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extraño campesinado

Suponiendo que sólo se use la mitad del predio, y que el promedio de capacidad de carga bovina en la Amazonía es de 0.8 unidades de ganado por ha./año, una familia debería tener entre 671 y 908 vacas para sostenerse. En otras regiones esa cantidad de vacas sólo las tendría un gran terrateniente. | Joédson Alves, EFE

Para resolver estos enredos del extraño campesinado amazónico, se requieren políticas que sean sensibles al complejo contexto de esta región. El Censo Campesino puede ser un aporte en esta tarea.

Para resolver estos enredos del extraño campesinado amazónico, se requieren políticas que sean sensibles al complejo contexto de esta región. El Censo Campesino puede ser un aporte en esta tarea.

Cuando se habla sobre los campesinos de la amazonia, se corre el riesgo de usar criterios engañosos y hasta caer en prejuicios, si no se comprende la complejidad de esta región. Muchos estamos cayendo en este error, en las audiencias de seguimiento a la Sentencia STC-4360, que declaró la Amazonía como sujeto de derechos.

La oficina jurídica de Parques, cayó en los prejuicios. Para justificar la intimidación de campesinos con operativos de captura y judicialización en los Parques Naturales, definió a los capturados como sujetos perversos: contaron que tenían escopetas, había una garra y una piel de jaguar en las viviendas intervenidas y, además, “trataban a sus hijos prácticamente como animales” porque los menores capturados no tenían registro civil, ni vacunas ni educación formal.

Pero este discurso es engañoso, porque no comprende que la mayoría de estas familias ha llegado a sobrevivir en la Amazonía, por múltiples procesos de expulsión, violencia y desigualdad, de allí que imputarle esto sólo a los padres es obtuso. Es bastante probable que los niños y jóvenes que capturan en estos operativos no tengan sus derechos garantizados: según el Censo Nacional Agropecuario de 2014 (también desactualizado), el 65% de la gente que se encuentra en los Parques están en condiciones de pobreza multidimensional (inasistencia escolar, no-afiliación a salud, entre otras). Además, no es raro tener escopetas y pieles de animales salvajes en la casa cuando se vive al lado de la selva; lo que no quiere decir que se esté depredando la fauna. Esto lo muestra Daniel Ruiz, en una etnografía sobre los campesinos de la Macarena: los campesinos, aunque por un tiempo dependieron de la caza, debían cuidarse de no sobre-cazar porque corrían el peligro de ser embrujados por el bosque.


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Otro criterio desorientador, que se usó en las audiencias para distinguir entre “campesinos” y “grandes ganaderos”, es la cantidad de vacas por finca. Para el gobierno algunos de los capturados en operativos anti-deforestación “no son simples campesinos”, porque se incautaron entre 40 y 400 reses incautadas. Pero este criterio es engañoso porque: primero, la productividad del suelo en la amazonía es muy baja, por lo que una familia campesina no puede recibir ingresos suficientes para sostenerse con “una o dos vacas”; y segundo, en esta región existe la práctica de celebrar acuerdos de levante en asocio, en el cual un productor encarga el engorde y la reproducción de sus vacas a la finca de otro productor, para después repartirse las ganancias; por esto, un campesino puede tener muchas más vacas de las que tendría por cuenta propia.

Si se usa criterios más precisos, como las Unidades Agrícolas Familiares —UAF— (tierra que necesita una familia para sostenerse), el resultado puede ser extraño para quien no esté acostumbrado a la ganadería amazónica. Usando como referencia las UAF de los 90, tendríamos que una finca campesina esta entre 1677 y 2269 hectáreas en los Llanos del Yarí (región altamente deforestada). Suponiendo que sólo se use la mitad del predio, y que el promedio de capacidad de carga bovina en la Amazonía es de 0.8 unidades de ganado por ha./año, una familia debería tener entre 671 y 908 vacas para sostenerse. En otras regiones esa cantidad de vacas sólo las tendría un gran terrateniente.

Finalmente, quienes pretendemos defender campesinos proponiendo un enfoque menos arbitrario en las políticas anti-deforestación, también solemos caer en nociones muy reducidas del campesinado amazónico. Los definimos como “los eslabones más débiles de la cadena” o “pequeños campesinos”, para resaltar su vulnerabilidad y arraigo a las zonas que habitan. Pero esto desconoce que la población rural amazónica está mucho más fragmentadas de lo que nos gustaría. Ha habido profundos procesos de diferenciación económica que resultan en divisiones entre campesinos pobres, medios y ricos; y, además, una gran masa de trabajadores migrantes que dependen de la ganadería y la coca amazónica, cuya voz se ve silenciada porque preferimos la seguridad de defender comunidades estables y arraigadas en un lugar y en una sola identidad.

Para resolver estos enredos del extraño campesinado amazónico, se requieren políticas que sean sensibles al complejo contexto de esta región. El Censo Campesino puede ser un aporte en esta tarea. También Parques Nacionales tiene avances en sus procesos de caracterización de las familias campesinas con las que hacen acuerdos de conservación. Pero debe haber una instancia que unifique estos esfuerzos para que informen el debate y la política anti-deforestación… porque se siguen implementando medidas descontextualizadas que pueden empeorar los problemas de la Amazonía.

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