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“Jeff Bezos ganó en un cuarto de hora lo que un trabajador promedio gana en toda su vida”: Rodrigo Uprimny. | EFE

La riqueza desmedida de billonarios como Jeff Bezos, que ganan en minutos lo que un trabajador ganaría en toda su vida, es éticamente insostenible y socava la democracia, aunque sus innovaciones beneficien a la sociedad.

La riqueza desmedida de billonarios como Jeff Bezos, que ganan en minutos lo que un trabajador ganaría en toda su vida, es éticamente insostenible y socava la democracia, aunque sus innovaciones beneficien a la sociedad.

El 22 de febrero, Juan Carlos Echeverry publicó un panegírico (“Bezos y la desigualdad”) a la innovación empresarial de Jeff Bezos, el creador de Amazon y uno de los hombres más ricos del mundo. El texto pretende ser también una crítica severa y burlona a quienes nos preocupamos por la existencia de billonarios tan poderosos como Bezos. Por la importancia de Echeverry (exministro, exdecano en los Andes, expresidente de Ecopetrol y posible candidato presidencial), su artículo amerita un análisis.

Su tesis central es que la desigualdad, ocasionada por fortunas como las de Bezos, no es un problema por cuanto sus innovaciones benefician a la sociedad, aunque incrementen la desigualdad. Que a lo sumo podría después reducirse un poco la desigualdad con impuestos y transferencias, pero que no hay que limitar a estos innovadores, ya que la creación de la riqueza viene primero que la redistribución o basaremos la igualdad en volver a la pobreza.

Esta tesis es o banal (para redistribuir tiene que haber algo que distribuir, lo cual es una obviedad) o muy problemática: que no nos preocupemos por las desigualdades, incluso si son extremas, por cuanto lo importante es el crecimiento, que en el fondo es reeditar el desprestigiado Consenso de Washington de los noventas. Pero además Echeverry lo hace caricaturizando a quienes criticamos las desigualdades extremas.

Quienes defendemos visiones más igualitarias no negamos el ingenio empresarial de Bezos, o de otros billonarios como Musk o Gates. Tampoco cuestionamos que ciertas innovaciones ameritan ser premiadas monetariamente por cuanto sus autores en ocasiones (no siempre) asumen riesgos y logran transformaciones que en ocasiones (no siempre) benefician a la sociedad. Por eso tampoco criticamos que un empresario así pueda gozar de cierta riqueza y que entonces su innovación pueda generar alguna desigualdad.

Nuestra crítica (que no aparece en el texto de Echeverry) se dirige contra los beneficios astronómicos de billonarios como Bezos, que tienen ingresos y patrimonios que son miles de veces superiores a los del trabajador promedio. Hoy Bezos tiene 180.000 millones de dólares de patrimonio, que es aproximadamente la mitad del PIB anual de Colombia. Según ciertas estimaciones, el ingreso de un trabajador estadounidense promedio en toda su vida es de cerca de 2 millones de dólares, mientras que en 2023, según la revista Fortune, Bezos ganó 70.000 millones, que equivalen a 190 por día… Este billonario ganó en un cuarto de hora lo que un trabajador promedio gana en toda su vida.

Esos beneficios astronómicos y las groseras desigualdades que provocan son éticamente inaceptables. Nadie puede decir que el talento o el esfuerzo de Bezos son tan monumentalmente mayores a los del trabajador promedio que justifican semejantes disparidades. Se nos dirá entonces que la justificación deriva del beneficio colectivo que derivamos de esos billonarios, pero esa tesis no tiene sustento. Varios premios nobel de economía, como Stiglitz, Krugman o Deaton, han mostrado que las desigualdades extremas no son necesarias para un desarrollo vigoroso y tienen impactos negativos, por ejemplo, en movilidad social. Y políticamente es cada vez más evidente el peligro para la democracia que representan estos billonarios, sin controles adecuados, vinculados al poder político y que además controlan medios de comunicación, como Bezos, propietario del Washington Post.

Creo entonces que la mejor refutación al panegírico de Echeverry a Bezos es… el comportamiento del propio Bezos. No sólo Amazon ha sido sancionada en varias ocasiones por malas condiciones de trabajo (no todo ha sido la linda innovación) sino que, además, tres días después del artículo del exministro, el billonario Bezos limitó radicalmente la libertad de opinión en su diario, como lo mostré en mi última columna. Esta extrema concentración de la riqueza no es entonces inocente: está transformando las democracias en plutocracias.

De interés: Amazon / Desigualdad / Jeff Bezos / Riqueza

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