Creando marcadores visuales para la práctica en derechos humanos
Andrés Castro enero 24, 2017
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Debe haber alguna manera de incorporar los principios normativos del marco de los derechos humanos en las comparaciones visuales que hacemos.
Debe haber alguna manera de incorporar los principios normativos del marco de los derechos humanos en las comparaciones visuales que hacemos.
La comunidad de derechos humanos está muy acostumbrada al formato de texto, pero la utilización de gráficas y demás herramientas visuales nos permite comunicar nuestros argumentos de una manera mucho más sintética y eficaz. También nos ayuda a aprender; por ejemplo, a comprender mejor las múltiples caras de la desigualdad en el mundo, como señaló Sergio Chaparro en una entrada anterior. Y es por esto que son una herramienta imprescindible para monitorear el desempeño de los países que se han comprometido con adoptar medidas hasta el máximo de los recursos disponibles para así lograr progresivamente la realización de los derechos económicos, sociales y culturales.
El propósito de esta entrada es compartir algunas ideas sencillas sobre cómo podemos hacer un mejor uso de los análisis cuantitativos visuales, y así fortalecer la agenda de los derechos humanos. El argumento es sencillo, pero importante: cuando creamos o utilizamos una gráfica, en el fondo sólo estamos haciendo comparaciones explícitas o implícitas. El truco es saber cuáles son las comparaciones relevantes.
Por ejemplo, digamos que nos interesa monitorear el desarrollo progresivo del derecho a la salud en Colombia. Podemos ir rápidamente a la página del Banco Mundial y ver cómo ha cambiado la “expectativa de vida al nacer” (que es sólo uno de varios indicadores) en los últimos años. En la siguiente gráfica, si la línea fuera horizontal o estuviera disminuyendo tendríamos evidencias demoledoras de que el país no está cumpliendo con su obligación de realizar progresivamente el derecho a la salud. Aquí la comparación es implícita: una línea horizontal o una que disminuye. Y mientras la línea suba, parece que no tenemos razones para prender alarmas.
Esta imagen es importante, pero muy insuficiente ya que la mayoría de las veces necesitamos hacer comparaciones explícitas. Sí, la línea está subiendo ¿pero acaso está subiendo lo suficiente? Es muy difícil evaluar el desempeño de país sin compararlo con lo que pasa en el resto de la región. La siguiente gráfica hace esto y arroja nueva información: durante la década de 1980 Colombia tuvo un desempeño superior al promedio, pero en los últimos años ha empezado a rezagarse levemente. Puede que esto no sea suficiente para que los organismos internacionales prendan sus alarmas, pero los colombianos sin duda pensaran que su desempeño promedio (y levemente rezagado) es preocupante.
Esta imagen, sin embargo, sigue siendo muy insuficiente. Sobre todo porque los compromisos de los estados están sujetos al “máximo de los recursos disponibles” y esta comparación no dice nada al respecto. Uno esperaría, entonces, que la expectativa de vida al nacer sea mayor en aquellos países que disponen de mayores recursos.
La siguiente gráfica trata de tomar eso en cuenta. Aquí el punto de comparación es creado a partir de lo que se conoce como una “línea de regresión”, que muestra la expectativa de vida al nacer que esperaríamos ver después de tener en cuenta la disponibilidad de recursos de cada país (medida en términos de PIB per cápita). Es como un nuevo promedio que va cambiando linealmente a medida que también cambia la disponibilidad. Y esta línea es nuestro nuevo punto de referencia: los países que se encuentran por debajo de ella tienen un desempeño por debajo del promedio (Bolivia, Belize, Venezuela) y los que se encuentran por encima tienen un desempeño por encima del promedio (Chile, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua).
Colombia se encuentra levemente por debajo de este nuevo punto referencia. Así que un siguiente paso para los investigadores podría ser el de preguntar cuánta plata está gastando el gobierno colombiano para financiar el sistema de salud y cómo se compara con otros países en la región. Aunque el hecho de que haya un estancamiento del gasto público en salud con respecto a otros países no constituye por sí mismo una violación al derecho a la salud, sí pone a los estados en la difícil situación de salir a dar explicaciones.
Este tipo de información puede ser consultada nuevamente en la página del Banco Mundial en tan solo unos pocos segundos. La siguiente gráfica muestra el gasto público en salud (como % del PIB) en nueve países latinoamericanos. Aquí Colombia ocupa el tercer lugar, por debajo de Costa Rica y Uruguay. De manera que el desempeño rezagado del sistema de salud colombiano probablemente sea resultado de otros factores como su diseño institucional, la eficiencia de su gasto, o incluso el mal desempeño en la realización de otros derechos (ej. vivienda, educación, alimentación). La virtud detrás de este tipo de análisis es nos indica dónde vale la pena buscar.
Sin embargo, a pesar de que este tipo de análisis es importante, tiene el problema de ser demasiado descriptivo. Piensen en cuando trataban de explicarles a sus padres que no tenían que preocuparse por la mala nota en el examen de colegio, porque a los otros niños habían sacado peores notas. Para mis padres, ese razonamiento era inaceptable. Entonces ¿por qué nosotros –que nos ocupamos de temas más serios– tendríamos que conformarnos con un razonamiento similar? ¿Por qué tenemos que conformarnos con estar por encima del promedio? Lo que quiero decir con esto es que debe haber alguna manera de incorporar los principios normativos del marco de los derechos humanos en las comparaciones visuales que hacemos.
Desafortunadamente, hasta el momento existen muy pocos esfuerzos en esa dirección. El reto es muy difícil puesto que implica tomar estos principios y crear referentes distintos que puedan expresarse visualmente. Es cierto que existen algunas excepciones, como el importante trabajo reciente de la profesora Sakiko Fukuda-Parr y sus colaboradoras (del que hablaré en una próxima entrada). Pero todavía falta mucho por hacer. Así que tenemos que estar dispuestos a abrir nuestro repertorio de herramientas (y también a aprender de la experticia de otros actores, como señaló María Paula Ángel en una entrada reciente). De lo contrario, tampoco estaremos utilizando el “máximo de los recursos disponibles” para avanzar nuestra agenda.