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Juan Pedro

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Hoy en día, las desapariciones forzadas siguen siendo utilizadas como arma política, no sólo en dictaduras como Venezuela, pero incluso en democracias, en los países sometidos a un conflicto interno y aquellos en transición política.

Hoy en día, las desapariciones forzadas siguen siendo utilizadas como arma política, no sólo en dictaduras como Venezuela, pero incluso en democracias, en los países sometidos a un conflicto interno y aquellos en transición política.

Alrededor de un centenar de miembros de la inteligencia venezolana vestidos de civil, la Guardia Nacional, la policía y grupos civiles armados irrumpen en el edificio, disparando la puerta. Un helicóptero vuela para asegurar el éxito de la operación de comando desde arriba. El «sospechoso» y las tres personas que están con él corren a la puerta de atrás para escapar la operación. Eluden con éxito a sus presuntos captores, excepto a uno. En segundos, los hombres armados rodean al desafortunado y le detienen. Más tarde, supuestamente lo llevan a una de las cárceles políticas más conocidas en la capital de Caracas- una imponente estructura piramidal que solía ser un icono del éxito económico de este país.

Esta historia podría bien ser la de fugitivos criminales que son perseguidos por la ley. Pero no lo es.

El «sospechoso» era el alcalde de un pueblo llamado Campo Elías en el estado de Mérida, Omar Lares. Las tres personas que estaban con él  eran su esposa y sus dos hijos. El edificio que los agentes dispararon no era un refugio abandonado para delincuentes. Era su casa. ¿Su supuesto crimen? Ser parte de la oposición política. Y la persona que se llevaron, Juan Pedro Lares, era uno de sus hijos. Al no poder capturar a su padre, se lo llevaron de todos modos para servir como un rehén político y asi forzar al Alcalde Lares a entregarse a un gobierno que ahora es ampliamente considerado una dictadura.

Una foto tomada de la captura real de Juan Pedro Lares en su casa.

 

Juan Pedro Lares es llevado por los operativos estatales armados.

 

Desde entonces, su madre, Ramona Colmenares Lares, ha viajado a cada lugar donde escucha rumores de que su hijo puede estar allí, incluyendo la prisión piramidal El Helicoide de Caracas. Ramona, estremeciéndose de miedo con cada negación que da el gobierno sobre el paradero de su hijo, ha tocado todas las puertas posibles: en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Colombia (ella y su hijo tiene nacionalidad colombiana), ONG de derechos humanos, oficinas gubernamentales y los medios de comunicación. Juan Pedro sólo tiene 23 años y su único crimen es ser hijo de su padre.

 

Foto del Helicoide. Credito: RO ___Garcia

 

Hace unos días, 14 días después de su captura, Juan Pedro fue finalmente localizado- una hazaña que rara vez se logra en este tipo de casos en Venezuela y que sólo se hizo posible por el trabajo duro y diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores de Colombia.

Cuando en Dejusticia recibimos la petición de apoyo al caso de nuestro socio, Provea, una de las ONGs más respetadas de derechos humanos en Venezuela, específicamente para contactar al Ministerio de Asuntos Exteriores en Colombia, un temor familiar de historias dolorosas me vino a la mente.

Cuando todavía trabajaba en las Filipinas, trabajaba un tema particular  – las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones forzadas. Eso fue todo lo que hice durante esos años. Trabajé en comunidades que tenían el mayor número de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones de provincias – desde la sierra, donde la insurgencia comunista seguía luchando, hasta islas paradisíacas aparentemente tranquilas donde el miedo a no volver a ser escuchado era una realidad constante. Pero la experiencia que me transformó durante esos años fue cuando viajé durante varios meses con dos mujeres – Edita Burgos , la madre del activista desaparecido, Jonas Burgos,Mary Aileen Bacalso, la directora de la Federación Asiática contra las Desapariciones Involuntarias, cuyo marido fue desaparecido – dando charlas alrededor de las Filipinas sobre el terror de estos crímenes. Aileen se ha convertido en una de las figuras icónicas de la causa, uniéndose con las madres de Argentina y otros países de América Latina cuyas familias fueron desaparecidas a manos de los dictadores de los años 60 hasta los años 80 en esa región, así como con otras familias en otras partes del mundo.

