Colombia, mesura y desmesura
Rodrigo Uprimny Yepes noviembre 22, 2015
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¿Es Colombia el país de la moderación y del justo medio o el de los extremos y las desmesuras?
¿Es Colombia el país de la moderación y del justo medio o el de los extremos y las desmesuras?
Una discusión de este interrogante puede ser una forma de rendir homenaje al gran historiador Jaime Jaramillo Uribe, recientemente fallecido, quien formuló una tesis muy sugestiva sobre la identidad colombiana, en un texto publicado a finales de los 60 llamado “La personalidad histórica de Colombia”. Jaramillo sostuvo que Colombia elude los extremos y se define por la moderación y el justo medio. Y daba a favor de su tesis elementos empíricos significativos, como la existencia de una clase política civil y estable que logró evitar las rupturas institucionales y los caudillos, que pulularon en otros países latinoamericanos; o un crecimiento económico, que nunca fue particularmente fuerte pero logró una cierta estabilidad.
Esta tesis de Jaramillo Uribe choca con aquella sostenida por otro gran intérprete de nuestra realidad, que fue García Márquez. En su texto “Por un país al alcance de los niños”, que introduce el llamado informe de los sabios sobre la educación de 1996, García Márquez sostiene que lo que define a los colombianos es la desmesura en todo, “en lo bueno y en lo malo, en el amor y en el odio, en el júbilo de un triunfo y en la amargura de una derrota”. Y que la desmesura y el gusto por los extremos explican nuestras glorias y miserias pues “nos matamos unos a otros por las ansias de vivir”, por lo cual “un éxito resonante o una derrota deportiva pueden costarnos tantos muertos como un desastre aéreo”.
Estas dos tesis son en principio contradictorias, por lo cual corresponde al lector, a quien invito a leer estos dos textos hermosos y fundamentales, optar por aquella que le convenza. Pero como yo soy admirador tanto de Jaramillo Uribe como de García Márquez, quisiera conjeturar que ambas tesis, por contradictorias que parezcan, son ciertas y complementarias, lo cual no sé si sea una desmesura de parte mía o la búsqueda del justo medio.
Creo que los colombianos somos al mismo tiempo moderados y extremos, mesurados y desmesurados, como lo constata cualquier extranjero que pisa nuestro suelo y se sorprende de que seamos cálidos y de buenas maneras, pero también violentos y rumberos eternos.
Esa extraña combinación de mesura y pasión extrema produce a veces resultados admirables, tanto a nivel individual como colectivo: la Asamblea Constituyente de 1991 es un ejemplo, pues combinó la prudencia en evitar rupturas institucionales con un ingenio desmesurado en encontrar salidas creativas a situaciones imposibles. Pero también produce círculos viciosos catastróficos: la mesura (extrema por contradictorio que parezca) de la capacidad reformista de las élites permitió la acumulación de tensiones sociales y problemas no resueltos, como el problema agrario, que han alimentado el conflicto armado y la desmesura de nuestra violencia.
¿Será que logramos construir algún día una combinación creativa y no perversa de mesura y pasión extrema?