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Atul Gawande, el notable cirujano-periodista, publicó hace poco “El heroísmo de los tratamientos incrementales”, una tremenda crónica sobre los verdaderos héroes de su profesión (los médicos que salvan más vidas), que bien podría haber escrito sobre los héroes de tragedias como la de Mocoa.

Atul Gawande, el notable cirujano-periodista, publicó hace poco “El heroísmo de los tratamientos incrementales”, una tremenda crónica sobre los verdaderos héroes de su profesión (los médicos que salvan más vidas), que bien podría haber escrito sobre los héroes de tragedias como la de Mocoa.

La épica es el género de las historias convencionales sobre la vida y la muerte, en la medicina tanto como en el periodismo sobre desastres. Igual que hace dos años en Salgar, los titulares sobre Mocoa exaltan los héroes del día después, los rescatistas valerosos que salvaron vidas y los funcionarios que acudieron velozmente al sitio. Lo mismo en la medicina: la atención y el prestigio van para los cirujanos como Gawande, que algunas veces consiguen vencer a la muerte en cuestión de minutos cuando no queda otro recurso.

Pero la épica, tan valiosa en la literatura, no es una buena guía para resolver problemas sociales. Hoy se sabe que el cuidado preventivo agrega muchos más años de vida saludable, a un mejor costo, que los tratamientos tardíos. Los héroes del sistema de salud son los médicos generalistas, no los cirujanos.

También, en las políticas públicas, las acciones preventivas, graduales y silenciosas funcionan mucho mejor que las intervenciones espectaculares que llegan cuando el daño está hecho, como en Mocoa. Los verdaderos héroes en Colombia, los que merecen, pero no reciben la atención mediática y ciudadana, son los que advierten los riesgos antes de que llegue la catástrofe: los funcionarios del IDEAM que vienen publicando mapas de riesgo de avalanchas con puntos rojos por todo el país sin que se les escuche; los científicos que habían avisado del riesgo en Salgar y en Mocoa, y ahora advierten que hay más de 300 municipios en situación similar; las comunidades y autoridades locales que reforestan y protegen los cursos de agua para evitar la erosión, como en Cajamarca y Pijao.

Si prevenir vale más que lamentar, ¿por qué asistimos a la misma crónica de muertes anunciadas cada invierno? ¿Por qué hay recursos disponibles para reconstruir Mocoa a las carreras, pero nunca hubo para las inversiones mucho menores que habrían evitado o mitigado la avalancha? Por una razón sencilla: porque los anuncios de obras y las cámaras que ruedan sin parar en Mocoa producen réditos políticos y mediáticos, mientras que las inversiones preventivas no dan ni votos ni rating. Probablemente habría sido mejor para el país que el exvicepresidente Vargas Lleras no se hubiera centrado en inaugurar obras, sino en actualizar los POT, mantener la infraestructura existente y prevenir desastres. Pero eso no le habría dado un voto.

Los problemas sociales son más parecidos a las enfermedades crónicas que a los accidentes catastróficos. Necesitan seguimiento regular y ajustes puntuales. Por eso, además de apoyar a Mocoa, desde ya hay que monitorear los otros municipios con riesgos similares y amplificar la voz de los héroes anónimos de la prevención. Reconforta ver que algunos medios y organizaciones lo están comenzando a hacer.

De interés: Medio Ambiente

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