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La criminalización del consumo de sustancias inyectables, como la heroína, llevó a que muchos usuarios en los años ochenta intercambiaran sus jeringas por cuanto era igualmente ilegal acceder a esos dispositivos. El resultado: una enorme prevalencia de VIH en esos consumidores, que terminaban más afectados por esa infección que por el consumo de heroína. |

La reducción de daños enfatiza que la criminalización presenta muchas veces riesgos mayores y que los derechos de los usuarios deben ser respetados.

La reducción de daños enfatiza que la criminalización presenta muchas veces riesgos mayores y que los derechos de los usuarios deben ser respetados.

Esta semana se realizó en Bogotá la vigésima octava conferencia mundial de reducción de daños (RD), una reunión de organizaciones de la sociedad civil, que promueven este enfoque frente a las sustancias sicoactivas o drogas, especial pero no exclusivamente las que están sujetas a la prohibición, como la marihuana o la cocaína.

La idea esencial de la RD es simple pero profunda: una buena política frente a las drogas debe no sólo reducir los daños y riesgos asociados al consumo de estas sustancias, sino también los riesgos y daños asociados a las políticas que buscan evitar el abuso de esas sustancias, especialmente cuando recurren a la criminalización. La razón: muchas veces el mayor daño ocasionado no deriva del consumo de las sustancias sino de las políticas punitivas.

Un ejemplo clásico: la criminalización del consumo de sustancias inyectables, como la heroína, llevó a que muchos usuarios en los años ochenta intercambiaran sus jeringas por cuanto era igualmente ilegal acceder a esos dispositivos. El resultado: una enorme prevalencia de VIH en esos consumidores, que terminaban más afectados por esa infección que por el consumo de heroína. Una simple medida de RD, que ha salvado miles de vidas, ha sido la legalización de la distribución de jeringas, lo cual ha reducido drásticamente los contagios y mejoró la salud de estos consumidores, en los países que han adoptado esa estrategia.

Otro ejemplo: uno de los efectos más graves de la prohibición es que el consumidor no sabe qué está comprando, debido a que el mercado es ilegal. Puede entonces creer que le vendieron cocaína de baja pureza y resulta que es de altísima pureza, lo cual puede llevarlo a una sobredosis. O más grave aún: el producto puede contener elementos tóxicos. Imaginen que tomamos un trago creyendo que es ron y resulta que fue chiviado con alcohol metílico: podemos morir o terminar ciegos. Frente a esos daños ocasionados por la prohibición, una estrategia de RD, que también ha salvado muchas vidas, ha sido que organizaciones de la sociedad civil, como lo ha hecho en forma valiente en Colombia “Acción Técnica Social”, ofrezcan a los usuarios análisis de la composición de las sustancias adquiridas en el mercado ilegal. El usuario puede entonces conocer el riesgo real de la sustancia y puede evitar el daño.

Las políticas de RD funcionan: los usuarios están en mejor salud y los abusos de sustancias no se han incrementado. Pero son políticas que siguen siendo estigmatizadas por los fundamentalistas de la prohibición o por quienes no entienden la RD y creen que son formas ingenuas de promoción del consumo de drogas. Pero no es así: la RD reconoce los riesgos diferenciados de las distintas drogas; simplemente la RD enfatiza que la criminalización presenta muchas veces riesgos mayores y que los derechos de los usuarios deben ser respetados. Por eso estas conferencias mundiales, como la realizada en Bogotá, son tan importantes.

Estas reuniones, coordinadas a nivel global por HRI (Harm Reduction International), buscan intercambiar experiencias y aprendizajes sobre estrategias de RD, a fin de mejorar esas prácticas y crear una cooperación internacional para lograr políticas frente a las drogas que sean más democráticas, respetuosas de los derechos humanos y que estén fundadas en evidencia. La primera se hizo en 1990 en Liverpool, reconociendo que fue una de las primeras ciudades en adoptar en forma robusta estrategias de RD. Y este año fue escogida Colombia como sede por cuanto HRI y otras organizaciones reconocen el liderazgo que nuestro país ha ido adquiriendo en la búsqueda a nivel global de políticas frente a las drogas más humanas. Algo en lo que debemos mantenernos.


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