El trauma del capitalismo
Dejusticia julio 21, 2021
Para sanarnos es fundamental cambiar el sistema que nos enferma. | Alejandro García, EFE
La incertidumbre resulta evidente en la precarización laboral que se ha vuelto normal, no solo en Colombia sino en el mundo, por causa de las medidas neoliberales. También se vive esa incertidumbre en la falta de garantías de derechos básicos como la salud y la educación: de ahí surge la llamada generación sin futuro.
La incertidumbre resulta evidente en la precarización laboral que se ha vuelto normal, no solo en Colombia sino en el mundo, por causa de las medidas neoliberales. También se vive esa incertidumbre en la falta de garantías de derechos básicos como la salud y la educación: de ahí surge la llamada generación sin futuro.
El doctor Gabor Maté, experto en trauma y en adicciones, presenta una sugerente pero no sorprendente tesis; que el capitalismo es un causante fundamental de trauma, y por lo tanto de afectaciones serias a la salud física y mental. Esto sería así no solo en casos evidentes de personas que sufren la contaminación, la desigualdad, la pobreza, el racismo y la discriminación de género, elementos que son reproducidos, profundizados e incluso beneficiados por el sistema. Según Maté, las personas con privilegios sufren también los traumas creados por el capitalismo, en este caso por causas como el estrés, la competencia permanente, la incertidumbre y la agresividad con que se vive la realidad diaria.
La incertidumbre resulta evidente en la precarización laboral que se ha vuelto normal, no solo en Colombia sino en el mundo, por causa de las medidas neoliberales. También se vive esa incertidumbre en la falta de garantías de derechos básicos como la salud y la educación: de ahí surge la llamada generación sin futuro.
Pero llama la atención la eficiencia como forma de medir a las instituciones y personas, y la competencia que viene de ella. El neoliberalismo, como bien lo explica Miriam Lang, impone la eficiencia como medida de todo, dejando de lado criterios como el bienestar social y la sostenibilidad ambiental. Esto sería así no solo en países que abrazan abiertamente el neoliberalismo, sino también en aquellos que se consideran progresistas. En el mismo sentido, esto sería una característica no solo de empresas de capital privado, sino también en entidades públicas y en Entidades sin Ánimo de Lucro. La eficiencia y la competencia se vuelven valores fundamentales, lo que, retomando a Maté, resulta un caldo de cultivo para el trauma, pues con la competencia y la eficiencia nos aniquilamos unos a otros. Se pierde la noción de apoyo mutuo.
Ningún estado ni institución queda por fuera del capitalismo, pues, como nos lo recuerda el sociólogo Immanuel Wallerstein, el sistema mundo capitalista es una totalidad, sin exterioridad a él.
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Y así nos encontramos en este mundo capitalista, y sobre todo en este país, en el que, ante el riesgo de trauma, o más bien, ante el trauma ya vivido por las personas más vulnerables (21 millones de personas pobres), vemos unas protestas valientes de personas luchando por una sociedad menos enferma, por una sociedad que no traumatice a las personas, por una sociedad justa.
Vemos unas luchas por una sociedad en la que no se mate por pensar diferente (86 líderes asesinados solo en el 2021), en la que no se fumigue con venenos los cultivos de los campesinos (petición de no uso del glifosato), en la que la policía, pagada con impuestos de todos los colombianos, no mate a los ciudadanos sino que los proteja (decenas de homicidios durante el paro). Es cierto que no todos estos problemas son causados por el capitalismo, pero es evidente que también enferman, que también causan trauma.
Para sanarnos es fundamental cambiar el sistema que nos enferma.