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Cuando habla de “recuperar el espacio público”, Peñalosa utiliza un discurso de guerra que deshumaniza a los más vulnerables de la ciudad, y crea una mentalidad de “nosotros contra ellos”.

Cuando habla de “recuperar el espacio público”, Peñalosa utiliza un discurso de guerra que deshumaniza a los más vulnerables de la ciudad, y crea una mentalidad de “nosotros contra ellos”.

El alcalde Peñalosa habla mucho de crear una ciudad compartida que disfruten todos los bogotanos. Sin embargo, en su afán de hacer cumplir esta visión, utiliza tácticas que cuestionan si realmente quiere que Bogotá sea para todos.

Me refiero, en particular, a su preocupante discurso en contra de vendedores ambulantes y habitantes de calle. Cuando habla de “recuperar el espacio público”, Peñalosa explícitamente conecta a estas personas con la inseguridad, la delincuencia y la basura, y refiere a su trabajo con ellas como “operativos”. Es un discurso de guerra que deshumaniza a los más vulnerables de la ciudad, y crea una mentalidad de “nosotros contra ellos”. En este discurso, “nosotros” somos ciudadanos ideales que merecemos disfrutar el espacio público, mientras que “ellos” son personas peligrosas y criminales.

Después de desmontar el Bronx, el tema de los habitantes de calle se ha convertido en una polémica para el alcalde. En algún momento, al negar que hubiese más habitantes de calle en otras partes de la ciudad, comparó a estas personas con carros. Dijo, “es como cuando alguien compra un carro de cierta marca y color y de repente ve que hay cientos de carros iguales por toda la ciudad, solo que antes no los había visto”. Exhortó a los ciudadanos a que no les dieran ni comida ni apoyo diciendo que “tampoco hay que hacerles la vida fácil en la calle a los habitantes de calle”.

Esos comentarios son bastante alarmantes. Deshumanizan a los habitantes de calle; demuestran una impresionante falta de comprensión de sus circunstancias y de compasión hacia los más vulnerables. ¿De verdad cree el alcalde que vivir en la calle es fácil? ¿Cree que con negarles las sobras de un almuerzo van a encontrar un trabajo estable o un apartamento?

Pero, esta tendencia a deshumanizar a las personas que no encajan en su visión para Bogotá, no se limita a los habitantes de calle. Al principio de este mes, la policía desalojó 240 personas que vivían en un asentamiento informal en los cerros orientales siendo niños, casi 100. Las noticias se refirieron a estas personas como “invasores”, y a sus cambuches como “ocupaciones” y “viviendas ilegales”. La descripción de las fotos que la Alcaldía publicó en Facebook señala que “estaban cometiendo delitos contra el medio ambiente”. Si bien es cierto que los cambuches estaban en una zona protegida, la Alcaldía los pinta como criminales, cuando su “crimen” consiste en ser pobres y tratar de satisfacer su necesidad básica de refugio.

Otras fotos publicadas en Facebook muestran como la policía desalojó a unas personas que habían convertido en refugio una estructura subterránea de un puente en el norte de la ciudad. Claro, vivir en ese espacio no está permitido. Pero en vez de enfocar sus esfuerzos en resolver el problema de fondo (los bogotanos que no pueden acceder a una vivienda digna), el alcalde monta una estrategia mediática humillante para las personas que pierden su hogar y ven como el gobierno los expone públicamente en redes sociales.

Cuando habla de sus “operativos” para desalojar a los vendedores ambulantes, Peñalosa los asocia con criminalidad e inseguridad, además de un estorbo para los ciudadanos de bien que pasan por la zona. Aunque el alcalde afirma que el Ipes les ofrece alternativas, los vendedores aseguran que no hay suficientes puestos, y los que hay están en lugares desolados, donde difícilmente podrían ganarse el sustento. Para la administración esto importa poco, por lo cual los vendedores han tenido que recolectar firmas, último recurso para obligar al alcalde a ponerles la cara.

Este tipo de discurso deshumanizante legitima tratar a las personas más vulnerables, (habitantes de calle, vendedores ambulantes, trabajadoras sexuales, personas con adicciones o enfermedades mentales), como menos valiosas; personas que no merecen tener derechos ni compartir espacios con los demás. Estas ideas pueden culminar en acciones de limpieza social; lo que hace un poco más de dos años provocó el asesinato de Calidoso, una persona amable y respetuosa que vivía en una calle frente a la Universidad Javeriana.

No estoy siendo alarmista. Cada vez que la Alcaldía de Bogotá publica noticias o fotos sobre su más reciente “operativo” en Facebook o Twitter se ven comentarios de ciudadanos que se refieren a los habitantes de calle como una plaga, y a los vendedores ambulantes como un estorbo que hay que eliminar. Hace poco, la Personera Distrital denunció indicios de una limpieza social dirigida hacia los habitantes de calle por personas desconocidas.

 

No estoy en contra de la visión de Bogotá del alcalde. Pero la manera de lograrla no es a través de la estigmatización, criminalización, y deshumanización de las personas más vulnerables de la ciudad.

De interés: Habitantes de la calle

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