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La riqueza, en las terribles condiciones de desigualdad y devastación ambiental en la que se consigue, es éticamente reprochable. | EFE

Los países ricos, responsables del 92% de las emisiones de CO² por encima de los límites planetarios, perpetúan un mito de sostenibilidad mientras los más pobres sufren desproporcionadamente las consecuencias del cambio climático. La desigualdad ambiental es innegable.

Los países ricos, responsables del 92% de las emisiones de CO² por encima de los límites planetarios, perpetúan un mito de sostenibilidad mientras los más pobres sufren desproporcionadamente las consecuencias del cambio climático. La desigualdad ambiental es innegable.

En el 2023 la temperatura global fue 1.35°C por encima de la temperatura promedio preindustrial (hacia 1850). Al ritmo que vamos, los expertos creen que llegaremos a los 3°C hacia finales de este siglo. Con este escenario, según el profesor Jason Hickel, “dos mil millones de personas en los trópicos estarán expuestas a un calor extremo y a un riesgo de mortalidad sustancialmente mayor; las sequías desestabilizarán los sistemas agrícolas y provocarán quiebras en múltiples graneros; y cientos de millones de personas serán desplazadas de sus hogares.” Ni que decir del uso sostenible de recursos, cuya barrera de 50 mil millones de toneladas métricas/año fue superada en el 2000. Todo, por un sistema económico basado en el crecimiento, que solo favorece a unos pocos. Por una codicia sin límites.

A nivel global, las obligaciones y responsabilidades de cada nación no son iguales, teniendo en cuenta que históricamente han sido los países ricos (quienes han tenido mayores niveles de industrialización) los que más han aportado a este fenómeno. De hecho, el 92 % de las emisiones de CO² por encima de la barrera planetaria (barrera que se superó en los ochenta), provienen de países ricos. Países que se precian de su imagen ambientalmente sostenible, claramente no lo son: Nueva Zelanda, Australia, Canadá, Israel, Japón. Ni hablar de Estados Unidos y Europa Occidental. Esto desvirtúa claramente la narrativa colonial de que los países pobres no saben gestionar el medio ambiente. Lo peor es que, si bien estos países ricos también han sufrido las consecuencias del cambio climático, estas se presentan de manera desigual en países pobres, quienes no cuentan con la misma capacidad de prevención y respuesta ante emergencias ambientales.


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Tradicionalmente, el estudio de las diferencias en la contribución al cambio climático se ha concentrado en la comparación entre países ricos y pobres. Sin embargo, al interior de los países no todos los ciudadanos son igualmente responsables de emitir CO². Una investigación realizada por la Comisión de Sostenibilidad de Cambridge en el año 2021, reveló que entre 1990 y 2015, el 10 % más rico de la población mundial generó más CO² que el 90 % restante. Esto, en contraste con el 50 % más pobre, quienes generaron tan solo el 7 %. Sin duda, también los pobres sufren más los efectos del calentamiento global.

Dichos países ricos también se desempeñan terriblemente en lo que se refiere a uso sostenible de recursos. El mito colonial (hasta racista se podría decir) de los países ricos sostenibles, tales como los países nórdicos, es solo un mito. Dichos estados tienen un consumo de recursos promedio casi cinco veces por encima del nivel sostenible, incluso a pesar de que al visitarlos se vean cubiertos de bosques y con las calles limpias.


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Naciones y personas ricas superan, por mucho, la “línea de codicia”, desarrollada por el investigador Carlos Larrea. Se trata de un consumo y producción que se alcanza en condiciones ambientales no sustentables, que sacrifican la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. La riqueza, en las terribles condiciones de desigualdad y devastación ambiental en la que se consigue, es éticamente reprochable. El crecimiento económico implica un mayor uso de recursos. No hay riqueza limpia. No hay capitalismo verde.


Juan David Cabrera Arocha, Coordinador Legal, Dejusticia.
Dorly Adriana Vergara Hernández, Pasante Legal, Dejusticia.

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