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Invierno en Texas

La falta de preparación cuesta vidas y contribuye a agudizar las desigualdades ya existentes, incluso en países que cuentan con alta capacidad para responder ante sus impactos, como nos muestra el drama de Texas. | Justin Lane, EFE

Si fallan los lugares con alta capacidad para responder como Texas, falla el mundo ya que se disminuye la velocidad en la carrera global para ser más resilientes al cambio climático.

Si fallan los lugares con alta capacidad para responder como Texas, falla el mundo ya que se disminuye la velocidad en la carrera global para ser más resilientes al cambio climático.

La emergencia humanitaria que aqueja al estado de Texas en Estados Unidos por cuenta de la tormenta invernal Uri pone en entredicho el supuesto de que los países del Norte Global, por sus características geográficas y socioeconómicas, están mejor preparados para enfrentar el cambio climático. Por falta de preparación Texas desaprovecha una posición aventajada para gestionar los impactos adversos de un evento extremo, y se encuentra hoy en una situación de emergencia humanitaria que cobra las vidas, sobre todo de su población más vulnerable.

La semana del 14 de febrero, la tormenta llegó a Texas, trayendo hasta 25 centímetros de nieve y temperaturas de hasta -18 grados celsius en un estado que cuenta con inviernos ligeros —en este mes, el promedio de las temperaturas bajas tradicionalmente oscila entre -3 y 13 grados celsius—. Frentes fríos como el de esta tormenta se relacionan con el cambio climático y la consecuente pérdida de capacidad del Ártico para amortiguar eventos de ocurrencia natural, teniendo como resultado efectos en el clima sin precedentes. En esta oportunidad la convergencia de una corriente de aire fría semipermanente —conocida como Vórtice Polar— y un calentamiento súbito resultaron en un frente frío que viajó más al Sur que nunca antes, hasta llegar a Texas. 

Es así como en un abrir y cerrar de ojos condiciones que al principio promovieron la diversión de hacer angelitos de nieve desencadenaron la declaración de una emergencia por el gobierno nacional de Estados Unidos. Más de 4 millones de hogares en Texas perdieron acceso a la electricidad y la calefacción, lo cual resultó en millones de personas sufriendo frío extremo dentro de sus casas. Para contrarrestar estas condiciones, algunas familias acudieron a sus estufas o carros para generar calefacción, medidas que liberaron monóxido de carbono en lugares sin ventilación. Se reportaron más de 300 casos de intoxicación por esta sustancia y muertes de al menos dos personas. Además, 14.9 millones de personas —es decir, casi la mitad de la población del estado— perdieron acceso a agua potable durante el frente frío cuando tuberías se reventaron y plantas purificadoras se quedaron sin electricidad. Algunas personas esperaron más de 5 horas en filas de carros para recibir agua potable del Estado. 

En las emergencias climáticas, la población más vulnerable es la más afectada, y el caso de Texas no es la excepción. Por ejemplo, los hogares de las personas hispanas y afroamericanas sufrieron cortes de electricidad más frecuentemente que sus pares blancos durante la tormenta. Además, muchas personas no estaban en capacidad de desplazarse a refugios seguros por no contar con medios de transporte, lo cual hizo que permanecieran en sus casas sufriendo temperaturas muy bajas por falta de aislación térmica adecuada. Es muy probable que las desigualdades de los impactos de la tormenta continúen, ya que los hogares más vulnerables, que a su vez sufren desproporcionadamente a causa del Covid-19, no pudieron trabajar durante la semana de la tormenta y se encuentran sin recursos para reparar sus casas dañadas por tuberías rotas.

Pero, ¿cómo una emergencia humanitaria tan devastadora ocurrió en un lugar del Norte Global con el potencial de contrarrestarla? Lo anterior obedece principalmente a la inacción y falta de preparación por parte del gobierno de Texas, que pese a que se sitúa entre uno de los 7 estados de Estados Unidos más vulnerables al cambio climático no ha priorizado políticas públicas para mitigarlo, ni para planear una respuesta adecuada a los eventos extremos de clima. Por el contrario, ha dejado esta responsabilidad a entidades no-estatales, como empresas privadas, que no cuentan con un enfoque de adaptación al cambio climático, lo cual ha generado consecuencias fatales. Por ejemplo, aunque una tormenta en el año 2011 mostró las falencias del sistema eléctrico del estado, las empresas que manejan las fuentes y distribución de energía no adecuaron la infraestructura para que se adaptara a condiciones de invierno. El problema principal fue que un número de plantas de electricidad de gas, carbón y energía nuclear —fuentes no renovables que suministran la gran mayoría de electricidad en el estado— no pudieron operar en las condiciones extremas de la tormenta. El mismo sistema que no pudo funcionar durante una tormenta invernal en 2011 tampoco pudo aguantar peores condiciones diez años después. 

Texas no es el único lugar que ha visto un evento hidroclimatológico extremo atípico este último año. Inundaciones, tormentas, temperaturas extremas (altas y bajas), huracanes y otros eventos han marcado récords históricos en magnitud e intensidad, y se van volviendo tendencia tanto en países del Norte como del Sur Global. Por ejemplo, en el Norte Global ocurrieron incendios en Australia, Siberia y California y tormentas y frentes fríos helados en Europa. Además, en el Sur Global, entre otros estragos se cuentan los dejados por el paso del huracán Iota —el más fuerte en la temporada de huracanes el Atlántico— los impactos de las lluvias Monzónicas en Asia, y las inundaciones a cuenta de temporadas lluviosas inusuales en Sudán

El cambio climático ya no es un factor sorpresa. La falta de preparación cuesta vidas y contribuye a agudizar las desigualdades ya existentes, incluso en países que cuentan con alta capacidad para responder ante sus impactos, como nos muestra el drama de Texas. Los países del Norte Global tienen la obligación de liderar la acción climática no solamente para proteger los derechos humanos de sus propias poblaciones, sino además para apoyar decididamente al Sur Global donde la capacidad de respuesta es menor y los impactos climáticos mayores y más frecuentes. Si fallan los lugares con alta capacidad para responder como Texas, falla el mundo ya que se disminuye la velocidad en la carrera global para ser más resilientes al cambio climático. Con el regreso de Estados Unidos al Acuerdo de París, corregir debilidades internas y liderar la respuesta global deben ser prioridades – el Norte Global tiene que estar preparado para que los angelitos de nieve no se vuelvan nuevamente emergencias humanitarias.


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