De espionaje y matoneo
Vivian Newman Pont Enero 14, 2017
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Se acaban de publicar dos informes de inteligencia que enredan a Donald Trump con los rusos: la hackeada rusa contra Hillary Clinton y el espionaje contra Trump desde el Kremlin. Los dos informes son de distinto origen y diferente credibilidad, pero, una vez más, reflejan los nubarrones negros que amenazan el barrio.
Se acaban de publicar dos informes de inteligencia que enredan a Donald Trump con los rusos: la hackeada rusa contra Hillary Clinton y el espionaje contra Trump desde el Kremlin. Los dos informes son de distinto origen y diferente credibilidad, pero, una vez más, reflejan los nubarrones negros que amenazan el barrio.
El primer informe concluye que Putin ordenó influir la campaña
presidencial norteamericana, pues quería afectar la credibilidad de los
procesos democráticos, dañar a Hillary Clinton y apoyar la elección de
Donald Trump. El análisis se basa en inteligencia humana,
interceptaciones electrónicas e investigación forense de los
ciberataques rusos, y es compartido por la NSA en un nivel moderado de
confiabilidad y en un nivel alto por la CIA y el FBI.
El segundo informe es harina de otro costal. Nace, al mejor estilo de House of Cards, con la contratación de detectives a sueldo para compilar escándalos y debilidades de Trump que pudieran resultar útiles en contra de su campaña presidencial. Incluye la participación de antiguos espías
británicos del MI6 con experiencia y contactos en Rusia desde la época
de la Guerra Fría y termina, por supuesto, con escenas de cama en Moscú.
Además, en apartes agrega que Trump apoya la hackeada del Partido Demócrata, a cambio de la cual se haría el de la vista gorda con la intervención de Rusia en Ucrania.
Sobre el primer informe, el futuro presidente ha querido bajarle el tono
diciendo que el Partido Demócrata fue demasiado ingenuo al dejarse hackear,
que igual recibimos frutos de dicho acto (el fin justifica los medios) y
que no sólo Rusia espía a EE. UU. Sobre el segundo, lo ha ridiculizado y
dicho que se trata de un informe falso, a pesar de que la fuente
principal, un exespía británico y ahora consultor que anda desaparecido
para protegerse y a su familia, ha sido catalogado por el Wall Street Journal como una fuente con buena reputación.
Si le creemos a la CIA, al FBI y a la NSA sobre el primer informe y lo que
dice el segundo informe se confirma como cierto, nos encontraríamos
ante una seria injerencia en los valores de la democracia norteamericana
por parte de una potencia extranjera, consentida por el presidente
electo. El problema es que para Trump no importa la fiabilidad de la
fuente, ni el contenido razonable de la noticia. Si no le gusta la
información, la desestima sin necesidad de razones. No parecen
preocuparle ni los rusos ni los hackers ni los espías, sino que
impone sus propias reglas de juego. Las explicaciones acomodadas y
parciales, el lenguaje frentero y amenazante, la descalificación y el
insulto se van convirtiendo en un distorsionado Estado de derecho del
nuevo matón del vecindario.
En contraste, Obama, en su discurso de despedida, y sin mencionar a Trump, anota que ceder ante los valores y libertades del Estado de derecho y la democracia convertiría a Estados Unidos en otra Rusia. ¡Cómo nos hará de falta Obama en el barrio!