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Mucho se ha debatido sobre cuál es el mejor acuerdo de paz posible. Humberto de la Calle dijo que el anterior y ahora sostiene que el nuevo. Los sectores más escépticos del No dicen que ni uno ni otro.

Mucho se ha debatido sobre cuál es el mejor acuerdo de paz posible. Humberto de la Calle dijo que el anterior y ahora sostiene que el nuevo. Los sectores más escépticos del No dicen que ni uno ni otro.

Creo que este es uno de esos casos donde la respuesta se aclara si se
descompone en sus partes. El mejor acuerdo posible es el que cumpla las
tres condiciones, es decir, que sea un pacto, que sea sólido política y
jurídicamente y que sea viable en los dos sentidos. Parecen condiciones
de Perogrullo, pero no lo son cuando se usan para comparar el nuevo
texto con el anterior.

La primera se les escapa a algunos críticos
del proceso de paz: que haya acuerdo. Algunas de las peticiones del No
simplemente habrían acabado el proceso, como eliminar la justicia
transicional representada en la Jurisdicción Especial para la Paz, que
ha sido un componente central en todos los pactos de paz contemporáneos.
La renegociación consistía en incorporar al máximo las críticas del No
–muchas de ellas razonables y útiles–, pero sin romper la salida
negociada al conflicto. Eso lo alcanza el acuerdo del sábado.

¿Es
mejor el nuevo pacto? Creo que hay un aspecto en el que
indiscutiblemente lo es: la precisión de las reglas de juego. Muchas de
las críticas sólidas del No tenían que ver con vacíos, imprecisiones y
silencios del acuerdo original en asuntos vitales, como las condiciones
de restricción de libertad de los responsables de los delitos más
graves, las normas jurídicas que se les aplicarán y el límite a la
duración de la justicia especial de paz. No son asuntos menores ni
“maquillaje”: son algunas de las condiciones en las que más insistieron
los críticos y que fueron plenamente acogidas en el nuevo texto.

En
cuanto a las reglas nuevas, hay avances y retrocesos. No alcanzo aquí a
recoger el inventario detallado de los avances que hice en Semana.com
y Twitter, pero sí a decir que hay muchos e importantes, como no
incorporar todo el acuerdo al bloque de constitucionalidad y establecer
el deber de las Farc de revelar y contribuir con sus bienes a la
reparación de las víctimas, todos extraídos de las propuestas del No.
Entre los retrocesos están que el catastro ya no será la base para los
impuestos rurales que son esenciales para cualquier Estado moderno.

Pero
la prueba central para saber si el pacto es mejor es de tipo político,
no jurídico. Tras el plebiscito, el mejor acuerdo es el que también
logre el respaldo más amplio de todos los sectores. Por eso fue
alentador el proceso de negociación amplio de las últimas semanas. Por
eso también creo que habría sido preferible darles a conocer el nuevo
acuerdo a los líderes del No antes de publicarlo. Y ahora es esencial
hacer un último esfuerzo para sumar su respaldo a una posible
refrendación en el Congreso, teniendo en cuenta que el texto incorpora
buena parte de sus propuestas.

Pero hay que recordar la última
condición: que el acuerdo sea posible. Me viene a la mente el consejo
que damos muchos profesores a los estudiantes que llevan años trabajando
en una tesis: la tesis perfecta es la tesis terminada. El mejor acuerdo
también es el que termine la guerra ya y evite el riesgo inminente de
una nueva.

De interés: Acuerdo de paz / Democracia

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