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La pandemia COVID-19 es un desafío monumental. Aunque su letalidad no es tan alta como la del SARS o del ébola, COVID-19 está creciendo exponencialmente debido a que este coronavirus es más contagioso. Si no se toman medidas de prevención, el número de infectados se dobla en muy pocos días. | EFE, 15 de marzo de 2020

La pandemia COVID-19 es un desafío monumental. Aunque su letalidad no es tan alta como la del SARS o del ébola, COVID-19 está creciendo exponencialmente debido a que este coronavirus es más contagioso. Si no se toman medidas de prevención, el número de infectados se dobla en muy pocos días.

La pandemia COVID-19 es un desafío monumental. Aunque su letalidad no es tan alta como la del SARS o del ébola, COVID-19 está creciendo exponencialmente debido a que este coronavirus es más contagioso. Si no se toman medidas de prevención, el número de infectados se dobla en muy pocos días.

Propongo al Gobierno que establezca inmediatamente un consejo asesor, pequeño pero legítimo y plural, que lo acompañe en las difíciles decisiones que debe tomar para enfrentar el coronavirus, con el fin de que sus decisiones gocen de la mayor calidad técnica y aceptación ciudadana posibles. Justifico esa propuesta con estas seis tesis:

Primero: la pandemia COVID-19 es un desafío monumental. Aunque su letalidad no es tan alta como la del SARS o del ébola, COVID-19 está creciendo exponencialmente debido a que este coronavirus es más contagioso. Si no se toman medidas de prevención, el número de infectados se dobla en muy pocos días. En pocas semanas habría unos miles de casos y en algunos meses millones, lo que sería una catástr ofe, incluso con una letalidad baja del 1 % (y eso no es claro aún).

Segundo: debemos entonces tomar medidas para mitigar el contagio (aplanar la curva de su desarrollo, dicen los expertos) y prevenir el colapso del sistema de salud. La letalidad del COVID-19 depende mucho de eso: por eso fue mucho más alta inicialmente en Wuhan, pues allí el sistema quedó saturado.

Tercero: todos tenemos la responsabilidad de protegernos, pues al prevenir que nos infectemos protegemos también a los otros, ya que evitamos ser un vector de contagio. Tenemos que poner en marcha inmediatamente formas de “distanciamiento social”, como el teletrabajo o las clases virtuales, y cambiar ciertos hábitos, como la manera de saludarnos.

Cuarto: los gobiernos tienen una responsabilidad crucial, pues las medidas que tomen o dejen de tomar tienen impactos decisivos. China e Italia se demoraron y el contagio creció exponencialmente. Estados Unidos ha sido errático y su crisis puede ser gravísima. Por el contrario, Corea del Sur parece estar logrando mitigar el contagio, con medidas inspiradoras: transparencia informativa, disponibilidad de exámenes para detectar tempranamente contagios y poder aislar a tiempo a las personas, trato humano a los enfermos, etc.

Quinto: el COVID-19 plantea igualmente enormes retos éticos, pues las medidas deben respetar los derechos humanos y proteger especialmente a las poblaciones marginadas y en situación de pobreza, que pueden verse desproporcionadamente afectadas.

Sexto: un factor decisivo para que las medidas gubernamentales funcionen es que sean creíbles para la población. Y eso no es fácil en Colombia, no solo por nuestra crisis institucional, sino también por la polarización. Muchos pueden desconfiar de medidas razonables del Gobierno por considerar que con ellas pretende tapar escándalos. O el Gobierno puede abstenerse de tomar en serio ciertas propuestas porque vienen de sectores que considera de oposición.

Las instancias hoy existentes para enfrentar esta crisis, como el Puesto de Mando Unificado o el Comité de Atención de Desastres, son importantes, pero no superan esa limitación, pues son puramente gubernamentales. En cambio un consejo asesor temporal, que no sea puramente gubernamental sino plural, y que sea de alta credibilidad y competencia técnica, ayudaría mucho, pues las medidas que proponga y sean adoptadas no serían vistas como imposiciones gubernamentales.

Podría estar integrado por cinco o seis personas, como los dos últimos ministros de Salud (Alejandro Gaviria y Juan Pablo Uribe), ambos muy respetados y que formaron parte de gobiernos distintos, lo cual daría pluralismo a ese órgano; el mejor epidemiólogo que podamos conseguir, propuesto por la Academia de Medicina, un científico social y un experto en bioética o derechos humanos, que sean muy respetados y propuestos por los rectores de las universidades acreditadas. Es una simple propuesta en estos tiempos de incertidumbre.

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