Skip to content

| Adriana Abramovits

Lo contradictorio que fue hacer un evento de Naciones Unidas en un lugar que, por un lado, se muestra abierto y moderno, y por detrás replica dinámicas que validan el trabajo forzado y silencian sus voces de protesta.

Lo contradictorio que fue hacer un evento de Naciones Unidas en un lugar que, por un lado, se muestra abierto y moderno, y por detrás replica dinámicas que validan el trabajo forzado y silencian sus voces de protesta.

Dubai distópica: he sentido que todo lo que me gustó de su opulencia, es todo lo que debo cuestionar. Construyeron un referente del mundo moderno, pero el grueso de la población, proveniente de India, Bangladesh y Pakistán, que representa más del 80% de sus habitantes, viven en situaciones precarias. Un informe de Human Rights Watch documenta el ciclo de abusos que deja a los trabajadores migrantes endeudados, incapaces de defender sus derechos e incluso sin poder renunciar.

Este drama migratorio está estrechamente relacionado con las prácticas extractivas, cuyo auge llegó con el boom petrolero en los años 70, cuando se empezó a importar mano de obra extranjera que resultaba mucho más rentable que contratar emiratíes. En este emirato rige el sistema kafala o patrocinio que ata a los trabajadores migrantes a sus empleadores. Según Amnistía Internacional, en el sistema kafala los trabajadores no pueden cambiar de trabajo o abandonar el país sin la autorización de su patrocinador. La kafala ha sido descrita, en medios como la BBC, como un sistema próximo a la esclavitud.

La externalización de la clase trabajadora ha creado una distorsión demográfica: la mayoría está en edad laboral y hay tres hombres por cada mujer. Las migrantes empleadas bajo el sistema kafala no pueden tener relaciones sexuales, y si quedan embarazadas, aun como resultado de una violación, pueden ser deportadas o encarceladas. 

Las deportaciones resultan una figura recurrente, pues las autoridades de Dubái lo hacen con las personas que no encuentran trabajo en un lapso de 30 días, por lo que los migrantes, sin importar las condiciones en las que hayan llegado, deben aceptar un trabajo si planean quedarse. Sumado a esto, no existe un salario mínimo fijado por el Gobierno, todo se rige por oferta y demanda, lo que hace que el pago de la mano de obra sea incompatible con el lujo de la ciudad.

Este año, la COP28 se realizó en Dubai, específicamente en una locación llamada Expo City, conocida también como la ciudad del futuro, un lugar sacado de otra galaxia, y construido, por supuesto, por miles de trabajadores migrantes, que alegan haber sido sometidos a condiciones equivalentes al trabajo forzoso, situación que fue documentada por Freedom United, una ONG que trabaja por el fin de la esclavitud moderna. Desde Dejusticia, participamos en la COP28 como parte de las organizaciones del Sur Global que le hacen seguimiento a las peticiones de la sociedad civil, no sólo en términos de migración y trabajo decente, sino también para velar que los compromisos hacia una transición energética justa sea respetuosa de los derechos humanos. 

El Business & Human Rights Resource Centre, ha documentado las principales demandas en los espacios de trabajo, como la confiscación de pasaportes, turnos de 12 horas o más, retención de pagos y viviendas precarias, donde se alquilan las camas por lapsos de descanso.

Desde las altas esferas de poder tienen el descontento silenciado: se prohíbe y criminaliza la huelga social y la acción sindical. Incluso en la propia COP28, los reclamos de la sociedad civil estuvieron limitados por tiempos y espacios, con restricciones claras de palabras y términos que no se podían utilizar.

En una entrevista que pude hacerle al activista pakistaní Farooq Tariq, secretario general del Comité Kissan Rabita de Pakistán, una red de 26 organizaciones campesinas y miembro de la coalición de la plataforma internacional La Vía Campesina, señaló que los regímenes del Medio Oriente se caracterizan por la falta de garantías frente a la comunidad migrante, donde no se trata a los ciudadanos como iguales, ni se les garantizan los derechos básicos de una vivienda digna y acceso a un sistema de salud adecuado. En uno de los pocos espacios de manifestación dentro de la COP28 alzó su voz: ¡este lugar no sería nada sin los migrantes pakistaníes!

Dubai es el ejemplo vivo de que trabajo no significa riqueza. La nacionalidad es un privilegio, aunque los inmigrantes son mayoría. La élite migrante (proveniente de Europa y occidente) no se junta con los locales. No reclama derechos. Es un lugar de oportunidades solo para ellos. Más de 200 nacionalidades en una sola ciudad, una suma de personas de distintos países, ocupaciones y clases sociales. 

Lo único que la mayoría de ellos tienen en común es la temporalidad de su estancia, que no suele superar la década.

Todo para sostener un sistema quebrado por dentro, para soportar edificaciones gigantes, hoteles de lujo, grandes centros comerciales, asentamientos desérticos, a costa de qué… como dice una consigna que aprendí en la COP28, no hay justicia climática sin derechos humanos. Otro motivo que destapa lo contradictorio que fue hacer un evento de Naciones Unidas en un lugar que, por un lado, se muestra abierto y moderno, y por detrás replica dinámicas que validan el trabajo forzado y silencian sus voces de protesta. 





De interés: COP28 / justicia climatica

Powered by swapps
Scroll To Top