Despolitizar lo esencial
Mauricio García Villegas abril 1, 2017
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En toda sociedad debe haber claridad sobre la diferencia entre lo que está dentro y lo que está fuera del debate político. Las decisiones que el Gobierno toma en asuntos económicos, educativos o de salud, por ejemplo, hacen parte de lo primero.
En toda sociedad debe haber claridad sobre la diferencia entre lo que está dentro y lo que está fuera del debate político. Las decisiones que el Gobierno toma en asuntos económicos, educativos o de salud, por ejemplo, hacen parte de lo primero.
La protección de los niños, la condena al homicidio y la defensa del
territorio nacional, en cambio, como son cosas esenciales para la vida y
no dependen de posiciones políticas, hacen parte de lo segundo.
Mientras más amplio es el ámbito de lo esencial y más fuerte es el
consenso, mejor le va a una sociedad, más se desarrolla y más sólida es
su democracia. En Colombia, el ámbito de lo esencial es muy estrecho.
Casi todos los temas terminan politizándose y ahondando la discordia.
Menciono dos hechos de actualidad, que son esenciales y que por eso
deberían estar por fuera del debate político: la vida de los líderes
populares y la lucha contra la corrupción. Desafortunadamente ambos
están politizados.
Según un informe reciente de Naciones Unidas, en el 2016 se cometieron
127 asesinatos de líderes y defensores de derechos humanos. Luego de
consultar otras fuentes, veo que en Colombia han sido asesinados, en
promedio, unos 120 líderes cada año desde 2010. ¿Cómo explicar que haya
tanta indolencia frente a esas muertes? Porque en Colombia se asocia a
los líderes populares con el conflicto armado y sus muertes son vistas
como parte normal del curso de una guerra. Ahí, en esa politización, se
origina la indolencia.
El repudio a la corrupción también es un hecho que debería suscitar un
fuerte consenso y estar por fuera del debate político. Después de todo,
se trata de un robo de los bienes públicos; algo que no tiene ninguna
justificación. Sin embargo, a pesar de la indignación que existe en la
población, la ciudadanía no logra sacar ese tema de las garras de los
políticos y apropiarse de él. Hoy vemos cómo candidatos en campaña
organizan una marcha para protestar contra hechos de los cuales ellos
mismos han sido protagonistas. Diablos haciendo hostias.
¿Qué hacer para fortalecer los consensos sobre las cosas esenciales?
Probablemente muchas cosas, pero en este momento se me ocurren dos:
Primero, condenar lo que podría llamarse el “síndrome del ojo tuerto”,
que consiste en ver el mal solamente del lado opuesto del espectro
político: la derecha democrática solo denuncia los crímenes y la
corrupción que comete la extrema izquierda ilegal (la guerrilla, por
ejemplo), mientras que la izquierda democrática solo denuncia los
crímenes y la corrupción de la extrema derecha ilegal (los
paramilitares, por ejemplo). Mientras los actores políticos sean
complacientes con la ilegalidad más cercana a sus fortines, e
inflexibles con la ilegalidad más lejana, las cosas esenciales, como la
vida y los bienes públicos, seguirán siendo objeto de apropiación y
manipulación política.
Y segundo, la ciudadanía debería tener un papel más activo en contra de
la apropiación que los políticos tradicionales hacen de los temas
esenciales. La sociedad civil debería levantarse y protestar contra la
politización de lo inhumano, de lo claramente indebido. El secuestro, el
asesinato y la corrupción, entre otras cosas, no pueden ser el
monopolio de ningún partido. Hay que defender, contra los políticos
tradicionales, un ámbito de consensos básicos y ajeno a la actividad
electoral.
No sé cuál de estas dos cosas es más lamentable: el hecho de que no
haya habido una marcha ciudadana contra los asesinatos de líderes y
defensores de derechos humanos, o el hecho de que la marcha de hoy,
contra la corrupción, no sea una marcha ciudadana sino una manifestación
organizada por políticos que tienen rabo de paja