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Nuestro país mantiene niveles de crimen y violencia inaceptables para una democracia. | EFE

El crimen en América Latina se convirtió en un negocio multifacético, a veces transnacional, a veces puramente local. En unos casos, se trata de la provisión de bienes legales pero a través de redes delincuenciales. En otros casos, son mercados totalmente ilícitos, como el narcotráfico.

El crimen en América Latina se convirtió en un negocio multifacético, a veces transnacional, a veces puramente local. En unos casos, se trata de la provisión de bienes legales pero a través de redes delincuenciales. En otros casos, son mercados totalmente ilícitos, como el narcotráfico.

Así se llama un libro reciente del sociólogo argentino Marcelo Bergman, una lectura obligada para quienes quieran comprender y enfrentar mejor uno de nuestros problemas esenciales en América Latina: el incremento de la violencia y del delito.

Con claridad conceptual e información sistemática, Bergman constata que el crimen y la violencia en América Latina han crecido en los últimos 25 años, lo cual sustenta con sólidas estadísticas: aumento en las tasas de victimización, incremento del robo de automóviles y aumento de las tasas de homicidio.

Bergman muestra, además, que este incremento del crimen es específico de América Latina, pues no se ha dado en otras regiones como Europa, Norteamérica o Asia, y ha afectado a todos los países de la región, aunque con distintas intensidades: hay países que siguen siendo muchos más violentos e inseguros, como México o Colombia, y otros mucho más seguros y pacíficos, como los del Cono Sur, pero en todos ha habido incrementos de la delincuencia, con excepción de Colombia, que mejoró. Sin embargo, como dice Bergman, de todos modos, nuestro país mantiene niveles de crimen y violencia inaceptables para una democracia.

A partir de esta constatación, Bergman se interroga: ¿qué explica ese incremento de la delincuencia y la violencia? La respuesta no es fácil, pues este período ha sido de buen crecimiento económico en la región gracias a la bonanza de las materias primas, por lo cual la pobreza y la desigualdad se redujeron, a pesar de las políticas neoliberales, sin que esto signifique que América Latina haya dejado de ser muy desigual, pero esta se redujo. Además, en estos años, nuestros países vivieron en general en democracias, pese a dolorosas regresiones autoritarias, como en Venezuela. Las teorías explicativas clásicas del crimen, como las que señalan que su incremento deriva del aumento de las privaciones o de las desigualdades, no parecen entonces encajar.

La respuesta de Bergman es que estos aumentos se explican porque el crimen en la región se convirtió en un negocio multifacético, a veces transnacional, a veces puramente local. En unos casos, se trata de la provisión de bienes legales pero a través de redes delincuenciales, como la venta de celulares hurtados o de repuestos de autos robados y desguazados. En otros casos, son mercados totalmente ilícitos, como el narcotráfico, que ha tenido un evidente papel dinamizador en la expansión y estructuración del negocio del crimen en la región. Esto resulta de la articulación de redes ilegales con instancias legales frente a la incapacidad de los Estados, y en particular de la Policía y de los sistemas judiciales, para controlar esta expansión criminal.

Esto es particularmente grave cuando pasamos de entornos de baja criminalidad, como en el Cono Sur, a entornos de alta criminalidad, como México, Guatemala o Colombia. Esta distinción analítica es fundamental, por cuanto una de las tesis esenciales de Bergman es que las políticas que son eficaces en un entorno de baja criminalidad, como incrementar el encarcelamiento, pueden ser ineficaces, o incluso contraproducentes, en entornos de alta criminalidad. Precisamente una de las partes más impactantes de su libro es su capítulo sobre la “triste historia de las prisiones”, que muestra la tragedia del recurso al encarcelamiento masivo en nuestra región. Y por eso, sin dejar de aprender del análisis comparado, hay que ser muy cuidadoso en trasladar estrategias de un país a otro.

En definitiva, un libro imprescindible para comprender y enfrentar más lúcidamente los problemas de seguridad en nuestra región.

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