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Hay dos formas de leer el momento planetario que se inaugura hoy con Trump presidente. Una posibilidad es que sea una oscilación periódica del péndulo político, dentro de los contornos básicos del orden mundial vigente desde 1945.

Hay dos formas de leer el momento planetario que se inaugura hoy con Trump presidente. Una posibilidad es que sea una oscilación periódica del péndulo político, dentro de los contornos básicos del orden mundial vigente desde 1945.

La ola populista-nacionalista que Trump corona sería el giro en el sentido opuesto —hacia adentro y hacia la derecha— del mismo péndulo que en 1989 viró con fuerza hacia la globalización de la economía y la democracia liberal. Pero los tres momentos (1945, 1989 y 2017) estarían inscritos en el mismo régimen global, el que puso fin a la segunda guerra mundial con la Pax Americana, la Unión Europea y el paquete imperfecto y selectivo de derechos humanos internacionales.

La otra lectura es que nos adentramos en una nueva época, con efectos de largo plazo. Las señales de declive del momento liberal –Brexit; la rebelión creciente contra la UE, la ONU y la Corte Penal Internacional; la incertidumbre sobre la OTAN; la proliferación de gobiernos autoritarios— apuntarían al despegue de una era distinta, que el historiador Yuval Harari llama “el momento Trump”. No es un “nuevo orden mundial”, como bautizó Bush Jr. su cruzada bélica global, indefendible pero sujeta al guión geopolítico de la Pax Americana. Si Trump tiene guión, es uno muy distinto. Comparado con el anterior, el suyo sería el momento del desorden mundial.

El nacimiento de un nuevo orden, tanto como el de un nuevo desorden, provoca esa incertidumbre visceral que se volvió la marca de estos días: la angustia posterior a las elecciones y referendos alucinantes del año pasado, el nerviosismo de los mercados, ese frío que baja raudo del pecho a la boca del estómago cuando se agota el conteo regresivo hacia la posesión de Trump.

Desde mañana sabremos cuál es la lectura correcta. Aunque quisiera pensar que es la primera, me temo que la segunda tiene más asidero en las declaraciones, las intenciones y los nombramientos de Trump. Prefiero seguir los consejos de los intelectuales y activistas que se han enfrentado a otros líderes nacionalistas y populistas, desde Modi en India hasta Maduro en Venezuela y Erdogan en Turquía.

La primera recomendación es que hay que creerles lo que prometen, como escribió la periodista rusa Masha Green, perseguida sin piedad por el régimen de Putin por sus opiniones. La segunda es que no hay que confiarse en las pequeñas señales de normalidad, como uno que otro nombramiento moderado. El tercer consejo de Green es que es mejor no asumir que las instituciones democráticas nos salvarán, porque pueden ser erosionadas poco a poco, en EE. UU. tanto como lo han sido en otros países.

No todo es negativo. Si en realidad estamos a las puertas de un nuevo desorden mundial, la incertidumbre resultante puede ser propicia para incubar ideas e instituciones más igualitarias y democráticas que las que fueron posibles en los confines del orden anterior. Por ejemplo, el estado de bienestar fue posible porque triunfaron nuevas ideas formuladas en medio de la incertidumbre de la segunda posguerra, como mostró el sociólogo Mark Blyth.

Da miedo, sin duda. Pero tampoco hay que perder la esperanza.

*Director de Dejusticia. @CesaRodriGaravi

De interés: Estados Unidos / Trump / globalización

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