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Hay un poema célebre, atribuido de manera errónea a Jorge Luis Borges, que dice lo siguiente: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida,/ en la próxima trataría de cometer más errores./ No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más./ […] tendría más problemas reales y menos imaginarios”. El poema no es muy bueno, pero habla de algo cierto y es la facilidad con la cual los seres humanos nos despistamos cuando intentamos hacer la distinción entre lo que vale la pena y lo que no vale la pena.

Hay un poema célebre, atribuido de manera errónea a Jorge Luis Borges, que dice lo siguiente: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida,/ en la próxima trataría de cometer más errores./ No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más./ […] tendría más problemas reales y menos imaginarios”. El poema no es muy bueno, pero habla de algo cierto y es la facilidad con la cual los seres humanos nos despistamos cuando intentamos hacer la distinción entre lo que vale la pena y lo que no vale la pena.

No solo las personas tienen esta dificultad para establecer un orden de prioridades. Las sociedades, y en particular sus clases dirigentes, también la tienen y en mayor medida. Digo esto después de leer un informe, publicado el mes pasado en la revista Science Advance, sobre el deterioro biológico del planeta. Si tuviéramos un sentido adecuado de las prioridades, pienso yo, hoy se estaría hablando de esta publicación en todo el mundo y de qué hacer al respecto

El informe recoge una serie de libros e investigaciones recientes, entre ellas una adelantada por el afamado profesor de Stanford Paul Ehrlich, en el cual se sostiene que “estamos entrando en la sexta gran extinción masiva de especies animales”. El planeta ha sufrido cinco grandes eventos de este tipo. El primero ocurrió hace 443 millones de años, como consecuencia de una glaciación devastadora. La última tuvo lugar hace 65 millones de años y fue ocasionada por un asteroide que impactó la tierra causando, entre otras, la desaparición de los dinosaurios.

Las cinco extinciones previas fueron ocasionadas por fenómenos naturales. La actual, en cambio, es el resultado de la acción de una sola especie animal, el homo sapiens. No solo los continentes han sido biológicamente devastados por el uso masivo de insecticidas, por la deforestación y por la invasión indiscriminada de monocultivos destinados a la alimentación, sino también los océanos, en donde los peces, sobre todo los de gran tamaño, son cada día más escasos. Se calcula que, en términos de masa, los humanos representan hoy la tercera parte de los vertebrados del planeta. Los animales destinados al consumo humano —cerdos, gallinas, ganado, etc.— representan, por su lado, la mayor porción de las dos terceras partes restantes. Los animales salvajes, en cambio, no alcanzan el 5% de esa masa biológica.

La devastación animal es solo una parte del problema. Según un informe de la NASA, publicado también el mes pasado, 21 de los 37 mayores sistemas acuíferos del planeta están a punto de desaparecer. Sólo en China, más de la mitad de los ríos han desaparecido desde 1990. El mar Aral, que era el cuarto lago más grande del mundo, y el lago Chad, que era el sexto más grande, están prácticamente secos como consecuencia de la sobreirrigación de cultivos.

Ante semejante panorama la mayoría de los científicos cree que si no se toman pronto medidas drásticas para detener el deterioro biológico, la sexta extinción terminará incluyendo al homo sapiens.

Es verdad que esta no es la primera vez que aparecen voces apocalípticas en la historia de la humanidad. Pero esta sí es la primera vez que ellas vienen esencialmente del mundo científico, no de profetas, políticos o moralistas.

Me imagino a un extraterrestre que pudiera darnos un consejo sobre el futuro del planeta; alguien que fuera neutral, desinteresado y que no tuviera nuestra miopía cognitiva para ver el largo plazo. Tal vez su consejo diría, parafraseando al falso Borges, algo así como esto: deberíamos hacer menos guerras y salvar más ríos, consumir menos basura y disfrutar más atardeceres; comer menos carne y montar más en bicicleta, etc.

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