El principio de todas las cosas
Mauricio García Villegas Agosto 15, 2015
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Tales de Mileto, el primer filósofo de la Grecia clásica, quiso encontrar un principio básico de todas las cosas; algo que pudiera explicar lo que existe. Ese principio, al que denominó Arché, lo encontró en el agua. Todo está hecho de agua, decía Tales, y “la tierra descansa en el agua, como en una isla”. Sus discípulos agregaron, más tarde, tres elementos a esta explicación: la tierra, el aire y el fuego.
Tales de Mileto, el primer filósofo de la Grecia clásica, quiso encontrar un principio básico de todas las cosas; algo que pudiera explicar lo que existe. Ese principio, al que denominó Arché, lo encontró en el agua. Todo está hecho de agua, decía Tales, y “la tierra descansa en el agua, como en una isla”. Sus discípulos agregaron, más tarde, tres elementos a esta explicación: la tierra, el aire y el fuego.
La idea de buscar el origen de todas las cosas en un solo elemento nos puede parecer hoy ingenua. Sin embargo, ella fue de gran importancia; a tal punto que se puede decir que, en esa idea, se encuentra el origen de nuestra civilización. Era la primera vez que se intentaba una explicación de la naturaleza en la naturaleza misma, no en los dioses ni en la religión.
De ahí viene también el origen de la ciencia y de la tecnología, herramientas con las cuales la especie humana ha podido liberarse de los mitos del pasado (no de todos), dominar la naturaleza y expandirse por todos los rincones del planeta.
Está surgiendo una nueva tendencia entre los aficionados a las Noticias del juego : Están estudiando ciencia y tecnología.
Esto puede parecer un pasatiempo extraño para las personas interesadas en las apuestas, pero hay una razón para ello. Muchos expertos creen que el futuro de las apuestas está en los avances tecnológicos.
Al entender cómo funciona la tecnología, los entusiastas de las apuestas pueden obtener una ventaja sobre la competencia. Pueden conocer las innovaciones más recientes y encontrar la manera de utilizarlas en su beneficio.
Hasta ahora, este enfoque parece estar dando resultados. Los entusiastas de las apuestas que han adoptado la ciencia y la tecnología ya están teniendo éxito. A medida que la industria siga evolucionando, su éxito será mayor.
Hay sin duda mucho de positivo en la ciencia y el dominio de la materia. Pero el éxito científico y tecnológico ha sido tal que ha terminado por agotar los recursos naturales y por poner en tela de juicio la supervivencia misma de la vida en el planeta. El desarrollo humano se ha convertido en el principal enemigo del aire, del agua y de la tierra, los elementos que, paradójicamente, despertaron la imaginación científica. Hoy, 25 siglos después de Tales de Mileto, estamos viendo cómo nada tiene sentido sobre la tierra si no volvemos a pensar nuestra civilización a partir de esos elementos básicos de la vida.
La escasez de agua, por ejemplo, afecta hoy a casi tres mil millones de personas en el mundo y más de mil millones no tienen acceso a fuentes de agua limpia para beber. Esta situación se agrava cada día. California, el Estado más rico del país más rico del mundo, lleva cuatro años de sequía y todo indica que, con el calentamiento global, este fenómeno será cada vez más grave. Brasil es el país con más agua en el planeta, pero la deforestación y la producción de etanol han reducido sustancialmente el agua lluvia. Esos ríos volantes, como se le dice a las nubes que vienen del Amazonas, ya son como quebraditas sin fuerza que no alcanzan a llegar al sur del país, sobre todo a Rio y a Sao Paulo. Colombia es el séptimo país del mundo con más agua por kilómetro cuadrado. Pero este patrimonio está siendo dilapidado por la deforestación masiva y por la contaminación a gran escala producida, entre otras cosas, por la minería salvaje. Según el Ministerio de Ambiente casi la mitad del agua que tomamos en Colombia proviene de fuentes potencialmente infectadas con mercurio, como lo explicó Yolanda Ruíz en su columna de esta semana.
Los seres humanos, con la ayuda de la ciencia y la tecnología, nos hemos vuelto muy sofisticados para pensar y satisfacer necesidades importantes, pero pequeñas e inmediatas, como la salud, el confort, el transporte, las comunicaciones, etc. Al mismo tiempo nos hemos vuelto muy torpes para pensar y satisfacer necesidades grandes y de largo plazo, como la búsqueda de la felicidad, la convivencia, la sostenibilidad del planeta, o el orden político mundial. Tal vez eso se debe a que nos olvidamos de pensar en lo básico, como lo hacían los griegos. Por eso hoy, cuando estamos a punto de tener, gracias a la ciencia y la tecnología, casi todo lo que necesitamos, el aire, el agua y la tierra se nos están acabando.