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Estaba convencido de que el carismático papa Francisco era doblemente infalible. Primero por ser papa, pues según el Concilio Vaticano I de 1870, el sumo pontífice no se equivoca, al menos cuando hace ciertas declaraciones en las que se supone que es asistido por el Espíritu Santo. Y segundo por ser argentino… pues al menos los argentinos creen que eso genera infalibilidad.

Estaba convencido de que el carismático papa Francisco era doblemente infalible. Primero por ser papa, pues según el Concilio Vaticano I de 1870, el sumo pontífice no se equivoca, al menos cuando hace ciertas declaraciones en las que se supone que es asistido por el Espíritu Santo. Y segundo por ser argentino… pues al menos los argentinos creen que eso genera infalibilidad.

Muchas de las primeras actuaciones de Francisco parecían confirmar su infalibilidad, pues mostraban un papa sencillo y abierto a asumir posiciones más humanas y comprensivas en temas, como la homosexualidad. Este renovador papa parece iluminado por el Espíritu Santo. Pero en el tema de drogas, Francisco ha hecho dos desafortunadas declaraciones, que muestran que también es humanamente falible, muy falible.
 
Primero, hace unos días, el papa, preocupado por el aumento del narcotráfico en Argentina, señaló que ojalá su país evitara la “mexicanización”, lo cual provocó protestas de parte de México. El papa se excusó y aclaró que no había querido ofender al pueblo mexicano. Y seguro que el papa Francisco no tuvo nunca esa intención. Pero eso no quita que se equivocó, aunque  su error fue otro: creer que si el narcotráfico masivamente entra en Argentina y genera una fuerte violencia y corrupción, eso es una “mexicanización”; o, como se decía antes, una “colombianización”.
 
El error consiste en creer que la violencia y la corrupción argentinas asociadas al narcotráfico derivarían de que Argentina adquirió, como por contagio, ciertos rasgos propios de México o Colombia. Pero en realidad la razón sería otra: que en Argentina se habrían desarrollado poderosas organizaciones narcotraficantes con enorme capacidad de violencia y corrupción. Y si eso ocurriera, la causa fundamental no la tendrían ni Colombia ni México, sino la existencia de la prohibición internacional de ciertas drogas como la marihuana o la cocaína, que no ha logrado reducir un ápice los problemas de abuso de estas sustancias, pero en cambio ha sido eficaz en generar una dinámica economía ilícita (el narcotráfico) con grandes potencialidades de violencia y corrupción.
 
Este primer error del papa está entonces asociado a su segundo error, que fue su declaración hace algunos meses contra la legalización de las drogas, con el argumento de que “la droga es un mal y ante el mal no se puede ceder ni tener compromisos”. Pero esta tesis es equivocada, pues las drogas no son per se malas, sino que el problema es su abuso; y la legalización, que no es la instauración de un mercado libre sino estrictamente controlado y regulado, es una manera de enfrentar esos abusos pero sin provocar los efectos perversos de la prohibición, como el narcotráfico.
 
Por eso, si el papa quiere evitar lo que él llama la “mexicanización” de Argentina, hay una salida obvia: legalizar las drogas. Ojalá el Espíritu Santo ilumine a este esperanzador papa para que repiense su posición frente a la prohibición de las drogas, que tanto mal y sufrimiento innecesario ha ocasionado.
 

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