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Las revelaciones de estas semanas mostraron que las campaƱas de Santos 2010 y Zuluaga 2014 recibieron financiaciones encubiertas de Odebrecht, que les permitieron violar los topes electorales.

Las revelaciones de estas semanas mostraron que las campaƱas de Santos 2010 y Zuluaga 2014 recibieron financiaciones encubiertas de Odebrecht, que les permitieron violar los topes electorales.

Desafortunadamente esto no es nuevo: la campaƱa para el referendo reeleccionista de Ɓlvaro Uribe incurriĆ³ en un vicio semejante pues tambiĆ©n triangulĆ³ donaciones empresariales y violĆ³ groseramente los topes electorales.

Estas ilegalidades son graves pues distorsionan profundamente la democracia.

Los lĆ­mites a los gastos electorales y a los montos de las contribuciones privadas o empresariales a las campaƱas tienen una finalidad profunda: evitar que tengan ventajas indebidas quienes consigan mĆ”s aportes financieros, especialmente de empresas y de ricos, a fin de que el acceso al poder polĆ­tico dependa de la voluntad ciudadana genuina y no del apoyo del poder econĆ³mico. Y es que si no se controla la influencia en las elecciones de ese ā€œpoderoso caballeroā€ que es ā€œdon dineroā€, segĆŗn el poema de Quevedo, la democracia deja de ser una democracia (el gobierno del pueblo) para convertirse en una plutocracia (el gobierno de los ricos).

En Estados Unidos, esa pelea se estĆ” perdiendo por la absurda jurisprudencia de su Corte Suprema, que en distintas sentencias ha anulado el tope a los gastos electorales (sentencia Buckley de 1976) y los lĆ­mites a los aportes que las empresas y las personas pueden hacer a las campaƱas (sentencias Citizen United de 2010 y McCutcheon de 2014). Su argumento es que una persona puede usar libremente su dinero para difundir su mensaje polĆ­tico, por lo que los topes electorales violan la libertad de expresiĆ³n. El resultado es que hoy en Estados Unidos las elecciones tienen costos astronĆ³micos y las empresas y los ricos aportan el dinero que quieren, lo cual les ha dado un poder comunicativo y polĆ­tico desmesurado. Ya no rige en la prĆ”ctica el principio democrĆ”tico ā€œuna persona un votoā€ sino el principio plutocrĆ”tico ā€œun dĆ³lar un votoā€ ĀæPodemos pues extraƱarnos que hoy sea presidente un billonario como Trump?

En Colombia no tenemos ese lĆ­o jurĆ­dico pues es claro, como lo ha seƱalado la Corte Constitucional, que pueden y deben existir lĆ­mites a los gastos electorales y al monto de las contribuciones privadas a las campaƱas. Pero el problema es que esos topes no son respetados y su incumplimiento es rara vez sancionado. Y una de las razones es que esa tarea le corresponde al Consejo Electoral, que no tiene la independencia requerida, pues sus ā€œmagistradosā€ son elegidos por los propios partidos, a quienes supuestamente deben controlar. ĀæPodemos extraƱarnos de que ese consejo no haga bien esa tarea?

Urge pues una cirugĆ­a profunda a la organizaciĆ³n electoral, para garantizar su independencia y para fortalecerla tĆ©cnicamente, para que pueda rastrear los gastos electorales y las donaciones y pueda sancionar efectivamente la violaciĆ³n de los topes. Todos los colombianos esperamos ansiosamente las propuestas de la MisiĆ³n Electoral Especial, creada por el Acuerdo de paz, para hacer recomendaciones en este campo.

De interĆ©s:Ā CorrupciĆ³n / Democracia

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