El retroceso de las Fiestas
Irina Junieles Septiembre 24, 2018
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Preocupa que la Alcaldía y el IPCC tiren la toalla en su papel animador de este proceso ciudadano, y se devuelvan al viejo modelo que pone lo público al servicio de lo privado, amenazando los avances en el fortalecimiento del sentido cultural, histórico y patrimonial de la fiesta.
Preocupa que la Alcaldía y el IPCC tiren la toalla en su papel animador de este proceso ciudadano, y se devuelvan al viejo modelo que pone lo público al servicio de lo privado, amenazando los avances en el fortalecimiento del sentido cultural, histórico y patrimonial de la fiesta.
Se acercan las Fiestas de Independencia de Cartagena y en lugar de escribir una nota celebratoria, debo resaltar en esta columna el retroceso que significa el regreso del desfile de las candidatas del Concurso Nacional de la Belleza a la agenda cultural pública festiva.
El desconocimiento de procesos y contenidos, la falta de compromiso con lo público y la debilidad del gobierno local tras años de suspensiones, renuncias y encargos, juegan en contra del valor cultural e histórico de unos festejos que tienen sus raíces en el reconocimiento de la autonomía y la independencia absoluta de Cartagena, declarada el 11 de noviembre de 1811.
No está demás recordar que el reconocimiento de ese momento histórico, y del heroísmo de quienes resistieron sitios y asedios para defender la libertad, dio paso a la explosión lúdica y creativa de cabildos, desfiles, disfraces, comparsas y música de enorme valor para el patrimonio cultural de la nación.
Durante el siglo XX, a la par que se consolidaba el turismo como pilar de la economía local, eventos como el Concurso Nacional de Belleza, negocio privado amarrado a los grandes medios de comunicación, aprovechó bienes y recursos públicos para fortalecer su agenda. Mientras tanto, con escenarios débiles y escaso apoyo estatal, decaían las expresiones festivas propias.
Las fiestas populares tienen el poder de afirmar nuestro sentido de pertenencia y de fortalecer la identidad y el tejido social, por eso su valor cívico y ciudadano cobra relevancia en Cartagena, una ciudad con severos problemas de exclusión y desigualdad.
Desde 2004, actores festivos y ciudadanos avanzan en la revitalización de las Fiestas. En los espacios de reflexión una conclusión central ha sido la necesidad de desligar el Concurso nacional de Belleza de la agenda festiva popular. Así se logró, y en 2017 la “señorita Colombia” se eligió en marzo, con lo cual durante noviembre los actores festivos pudieron afianzar su papel protagónico, sin estorbos.
Resulta paradójico que este año, mientras el Consejo Nacional de Patrimonio reconoce como patrimonio inmaterial de la nación el valor de las expresiones festivas cartageneras (entre otras razones, valorando positivamente la decisión de separar la fiesta popular y el Concurso), y se construye un Plan Especial de Salvaguardia, se dé este paso atrás.
Preocupa que la Alcaldía y el IPCC tiren la toalla en su papel animador de este proceso ciudadano, y se devuelvan al viejo modelo que pone lo público al servicio de lo privado, amenazando los avances en el fortalecimiento del sentido cultural, histórico y patrimonial de la fiesta.
Nota: Por razones de transparencia, el lector debe conocer que hago parte del Comité por la Revitalización de las Fiestas de Independencia.