Economía y poesía
Mauricio García Villegas Diciembre 25, 2010
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WILLIAM OSPINA Y ALEJANDRO Gaviria son dos destacados intelectuales colombianos; poeta el primero y economista el segundo.
WILLIAM OSPINA Y ALEJANDRO Gaviria son dos destacados intelectuales colombianos; poeta el primero y economista el segundo.
WILLIAM OSPINA Y ALEJANDRO GA- viria son dos destacados intelectuales colombianos; poeta el primero y economista el segundo.
Ambos llevan años enfrentados en una pelea muy interesante sobre la realidad nacional. Los dos son escritores críticos, pero tienen al menos dos grandes diferencias: A Ospina le interesa el largo plazo y simpatiza con las causas de los indígenas y de los marginados. A Gaviria, en cambio, le interesa más el presente y no le gusta lo que él llama, la actitud “miserabilista” de los intelectuales de izquierda, los cuales les echan la culpa de todos nuestros males a los ricos y a las clases dirigentes de este país.
La última expresión de esta pelea intelectual tuvo lugar la semana pasada, en estas páginas, a propósito de la tragedia invernal. Ospina sostuvo que el desastre que vive hoy Colombia es el resultado de la destrucción de los conocimientos ancestrales que les permitían a las culturas indígenas vivir en armonía con la naturaleza. Los invasores españoles despreciaron el saber de los pueblos nativos, dice Ospina, y de allí, de la arrogancia de esa cultura invasora, vienen buena parte de nuestros males actuales.
Alejandro Gaviria, por su parte, dice que algunos de nuestros columnistas (Ospina entre ellos) son como los curas de la colonia que explicaban las tragedias por los “extravíos pecaminosos de nuestra sociedad”. Hemos caído en una especie de compulsión moralizante, dice, que ha sustituido las causas externas (la dureza del invierno actual, la sobrepoblación, la tensión entre desarrollo y medio ambiente, los costos y los beneficios) por los sermones y los golpes de pecho.
Me voy a meter en esta pelea y lo hago con dos comentarios breves. En primer lugar, creo que ambos tienen buenos argumentos para criticar a su opositor. Ospina tiene toda la razón en cuestionar las bases de nuestra civilización occidental (algo, por lo demás, típicamente occidental) y su manera de concebir el desarrollo. Tiene también razón en descalificar a los economistas que reducen todo el problema social a una cuenta de costos y beneficios entre actores racionales con intereses en conflicto. Además, hacer un juicio de responsabilidad contra gobernantes que planean mal, que desconocen la historia y que carecen de sentido crítico, no sólo es algo ajeno por completo a la “compulsión moralizante del sacerdote”, sino algo indispensable en nuestro medio.
De otra parte, creo que Gaviria acierta cuando descalifica esa inclinación, muy propia de la izquierda latinoamericana, a ver en los pobres o en los indígenas un dechado de virtudes que nos pueden sacar del atolladero en el que estamos. Los pobres no son más buenos ni más malos que los ricos (no faltaría más que, además de padecer la pobreza, tuvieran que ser buenos). Esa visión romántica de los miserables les hace más mal que bien a las causas progresistas que luchan por su emancipación. Decir que los indígenas eran unos ecologistas consumados es, si no una afirmación exagerada, por lo menos una comparación imposible.
Me parece que los argumentos opuestos de Ospina y de Gaviria no necesariamente se anulan, sino que se suman. Podemos tener una interpretación de la realidad nacional en donde aprendamos de las culturas indígenas sin que ello implique soñar con la recuperación de su pasado ilusorio; en donde las causas de los pobres no tengan que desconocer lo bueno que algunos gobernantes hacen y en donde sea posible que las cuentas de la economía se puedan alterar, al menos eventualmente, por las imágenes de la poesía.