El trabalenguas de los Estados
Jesus Medina octubre 1, 2018
| Secretaría de Cultura Ciudad de México
Alrededor del 97% de la población del mundo habla aproximadamente el 4% de las lenguas existentes. Dicho de otra manera, alrededor del 96% de las lenguas son habladas por aproximadamente un 3% de la población mundial. La diversidad lingüística es custodiada por un puñado de personas.
Alrededor del 97% de la población del mundo habla aproximadamente el 4% de las lenguas existentes. Dicho de otra manera, alrededor del 96% de las lenguas son habladas por aproximadamente un 3% de la población mundial. La diversidad lingüística es custodiada por un puñado de personas.
En los tiempos del multiculturalismo se ha dicho que una de las mayores riquezas de los países es su diversidad y que ello debería ser motivo de orgullo y protección. Se ha dicho también que esta diversidad se refleja, entre otras cosas, en las distintas lenguas y dialectos de su población. Si esto es así, países como Brasil, Bolivia o Colombia –por nombrar solo algunos– son profundamente diversos, profundamente ricos. En el caso de Brasil son más de 154 lenguas las que son habladas por los distintos pueblos indígenas que allí habitan; en Bolivia se reconocen, junto con el castellano, 36 lenguas originarias como oficiales; y en Colombia se han datado 65 lenguas indígenas, 2 criollas -una de base española y otra de base inglesa- y 2 variantes del romaní.
La lengua, como vehículo de entendimiento entre las personas, es quizá uno de elementos culturales que condiciona en mayor medida la vida de una comunidad. En su tiempo, Edwar Sapir, el afamado antropólogo y lingüista estadounidense de comienzos del siglo XX, sostuvo que “el mundo real está construido sobre los hábitos idiomáticos del grupo”. Es decir, la manera en que una sociedad piensa, percibe y experimenta la realidad está mediada por su idioma. “Los mundos en que viven sociedades diferentes son mundos distintos y no el mismo mundo con etiquetas diferentes sobre las cosas”, concluiría Sapir.
Un colegio en México celebra al Día Internacional Lengua Materna. Photo source: Secretaría de Cultura Ciudad de México (CC BY-SA 2.0), Flickr.
Actualmente, las políticas que privilegian el dominio de un idioma sobre otro, acompañadas por la globalización, amenazan la pervivencia de las lenguas indígenas y minoritarias. Para algunos se trata de aquellas mismas prácticas que, ensartadas en los discursos dominantes, terminaron reduciendo la diferencia a categorías como ‘cuasi bestias’, ‘salvajes’ o ‘primitivos’. Esta forma de opresión la han catalogado como un producto de la colonialidad del poder: la colonialidad del lenguaje.
Según datos de la UNESCO, al final de este siglo alrededor de 3000 lenguas podrían desaparecer para siempre.
De acuerdo con Paul Trilsbeek, director del Archivo Multimedia para Lenguas Amenazadas del Instituto Max Planck de Psicolingüística, además de la constante migración de personas del campo a la ciudad, la globalización favorece la muerte de los idiomas: “la gente piensa que tendrá mejores oportunidades en su vida si habla los idiomas predominantes”, señala. Las cifras de la UNESCO sobre vitalidad y desaparición de las lenguas indican que, si esta tendencia se mantiene, cerca del 90% de todas las lenguas podrían ser sustituidas por idiomas dominantes de aquí a finales del siglo XXI.
Sin embargo, para este organismo de la ONU la desaparición de una lengua puede ser el resultado de fuerzas externas –como la globalización o la represión militar- o de fuerzas internas –como la actitud negativa de las comunidades hacia sus propias lenguas. De hecho, en México, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas determinó que entre los factores que inciden en la trasmisión de una lengua se encuentran la cohesión interna de la comunidad lingüística; su nivel de identidad como parte de un pueblo indígena o como hablante de un idioma originario; su grado de organización interna; la capacidad de liderazgo de sus autoridades, o la presencia que tengan en la escena política local, regional y nacional.
Estudiantes en Kaski, Nepal reunen para una asamblea. En Nepal, hay muchas comunidades minoritarias que han abandonado su lengua madre por nepalí. Fuente: World Bank Photo Collection (CC BY-NC-ND 2.0), Flickr.
