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Los apasionados por el deporte que crecimos en los años 70 fuimos todos fans de los dos reyes del deporte de esa época: Pelé y Muhammad Ali.

Los apasionados por el deporte que crecimos en los años 70 fuimos todos fans de los dos reyes del deporte de esa época: Pelé y Muhammad Ali.

Eran deportistas geniales y exquisitos, que además se volvieron ídolos globales pues la televisión por satélite permitió que sus hazañas fueran vistas en directo, por primera vez en todo el mundo. Sus proezas persisten en nuestra memoria colectiva. ¿Quién podría olvidar el maravilloso amague que Pelé le hizo en la semifinal del mundial del 70 al gran portero uruguayo Mazurkiewicz? ¿O quién no recuerda la astuta forma como Ali derrotó en Kinshasa al hasta entonces invencible Foreman?

Como estos dos reyes del deporte eran afros, sus éxitos fueron un golpe al racismo. Sus proezas llenaron de orgullo a la comunidad negra y en la práctica refutaron las tesis racistas, como lo hizo Jesse Owens frente a Hitler en las olimpiadas de 1936. ¿Cómo creer en la supremacía blanca cuando Pelé bailaba a cuanto defensa ario le pusieran y Ali noqueaba a cuanto boxeador blanco se le enfrentara?

Pero otro racismo subsistía pues algunos pensaban: es posible que los negros no sean físicamente inferiores a los blancos… pero lo son en el resto. Y frente a este racismo las trayectorias de Pelé y Ali divergen.

Ali combatió las discriminaciones en Estados Unidos con la misma inteligencia y coraje que mostró en el ring. Y le asestó ganchos demoledores al racismo, como cuando dijo irónicamente, con su brillante locuacidad, que él se negaba a ir a la guerra de Vietnam porque ningún Vietcong lo había llamado “nigger”, como le decían despectivamente en Estados Unidos. En cambio Pelé mantuvo silencio frente al racismo y no intentó, fuera del terreno, ni siquiera una gambeta contra la discriminación.

Algunos podrían explicar esa diferencia de actitudes por la diversidad de contextos. Que Ali fue estimulado por la lucha por los derechos civiles de los rebeldes años 60 en Estados Unidos, mientras que a Pelé le tocó una dictadura militar y una sociedad brasileña en donde el racismo aún estaba encubierto. Y eso es cierto, pero no es toda la historia pues Ali asumió grandes costos por su enfrentamiento contra los poderosos. Hoy el establishment estadounidense lo elogia, pero en su momento lo atacó duramente. Lo despojaron de su título de campeón mundial y lo condenaron a varios años de cárcel por su resistencia a la guerra. Pelé, en cambio, se acomodó al poder y mantuvo su silencio frente al racismo, incluso después de que llegó la democracia al Brasil y la discriminación se hizo evidente. Y por eso ha sido criticado incluso por sus compañeros de la selección de Mexico 70, como Paulo Cezar Caju, quien le reprochó que no hubiera nunca aprovechado su inmensa popularidad para combatir el racismo, como precisamente lo hizo Ali.

Por eso, aunque prefiero el fútbol al boxeo (que ya ni miro), y Pelé fue indudablemente en el terreno de juego “O rei”, Ali fue de todos modos el más grande, dentro y fuera del ring.

De interés: Discriminación

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