Alertas al turismo rural en el posconflicto
Irina Junieles Abril 8, 2018
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Si la política de turismo rural aplicada en comunidades victimizadas no viene acompañada de políticas públicas, pronto veremos nuevas formas de despojo, de destierro y de cambio en la propiedad de la tierra, en las zonas ofrecidas en el discurso turístico oficial.
Si la política de turismo rural aplicada en comunidades victimizadas no viene acompañada de políticas públicas, pronto veremos nuevas formas de despojo, de destierro y de cambio en la propiedad de la tierra, en las zonas ofrecidas en el discurso turístico oficial.
Esta semana varios medios de comunicación reportaron un balance exitoso del turismo rural de Semana Santa en zonas como Montes de María. Esta es una buena noticia que refleja el clima de tranquilidad y el ambiente de optimismo que se respira en lugares que fueron fuertemente golpeadas por la violencia del conflicto armado, y cuya belleza natural y riqueza cultural ahora puede ser apreciada por los colombianos y colombianas. Es también una oportunidad para resignificar lugares para la memoria histórica.
Sin embargo, si bien el turismo rural puede abrir posibilidades de diversificación económica, es necesario que la población que habita en el campo esté alerta frente a los riesgos que implica, que conozca (para evitar) las consecuencias que genera una actividad mal administrada; y que las autoridades no se dejen seducir por el aumento de visitantes sin valorar su impacto, tomando a tiempo las medidas que eviten mayores brechas de desigualdad, exclusión y pobreza, profundizando las secuelas del conflicto.
Si la política de turismo rural aplicada en comunidades victimizadas no viene acompañada de buenas escuelas y educación de calidad, salud en las veredas, vivienda rural, agua y saneamiento básico, entre otras, así como del cumplimiento de las medidas de reparación integral que prometió la ley de víctimas, y la transformación del campo del Acuerdo de paz, pronto estaremos asistiendo a nuevas formas de despojo, de destierro y de cambio en la propiedad de la tierra, en las zonas ofrecidas en el discurso turístico oficial.
Es urgente prestar atención a los efectos socioculturales y ambientales que el turismo puede tener sobre el entorno, para que lo que hoy es una oportunidad para la población rural víctima del conflicto, no termine siendo otra tragedia. Las autoridades deben plantearse en serio la relación entre turismo, desarrollo, sociedad y posconflicto, y adoptar instrumentos de garantía de derechos, autorregulación, vigilancia y gestión que mitiguen impactos nocivos para la cohesión social, las expresiones culturales y la conservación de los ecosistemas. Las comunidades rurales tienen que reclamar esos espacios de análisis y esas acciones.
Esta no es una visión negativa de la potencialidad del turismo rural, es un llamado a pensar en serio los retos que contrae en estas zonas. Potenciar el impacto positivo de esta oportunidad, implica reconocer que el Estado no ha podido avanzar eficazmente con la garantía de derechos fundamentales, la reparación integral a las víctimas, las inversiones públicas a las que está obligado, ni con la implementación de las herramientas que ofrece el Acuerdo de paz, en consecuencia podría no afrontar con éxito el necesario acompañamiento a una población que se enfrenta a un nuevo escenario. Para eso hay que definir estrategias que de momento no se ven por ningún lado, y sobre las cuales espero escribir en una próxima columna.