Entre la incertidumbre y la displicencia
Dejusticia febrero 12, 2025

Fachada del edificio Ronald Reagan sin el letrero de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), en Washington (Estados Unidos). El letrero y los logos de las oficinas fueron retirados después de que el presidente Donald Trump ordenara su desmantelamiento. | EFE/ Esteban Capdepon
La salida de USAID deja un vacío de USD 1.260 millones para la paz. Aunque imperfecta, este tipo de cooperación bilateral fortaleció instituciones y procesos de la sociedad civil. Petro desafía a EE.UU. al decir que no se necesitan estos recursos, pero sin estrategia clara para reemplazarlos, las regiones asumirán el costo.
La salida de USAID deja un vacío de USD 1.260 millones para la paz. Aunque imperfecta, este tipo de cooperación bilateral fortaleció instituciones y procesos de la sociedad civil. Petro desafía a EE.UU. al decir que no se necesitan estos recursos, pero sin estrategia clara para reemplazarlos, las regiones asumirán el costo.
Bajo el lema “Estados Unidos primero”, Trump ordenó suspender por 90 días los programas de asistencia internacional como los implementados por USAID. En el centro de la polémica está Elon Musk, quien en su red social X se refirió a esa agencia como “un cesto lleno de gusanos”. Ante este escenario, el presidente Petro con marcada displicencia espetó: «Trump tiene razón. Llévese su plata«. Pero, ¿Cuál es la estrategia del gobierno Petro para cubrir un desfinanciamiento cercano a los USD 1.260 millones que Estados Unidos aportó al sector paz en el periodo 2018-2024? ¿Qué les espera a los actores sociales territoriales en caso de no seguir contando con estos recursos?
Aunque la ayuda en el 2024 disminuyó, USAID ha sido el mayor socio en la cooperación bilateral entre Colombia y Estados Unidos en los últimos 8 años. Junto a otros cooperantes de ese país, donaron para Paz, Justicia e Instituciones USD 668 millones, siendo Nariño, Antioquia y Norte de Santander los departamentos más beneficiados.
La presencia regional de USAID se remonta a la recuperación territorial del Estado en la lucha contra el narcotráfico y los grupos armados ilegales en el marco del Plan Colombia. Es verdad que los programas de cooperación no siempre están alineados con los intereses territoriales: en ocasiones imponen reglas que no tienen en cuenta las dinámicas regionales, se entrecruzan agendas que usualmente compiten entre sí, y no han logrado transformar las relaciones comunitarias que el conflicto armado dañó.
Pero no es menos cierto que también han construido un legado de participación, procesos e interacciones entre grupos, organizaciones y comunidades que facilitan la construcción de una sociedad civil robusta. Además, en los municipios con baja capacidad estatal que han sufrido los impactos de la guerra, han promovido el fortalecimiento institucional con asistencia técnica, impulsando políticas sociales como el catastro multipropósito y la restitución de tierras. También han realizado alianzas con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y con la Jurisdicción para la Paz para avanzar en los planes de búsqueda regionales e investigaciones contra exmiembros de las FARC-EP y agentes de la Fuerza Pública. Con lo cual contribuyen a la implementación del Acuerdo de paz y promueven el desarrollo regional.
Por esto, las organizaciones sociales y funcionarios presentes en veredas, corregimientos y municipios sienten preocupación e incertidumbre ante la ausencia de USAID. Saben que sin esos recursos, los medios para reunirse, deliberar y ejecutar sus planes de incidencia disminuirán, y debilitará aún más la precaria democracia subnacional.
Petro debería ser más prudente en las relaciones internacionales, pues más allá del chascarrillo, muestra que no tiene ninguna estrategia para cubrir este hueco. Y serán las regiones que están esperando el cambio que él promovió, quienes terminarán asumiendo las consecuencias de su sectarismo.