De regreso al medioevo
Mauricio GarcĆa Villegas marzo 23, 2013
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Hace por lo menos 30 aƱos que la izquierda viene hablando mal de las multinacionales.
Hace por lo menos 30 aƱos que la izquierda viene hablando mal de las multinacionales.
Hace por lo menos 30 aƱos que la izquierda viene hablando mal de las multinacionales.
Pues bien, ahora son los liberales, e incluso la derecha, los que han toman el relevo. El lunes pasado, el presidente Enrique PeƱa Nieto dijo que pondrĆa en cintura a los grandes capitales econĆ³micos que operan en MĆ©xico y el primer ministro de Inglaterra, David Cameron, encabeza hoy una campaƱa para que las multinacionales paguen impuestos. Una animadversiĆ³n similar se aprecia hoy en casi todos los paĆses de Europa.
ĀæQuĆ© estĆ” pasando? Pues que esas empresas estĆ”n acabando con los Estados y que el capitalismo, sin Estados fuertes, no funciona. Las 40 corporaciones mundiales mĆ”s ricas, dice Shimon Peres (el exmandatario israelĆ), tienen mĆ”s dinero que todos los gobiernos del mundo juntos. Por eso sus gerentes son recibidos como jefes de Estado en todas partes. SegĆŗn la CNUCED (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo) entre las 100 primeras potencias econĆ³micas del mundo, hay 55 empresas. El valor en Bolsa de ExxonMobil (la mĆ”s grande) es superior al producto Interno bruto de BĆ©lgica.
Para lograr sus propĆ³sitos las multinacionales tienen tres armas. La primera es el derecho. Con un lobby sofisticado se han convertido en los grandes legisladores de la economĆa mundial. Monsanto, la poderosa multinacional de cereales, hizo pasar un principio legal en el que se establece que un cereal modificado genĆ©ticamente es igual a otro que no lo es, con lo cual han impedido todo control a los productos que venden. En segundo lugar tienen la informaciĆ³n. La organizaciĆ³n de azucareros en los Estados Unidos financiĆ³ estudios ācientĆficosā hace tres dĆ©cadas para demostrar que el azĆŗcar, a diferencia de la grasa, no era daƱina para la salud (los resultados estĆ”n a la vista). En tercer lugar estĆ” la imagen: en los negocios, las multinacionales no tienen piedad con nadie, pero ante el pĆŗblico, se muestran como empresas dedicadas a la filantropĆa. Casi todas tienen fundaciones que protegen lo que ellas mismas daƱan (las mineras para defender el medio ambiente, las alimenticias para la salud, etc.) y cĆ³digos, muchos cĆ³digos de buena conducta. Algunas incluso creen en lo que dicen, pero a la hora de la verdad, en medio de una competencia darwiniana, terminan vendiendo hasta a su propia madre.
Las multinacionales pagan poco o nada de impuestos. Crean sociedades de papel en paraĆsos fiscales y de esa manera evaden las obligaciones que tienen con los Estados en donde operan. SegĆŗn Pascal Saint-AmĆ”s, un economista de la OCDE, el 26% de la inversiĆ³n en la India viene de las islas Mauricio. Algunos Estados se parecen cada vez mĆ”s a esos paraĆsos: asĆ por ejemplo, por los PaĆses Bajos pasa un flujo de dinero tres veces mayor que su producciĆ³n total nacional (PIB). William Bourdon, cofundador de Sherpa, una asociaciĆ³n creada para defender a la gente contra los poderes econĆ³micos, dice que la Ćŗnica soluciĆ³n para evitar semejante desbarajuste es crear un tribunal internacional de justicia contra los crĆmenes econĆ³micos. Yo dirĆa que se necesita mĆ”s: hay que crear un Estado mundial que le ponga orden a todo esto, tal como ocurriĆ³ en el siglo XVI con la creaciĆ³n de los Estados modernos.
Y es que la situaciĆ³n actual se parecen mucho a la de los reyes de la edad media, que tenĆan el poder nominal, pero que, en la prĆ”ctica, estaban maniatados por sĆŗbditos mĆ”s poderosos que ellos.
Esto es todavĆa peor en los paĆses en donde el Estado nunca se consolidĆ³, como en Colombia, y donde, como van las cosas, con las multinacionales mineras cada vez mĆ”s presentes, saltaremos del medioevo al post-medioevo sin haber pasado nunca por la edad moderna.