Estábamos al frente de auditorios llenos de estudiantes, profesores, lideres locales, oficiales militares y funcionarios de la policía, la mayoría de ellos preguntándose de que era que estábamos hablando. Filipinas fue sometido a una brutal dictadura entre 1972 y 198 1 bajo Ferdinand Marcos, cuando cientos de personas fueron desaparecidas y asesinadas. Desde que Marcos fue expulsado a través de una revuelta sin sangre, los Filipinos habían asumido que de alguna manera esos crímenes se habían detenido. Pero, de hecho, los números eran aún mayores en la actualidad cuando el país había sido una democracia vibrante durante décadas.

La señora B, como llamabamos cariñosamente a Edita Burgos, repetiría la misma historia dolorosa sobre como secuestraron a su hijo en plena luz del día en un centro comercial, como su hija seguía preguntando cada Navidad dónde estaba su papá, y cómo, la señora B se había convertido de viuda y ama de casa a una luchadora buscando a generales militares para exigir la verdad sobre su hijo, marchando en protestas en las calles de Manila, y hablando ante los parlamentarios de Europa y la ONU, pidiéndoles que encontraran a su hijo. Pensé, el dolor y la pérdida pueden convertir a cualquiera en un luchador.

Lloraba cada vez que la escuchaba hablar. Yo había llegado a memorizar la historia, pero cada vez, el dolor se hundía en mi alma con más profundidad, llevando consigo una parte de mí. Y pensé, ni siquiera soy su madre.

La señora B hablaba con voz baja, sin pretensiones, expresando la calma de una mujer cuyas cicatrices eran más profundas que lo que cualquier herida podía infligir. Hoy, 10 años más tarde, con un nieto adulto y cientos de charlas y llamados internacionales, Jonas todavía sigue desaparecido. La señora B diría que sólo quiere saber dónde está su hijo, para que pueda enterrarlo adecuadamente. Pero incluso esa dolorosa petición – la de poder enterrar a su propio hijo – es negada.

Hoy en día alrededor del mundo, las desapariciones forzadas siguen siendo utilizadas como arma política, no sólo en dictaduras como Venezuela, pero incluso en democracias, en los países sometidos a un conflicto interno y aquellos en transición de regímenes autocráticos o de ocupación. El Grupo de Trabajo de la ONU sobre las Desapariciones Forzadas reportó alrededor de 43.000 casos de 88 países en 2014, e incluso entonces, muchos casos no se denuncian. Muchas madres como la Sra. B continúan su búsqueda. Vivir por la vida sin saber si su ser querido está todavía vivo, tal vez en algún lugar siendo torturado, por el simple delito de tener una mente independiente o ser el hijo de su padre, es quizás una de las formas más terribles de dolor que uno puede vivir.

Eso es lo que hace que las desapariciones forzadas sean herramientas efectivas de poder político en cualquier país, porque no sólo afecta a las familias y las deja en un estado permanente de anhelo, pero aterrorizan a toda una sociedad y se les avisa de que en caso de que se atrevan a pensar de forma diferente o estén relacionados con alguien que lo hace, pueden ser raptados, en la oscuridad de la noche, para desaparecer en un vacío que nadie más puede alcanzar.

En el momento de escribir estas líneas, Juan Pedro había sido finalmente localizado, pero permanece encerrado en la cárcel por un crimen que ni el gobierno puede precisar. Su madre puede saber dónde está, pero dado que la gente puede permanecer encerrada durante años en Venezuela sin ninguna razón, su lucha por respuestas parece tener sólo un comienzo.

 

***

 

Creo que Jonas está vivo. Es difícil, porque si esta vivo entonces estaría en un lugar donde no es libre,  pasando por horrores impensables. Tortura. Simplemente ser colocado dentro de una celda, y no ser capaz de salir a ver a su familia es suficiente tortura, pero pasar por la tortura física es terrible. Pero mi hijo Jonas siempre fue tan decidido. Era persistente. Así que si él está vivo, y él sabe que todos lo estamos buscando, tendría la fuerza para seguir adelante.

Creo que no es sólo el hijo de su padre; él es también el hijo de su madre, que tiene mi misma fe.

– Edita Burgos

 

Foto destacada:  Pablo Flores

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