar, muestra que los impactos del secuestro sobre los cautivos y sus familias son devastadores y persisten incluso durante décadas.
Un conmovedor pódcast de La No Ficción, que recibió esta semana una mención de honor en los Premios Simón Bolívar, muestra que los impactos del secuestro sobre los cautivos y sus familias son devastadores y persisten incluso durante décadas.
“El rastro de amor en la montaña” narra que en abril del 2000, Gerardo Angulo y Carmenza Castañeda, ambos de casi 70 años de edad y con medio siglo de casados, fueron secuestrados por las FARC, que los hicieron caminar a campo traviesa durante semanas por parajes inhóspitos, a pesar de su frágil salud. Un día, a los pocos meses del plagio, el ejército se acercó mucho al grupo y los guerrilleros decidieron matar a los Angulo Castañeda porque consideraron que su paso lento no les permitiría escapar del asedio militar. Ni siquiera tuvieron la posibilidad de recibir un piadoso tiro de gracia, porque un disparo podía delatar su escondite. Los cuerpos de estos ancianos, que se mantuvieron unidos y amorosos incluso en ese terrible cautiverio, fueron entonces enterrados por los guerrilleros, o mejor escondidos, sin ningún ritual, en esas montañas.
Las FARC exigieron en varias ocasiones sumas exorbitantes a la familia Angulo Castañeda por la liberación de sus padres, convertidos en mercancía por sus captores. Tampoco hubo una posibilidad real de un rescate y, de un momento a otro, probablemente después del asesinato de la pareja, las FARC cortaron las comunicaciones. A pesar de todo, durante años, los hijos y nietos enviaron mensajes de aliento y cariño a sus padres y abuelos en esos programas radiales —como Las voces del secuestro— que son muestra de la rutinización a la que la guerrilla ha llevado la vileza del secuestro en Colombia. Pero eso no fue todo: los cinco hijos buscaron a sus padres recorriendo selvas y páramos, y hablando con funcionarios, guerrilleros y desmovilizados. Cuando tuvieron certeza de la muerte de sus padres, de la que se enteraron por boca de un desmovilizado, rastrearon sus cuerpos durante años, durante décadas. Primero la carga la asumió Héctor, el hermano mayor, y luego, frente a su agotamiento físico y emocional de años de búsqueda infructuosa, el relevo lo tomó el menor: Helmuth. Gracias al Acuerdo de Paz con las FARC, algunos desmovilizados de esa guerrilla, que conocen bien el terreno, asumieron el compromiso humanitario de contribuir a encontrar los restos de personas desaparecidas en nuestra cruel guerra. Con esa información y el apoyo de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, tras casi 22 años de búsqueda, en la cima de una montaña espesa, Helmuth logró rescatar milagrosamente los restos de su madre, pero no los de su padre, que no aparecen.
La familia pudo despedir a “Lala”, con unas bellas honras fúnebres, pero les ha quedado la amarga sensación de que su padre, ahora en soledad, sigue en la montaña. La búsqueda continúa. La tenacidad y dignidad de la familia Angulo Castañeda son admirables y únicas, pero el secuestro provoca sufrimientos y tensiones similares en las otras familias que han padecido y padecen este crimen atroz.
Ojalá los comandantes e integrantes del ELN escucharan este relato para que comprendan la inmensa infamia de este crimen, que viola el derecho internacional humanitario como lo mostré en mi última columna. Y para que entiendan que la persistencia del secuestro deslegitima cualquier propósito revolucionario de esa guerrilla —que de manera jactanciosa y tramposa lleva el ideal de “liberación” en su nombre— y pone en peligro el proceso de paz. Por eso no es sólo el Gobierno sino la inmensa mayoría de los colombianos, y especialmente quienes apoyamos la paz negociada, quienes exigimos al ELN que ponga fin a esta atrocidad y libere a todos los secuestrados.
Por transparencia, aclaro que uno de mis hijos hace parte de La No Ficción y participó en la producción de este pódcast.