El planeta entre corchetes
César Rodríguez Garavito diciembre 11, 2015
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Aquí en la cumbre de cambio climático de París, el futuro del planeta está entre corchetes.
Aquí en la cumbre de cambio climático de París, el futuro del planeta está entre corchetes.
A un día del cierre de la cumbre, el texto del posible acuerdo es un bosque de corchetes que enmarcan las opciones de palabras y frases clave que los delegados todavía discuten.
Increíblemente, hay duda sobre si los efectos del cambio climático en los [derechos humanos] y la [equidad de género] reciben una mención en el texto. También pende de un hilo la alusión a los [derechos de las generaciones futuras], las que sufrirán las peores consecuencias del cambio climático si las precarias promesas de reducción de emisiones de carbono que los países han hecho aquí nos llevan más allá de los dos grados centígrados de calentamiento, el límite que los científicos han fijado entre lo grave y lo desastroso. Del lado positivo, sorpresivamente tomó vuelo la opción más ambiciosa de apuntarle a un máximo de 1.5 grados de calentamiento, aunque el texto trae las dos opciones [1,5°] [2,0°] entre los consabidos signos.
Pero lo que tiene en vilo el pacto son los múltiples corchetes que rodean las secciones sobre los dos temas definitivos: la [financiación de] [asistencia a] las medidas urgentes que serán necesarias para hacer el tránsito a energías limpias, y el [monitoreo] [seguimiento] del cumplimiento de las metas propuestas por cada país.
Se trata de las dos caras de la moneda del pulso entre los países decisivos del Norte y el Sur globales. La cara de la financiación consiste en definir si los países ricos, responsables de la mayoría de las emisiones históricas de carbono, pagarán los programas que deberán implementar los países pobres para no seguir la misma senda de desarrollo contaminante. Un ejemplo relevante es el programa acordado entre Colombia, Noruega, Reino Unido y Alemania, mediante el cual nuestro país recibirá $100 millones de dólares a cambio de preservar los bosques de la Amazonia y eliminar la deforestación neta. Mientras los países del Sur proponen textos atinados que hacen estos pagos [obligaciones vinculantes], los europeos y los norteamericanos prefieren [contribuciones voluntarias].
La otra cara es el monitoreo, donde las opciones entre [obligaciones vinculantes] y [contribuciones voluntarias] son las inversas. Países como India y China se resisten a un monitoreo estricto del cumplimiento de sus promesas, mientras que Europa y EE. UU. quieren, con razón, una verificación seria.
Todo indicaba que de París saldría un acuerdo, pero ahora estamos, como en Lima el año pasado, entrando a tiempo extra y en la cuerda floja. El planeta necesita un pacto. Pero independientemente de si se alcanza, las acciones relevantes y las oportunidades para la presión ciudadana no estarán en París, sino en los lugares donde se deberán implementar las promesas (como Bogotá o Leticia, en el caso del acuerdo sobre deforestación). Al menos eso no está entre corchetes.