¿El racismo y el clasismo afianzan las estrategias climáticas de adaptación?
Sean Luna McAdams febrero 17, 2015
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Mitigar los daños necesitará indudablemente políticas de adaptación profundas que llevarán a beneficiar aun más al Norte a nivel global y a las clases medias y altas al nivel local ¿Por qué? Asimetrías existentes de conocimiento y capital.
Mitigar los daños necesitará indudablemente políticas de adaptación profundas que llevarán a beneficiar aun más al Norte a nivel global y a las clases medias y altas al nivel local ¿Por qué? Asimetrías existentes de conocimiento y capital.
Como muchos, pienso mejor en la ducha. Estas últimas semanas, los pensamientos que me han llegado tiene que ver con que tan «yuppie» es la vida que tengo. Y aunque la ducha sí sirve para el pensamiento crítico, esta autorreflexión llegó también de cambios físicos a mi ducha. Instalé un tanque para reutilizar el agua que sale de la ducha para tirar de la cadena. Podría albar sus virtudes hasta el infinito. Ahora pago la mitad del servicio del agua. Sin embargo, me ha puesto pensar en las estrategias para adaptarnos al cambio climático y la manera de que fortalecen existentes jerarquías de poder al nivel local tanto como global.
Mi tanque de agua es un ejemplo de una estrategia climática de adaptación. Ejemplos a nivel más general de estrategias climáticas de adaptación incluyen los notorios planes, ascendientes de $40 millones de dólares, de la ciudad de Rotterdam para blindarse contra el cambio climático para el 2025 (más de 60% del territorio neerlandés está en riesgo de inundación).
La adaptación climática se está volviendo rápidamente la respuesta paradigmática de políticas públicas al cambio climático. Al fin y al cabo, incluso si logramos parar todas las emisiones de gases invernaderos, veremos el calentamiento a causa del último siglo de emisiones. Esto ocurrirá, sin entrar a mencionar el futuro sombrío que nos depara por el tope de dos centígrados acordado por la ONU gracias a la improbabilidad de un tratado vinculante o a que el 82% de las reservas de carbón tendrían que no ser explotadas. Los participantes africanos fuertemente disputaron éste tope “aceptable” acordado en Copenhague, llamándolo un pacto de suicidio, colonialismo y genocidio climático. De hecho, el representante de las Maldivas desafió recientemente este tope la semana pasada en Ginebra, defendiendo un tope de un centígrado y medio propuesto por los estados insulares más vulnerables al aumento del nivel del mar.
Entonces tenemos un panorama sombrío: el tope acordado probablemente resultará en daños significativos, particularmente a poblaciones del Sur Global, y mitigar los daños necesitará indudablemente políticas de adaptación profundas que llevarán a beneficiar aun más al Norte a nivel global y a las clases medias y altas al nivel local ¿Por qué? Asimetrías existentes de conocimiento y capital.
Adaptación como negocio
La pregunta, por consiguiente, no es si implementar políticas de adaptación o no, sino cómo implementarlas. Mi argumento es que hasta ahora la mayoría de las discusiones de políticas públicas de adaptación lo conciben como una cuestión técnica dominada por datos que sirve para ofuscar qué y quién está priorizado por la adaptación (Pista: no son comunidades históricamente marginadas). Estás discusiones de políticas públicas se enfocan en porcentajes de tierras a riesgo de inundación, cultivos resistentes a las sequías, seguros climáticos, etc. No obstante, esta aproximación no considera quién habita las tierras a riesgo de inundación, tendrá acceso a estos cultivos o podrá pagar seguros climáticos.
Este uso de una fachada tecnocrática oculta cuestiones de justicia distributiva que están en el centro del cambio climático y, en cambio, ofrece como solución la lógica empresarial. Estudios pronostican que la adaptación climática se volverá un mercado global valorado en $2 mil millones de dólares mientras las inversiones entran en las fases de diseño, ingeniería y construcción. Incluso la ONU tiene un programa llamado la Iniciativa para el Sector Privado en el cual alardean beneficios y “nuevas oportunidades y expansiones de mercado” para compañías interesadas en el sector de adaptación. Considerando la distribución muy desigual de la producción global de conocimiento científico (10 países representan 70% de la producción investigativa, todos del Norte Global), las economías del Norte obtendrán un poder de mercado injusto en esta nueva industria dado que tienen la “ventaja comparativa” en conocimiento de adaptación y la capital para explotarlo. Localmente en contextos del Sur, los que más se beneficiarán probablemente serán aquellos, como yo, que tienen el poder adquisitivo y el conocimiento para invertir en estas iniciativas, es decir, las clases medias y altas.
Esto crea una situación irónica dónde los más responsables por el cambio climático son los que más podrán beneficiarse del mismo. Tomemos por ejemplo Bangladesh. Aunque emite 0.3 por ciento de los gases de efecto invernadero, varios expertos pronostican que el aumento del nivel del mar causado por el cambio climático inundará 17 por ciento de su territorio y desplazará aproximadamente 18 millones de personas. Tal vez los ingenieros neerlandeses o estadounidenses podrían diseñar un sistema complejo de represas para enfrentar el aumento de cuatro metros del nivel del mar pronosticado para el 2100 ¿Cuánto podría costar un sistema de adaptación innovador para enfrentar el aumento del nivel del mar hoy en día de todas maneras? Seguramente está dentro del presupuesto de uno de los países más pobres del mundo.
Esta situación hipotética pasará aun si nos mantenemos dentro del tope acordado de dos centígrados, lo cual me lleva a preguntar: ¿Este acuerdo sería posible si fueran los Países Bajos los que enfrentaran perdida casi segura de aproximadamente una quinta parte de su territorio en treinta años? Más importante aún, desnuda el proceso de priorización que ocurre a través del lenguaje técnico de adaptación. Utilizando del libro Racismo sin racistas por Ricardo Bonilla-Silva, esta priorización es racista porque tiene resultados increíblemente racializados independientemente si los funcionarios odian explícitamente los africanos, isleños del Pacífico, o Bangladesís que sufrirán por sus decisiones.
En lugar de pintar la adaptación como una cuestión puramente técnica, tenemos que reconocerla como un proceso inherentemente político y distributivo. Espero que con este reconocimiento vengan soluciones colectivas desarrolladas a base de una deliberación democrática que cree trato diferencial que enfatice las necesidades de las comunidades más vulnerables con, por ejemplo, programas de construcción de capacidades, evaluaciones de vulnerabilidad y apoyo financiero. Y aunque esté contento con reducir mi consumo de agua, tengo una conciencia dolorosa que mientras me blinda contra aumentos en los costos de servicios, es una solución incrustada en un sistema que podría dejar a otras y otros bajo agua en términos financieros y físicos.
*Yuppie es un término de origen estadounidense que significa “joven profesional urbano.” Originó en el comienzo de la década de los 80 y comunica un malestar general con los valores políticos liberales y burgueses de esta demográfica.