Con todo, la UNESCO destaca que a menudo las barreras que dificultan o detienen la transmisión de las tradiciones lingüísticas y culturales son producto de la interacción entre fuerzas internas y externas. Así, muchos pueblos indígenas asocian la marginación social con su cultura y abandonan el uso de su lengua con el fin de vencer la discriminación, hacer parte de las redes mundiales de comercio, mejorar su estatus social y asegurase un medio de vida. Es una cuestión tanto compleja como alarmante que, en un país como Nepal, ha llevado a las comunidades minoritarias a abandonar su lengua madre por el nepalí, que es el idioma utilizado en las esferas de la administración pública, la legislación, los negocios y los medios de comunicación.
Alrededor del 97% de la población del mundo habla aproximadamente el 4% de las lenguas existentes. Dicho de otra manera, alrededor del 96% de las lenguas son habladas por aproximadamente un 3% de la población mundial. La diversidad lingüística es custodiada por un puñado de personas.
Las políticas nacionalistas han participado también en la paulatina y en otras ocasiones acelerada desaparición de las lenguas. América Latina ejemplifica muy bien esta situación. Cuando los próceres de la independencia se plantearon la construcción de nuevas naciones, impulsaron la homogeneización cultural tal como lo hicieron los españoles y lusos al llegar a esta parte del mundo: mediante la enseñanza del castellano y la evangelización. Esta práctica, con diversos matices, se ha extendido hasta nuestros días. Rita Cancino, profesora de la Universidad de Aalborg (Dinamarca), indica que en Bolivia el monolingüismo español, como política de Estado antes del ascenso de Evo Morales al poder, arrinconó las lenguas originarias a situaciones de uso doméstico, lo cual produjo que las generaciones jóvenes se avergonzaran de su propio idioma. Además, dado que los derechos se ejercían a través de la lengua oficial, la población indígena y campesina de este país quedó marginada, privada del ejercicio de sus garantías legales y constitucionales.
No sin controversias, desde el 2013, el gobierno boliviano ha impulsado ejercicios de descolonización lingüística al promover la enseñanza de algunas de las tres principales lenguas indígenas en las aulas de clase.
Un ejercicio didáctico sobre la lengua del pueblo Mazhua en México. Fuente: Secretaría de Cultura Ciudad de México (CC BY-SA 2.0), Flickr.
De manera paradójica, en los tiempos del multiculturalismo, la diversidad lingüística también plantea serios retos para los Estados, pues la muerte de los idiomas nativos y minoritarios parece una sentencia inevitable en los cinco continentes. En países como Colombia -donde, además de las cuatro lenguas indígenas extintas (pijao, carabayo, macaguaje y carare-opón), son doce las que se encuentran en situación crítica, otras doce las severamente amenazadas y 28 las que están peligro- las respuestas no están claras. Para el profesor indígena Eudocio Becerra, miembro del pueblo Uitoto, a pesar de las buenas intenciones de algunas instituciones educativas en las zonas apartadas del país por incentivar el uso de los idiomas originarios como de algunas iniciativas legales (como la Ley de Lenguas Nativas), aún queda mucho por hacer. Según el docente, es necesario que este tipo de ejercicios alcancen al país profundo, donde residen las comunidades indígenas, y que estas trabajen en la recuperación y fortalecimiento de sus lenguas.
Frente a este escenario, resulta imperativo que los Estados del mundo emprendan acciones integrales para salvar el amplio mosaico de sonidos y oralidades que forma el lenguaje humano. Las políticas oficiales sobre la enseñanza de lenguas indígenas en instituciones educativas, como sucede en Filipinas frente a los dialectos provinciales, son una repuesta en esta vía. Asimismo, la documentación de las lenguas que cuentan con pocos hablantes o que carecen de alfabeto, como lo hace Geoffrey Khan de la Universidad de Cambridge frente al arameo, es una opción que no se debe rechazar. Los estudios sociolingüísticos, geográficos y censales sobre la distribución de los idiomas son igualmente necesarios para descifrar los elementos que inciden en la amenaza o vulneración de las lenguas. El uso de las tecnologías de la comunicación e información debe servir, además, para fortalecer la práctica de los idiomas en peligro de desaparecer.
Al final, la diversidad lingüística no debe ser cuestión de orgullo si no existen medidas efectivas que la protejan. La salvaguardia de las lenguas nativas y minoritarias es un acto de humanidad: si desaparece una lengua, desaparece un mundo y con él la gente que lo piensa, que lo habita.