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Petro se presenta como el “Gobierno del cambio”, pero el balance de su primer año es mixto. | Winterbergen/EFE

Tal vez valga la pena que Petro y su equipo conozcan y tomen en cuenta la experiencia de uno de los reformadores más exitosos del mundo en el siglo XX: el primer ministro inglés Clement Attlee.

Tal vez valga la pena que Petro y su equipo conozcan y tomen en cuenta la experiencia de uno de los reformadores más exitosos del mundo en el siglo XX: el primer ministro inglés Clement Attlee.

Petro se presenta como el “Gobierno del cambio”, pero el balance de su primer año es mixto: logró la reforma tributaria y avanza en la reforma agraria, que son ganancias muy significativas; sin embargo, sus otras reformas, como la pensional, la educativa, la laboral, la política o la de salud, están en veremos. Por eso tal vez valga la pena que Petro y su equipo conozcan y tomen en cuenta la experiencia de uno de los reformadores más exitosos del mundo en el siglo XX: el primer ministro inglés Clement Attlee.


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La mayoría de los lectores dirá: ¿y quién es ese tal Attlee? Y es verdad que es poco conocido, incluso en el Reino Unido, pues no tiene el atractivo ni la popularidad de otros primeros ministros de ese país, como Churchill, Blair o Thatcher. Esto se explica porque fue una persona reservada y poco pretensiosa, sin escándalos y sin discursos o comportamientos espectaculares. Se dice que Harry Truman alguna vez le comentó a Churchill que había conocido a Attlee y le había parecido alguien modesto, a lo cual Churchill, su rival político, le habría respondido con su mordaz ironía: “Es cierto, es un hombre modesto y tiene buenas razones para serlo”.

La ironía de Churchill resultó anulada por las ironías de la historia, pues Attlee logró, en sus escasos seis años de gobierno, entre 1945 y 1951, en circunstancias muy difíciles de posguerra, algunas de las reformas más profundas y duraderas que haya conocido el Reino Unido. Por eso, los académicos, que no se dejan impresionar tanto por las estridencias del momento, han ranqueado muchas veces a Attlee como el mejor primer ministro del Reino Unido, incluso por encima de Churchill.

Después de la victoria laborista en 1945, Attlee recibió un país que salía de la II Guerra Mundial, cuya infraestructura estaba destruida y se encontraba al borde del colapso financiero. En sus seis años, este gobierno laborista logró reformas espectaculares: nacionalizó sectores claves de la economía, reforzó la protección de los sindicatos, logró progresivamente el pleno empleo, amplió significativamente los subsidios a la vivienda social y robusteció el apoyo estatal a la educación a fin de que esta fuera entendida como un derecho y nadie fuera privada de ella por razones económicas. Y, en especial, Attlee concretó uno de los más robustos sistemas de protección social del mundo, basado en el célebre Informe Beveridge, que incluyó la creación de un servicio de salud público universal y gratuito, la famosa NHS (National Health Service). Todo esto fue la base del Estado de bienestar en Inglaterra.

Estas reformas mejoraron significativamente la situación de los sectores populares: la pobreza y la desigualdad se redujeron radicalmente en las siguientes décadas. Y sus resultados económicos fueron buenos: el crecimiento del Reino Unido fue robusto.

Esas reformas fueron además duraderas y sostenibles pues se mantuvieron por más de 30 años. Algunas de ellas fueron revertidas por Thatcher en los ochenta, pero incluso ese gobierno tan radicalmente neoliberal no pudo tocar la NHS creada durante Attlee.

¿Cómo pudo este político modesto lograr esos resultados espectaculares? Los historiadores tienden a coincidir: por su actitud tranquila y su capacidad pragmática de construir consensos y coordinar su gabinete, aterrizando las grandes ideas en reformas y políticas concretas y razonables que pudieran ser implementadas.


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Las reformas profundas y duraderas, parece decirnos Attlee, no son los grandes discursos: son políticas concretas, bien diseñadas, que logren amplios apoyos y puedan ser implementadas. Y aunque el Reino Unido de la posguerra es muy distinto de la Colombia actual, tal vez el gobierno del cambio podría aprender algo de la modesta eficacia de Attlee.

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