El presidente y los campesinos
Mauricio GarcĆa Villegas Febrero 10, 2012
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Juan Manuel Santos no es el primer presidente de Colombia que se propone modernizar el paĆs con un programa de entrega de tierra a los campesinos.
Juan Manuel Santos no es el primer presidente de Colombia que se propone modernizar el paĆs con un programa de entrega de tierra a los campesinos.
Otros, como Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo, tambiĆ©n pensaron que Colombia no podĆa avanzar hacia el desarrollo, ni ser un paĆs decente, mientras subsistiera esa oprobiosa estructura feudal de la propiedad que heredamos de la colonia.
Tanto López como Lleras eran conscientes de que la devolución de la tierra a los campesinos no era cosa fĆ”cil. SabĆan que en esa tarea debĆan enfrentarse a dos enemigos poderosos. En primer lugar, a los voceros de la extrema derecha, con sus tentĆ”culos extendidos desde las planicies de la Costa AtlĆ”ntica hasta los salones de la oligarquĆa bogotana, pasando por los oratorios de la Iglesia Católica y las sedes de los partidos tradicionales. En segundo lugar, a los polĆticos clientelistas, adueƱados del poder regional en los departamentos en donde habĆa que adelantar la devolución de tierras. Nadie encarnó mejor a estos dos enemigos de la modernidad como Laureano Gómez y Julio Cesar Turbay Ayala.
Por eso López y Lleras eran conscientes de que debĆan encontrar apoyos mĆ”s allĆ” de los partidos tradicionales, en el pueblo campesino. Ā«Muy difĆcilmente puede hacerse una revolución sin la decisión fuerte del pueblo para lograrlaĀ», decĆa el presidente López en una manifestación del 1Āŗ de mayo, mientras la clase trabajadora desfilaba frente al Palacio presidencial y le gritaba ācompaƱeroā al jefe de Estado. Treinta aƱos mĆ”s tarde, Carlos Lleras intentó algo similar. āNo habrĆ” reforma agraria si el campesinado y sus organizaciones de usuarios no la imponenā, dijo en una manifestación en Sincelejo, en 1968, para celebrar la creación de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos.
Todos conocemos el triste desenlace que tuvieron los intentos modernizadores de López Pumarejo y de Lleras Restrepo. Ninguno de los dos presidentes consiguió impedir que la extrema derecha y el clientelismo polĆtico embolataran sus reformas. El gran salto āde la mula al aviónā (la metĆ”fora utilizada por López para ilustrar su proyecto) nunca tuvo lugar.
Hoy, casi ochenta aƱos despuĆ©s de que López Pumarejo propusiera entregarles tierra a los campesinos, seguimos en la misma historia, o tal vez en una peor: sin haber devuelto nada y con una concentración de la tierra aĆŗn mayor que la que tenĆamos hace cuarenta u ochenta aƱos (en 1970 el Gini de tierras era del 0,74, hoy es de 0,86).
Santos sabe que su Ley de Restitución de Tierras (mucho mĆ”s modesta que una reforma agraria) cuenta con innumerables enemigos: en la misma coalición de gobierno, en los gremios vinculados con el agro, en la izquierda (sĆ, en la izquierda) y por supuesto en la alianza tenebrosa que tiene ahora este paĆs entre grupos de terratenientes, sectores polĆticos y mafiosos. Por eso ha decidido, como lo hicieron sus antecesores, solicitar el apoyo campesino para defender su proyecto. Ya lo hizo en Barranquilla el mes pasado y hoy mismo, en NecoclĆ (UrabĆ”), preside una gran concentración de campesinos.
ĀæCorrerĆ” la Ley de Restitución la misma suerte que los proyectos de reforma agraria de López y Lleras? DifĆcil decirlo. Es verdad que la derecha ha moderado su discurso; que el presidente Uribe no invita, como lo hacĆa Laureano Gómez, a la āacción intrĆ©pidaā, ni al āatentado personalā, ni tampoco a āhacer inviable la repĆŗblicaā y que los polĆticos locales parecen haberse convertido al santismo.
Sin embargo, me temo que las intenciones de la extrema derecha y del clientelismo regional, si bien mĆ”s solapadas, siguen siendo las mismas. Sólo nos queda confiar en que la hipocresĆa tenga alguna fuerza redentora.