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Sospecho que muchos de quienes consideran inaceptable el acuerdo sobre justicia y víctimas suscrito entre las Farc y el Gobierno, por la impunidad que supuestamente permitiría, son también admiradores de Mandela y la transición sudafricana. Esto es paradójico pues es contradictorio admirar a Mandela y considerar inaceptable este acuerdo con las Farc.

Sospecho que muchos de quienes consideran inaceptable el acuerdo sobre justicia y víctimas suscrito entre las Farc y el Gobierno, por la impunidad que supuestamente permitiría, son también admiradores de Mandela y la transición sudafricana. Esto es paradójico pues es contradictorio admirar a Mandela y considerar inaceptable este acuerdo con las Farc.

Es claro que los conflictos sudafricano y colombiano son muy distintos y que Colombia no cuenta con ningún líder como Mandela. Pero Sudáfrica conoció dilemas semejantes a Colombia pues allá también la transición fue fruto de una negociación, luego de décadas de atrocidades, cometidas por el Congreso Nacional Africano (el grupo de Mandela) y, especialmente, por el Estado. Surgió entonces la misma pregunta que en Colombia: ¿qué tanta justicia era posible y deseable exigir frente a esas terribles atrocidades, sin poner en riesgo la transición negociada y la reconciliación?

Algunos cercanos a Mandela exigieron una justicia punitiva plena, esto es, penas de cárcel, ojalá severas, para todos los agentes estatales responsables de atrocidades. Esto es comprensible pues los crímenes del apartheid fueron terribles: racismo legalizado, torturas, desapariciones, asesinatos, etc. Pero Mandela se opuso pues consideró que el régimen del apartheid nunca aceptaría esa exigencia y la transición negociada sería imposible, con lo cual la alternativa sería la guerra civil generalizada. Además pensó que ese tipo de justicia puramente punitiva haría imposible la reconciliación posterior. Era entonces necesario, para salir en forma negociada del infierno del apartheid, buscar un mecanismo que posibilitara un acuerdo entre el Estado y el movimiento de Mandela, pero también honrara a las víctimas, lograra verdad y exigiera rendición de cuentas de parte de los victimarios.

Adoptaron su fórmula de justicia transicional, centrada en la idea africana de reconciliación o “unbuntu”, que consistió en una oferta de amnistía a cambio de verdad y asunción de responsabilidades. Todo victimario que acudiera ante la comisión de la verdad y confesara no tendría que pasar por ningún tribunal, pues sería amnistiado si su confesión había sido plena y sus crímenes habían sido políticamente motivados.

La fórmula respaldada por Mandela fue entonces menos punitiva que el acuerdo con las Farc, que prevé que los responsables de crímenes atroces tendrán que pasar por la justicia y tendrán sanciones, que son de cárcel para quienes no cumplan inmediatamente con sus deberes de verdad, desmovilización y reparación. Y si cumplen con todo, tendrán en todo caso una sanción significativa, que es la restricción efectiva de la libertad por varios años, acompañada de labores personales de reparación, como el desminado.

¿Por qué entonces para algunos colombianos Mandela es admirable y el acuerdo con las Farc es despreciable, si la fórmula colombiana es mucho más robusta en términos de justicia que la adoptada en Sudáfrica?

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