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Nueva Venecia es uno de los tres pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta cuyo futuro está en juego por el alto riesgo ambiental. 

Nueva Venecia es uno de los tres pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta cuyo futuro está en juego por el alto riesgo ambiental. 

De las épocas del lebranche, del róbalo, de la corbinata de agua salada, del mapalé, ya queda poco. Los mayores todavía recuerdan esas épocas en las que salían de noche y en menos de tres horas llenaban la canoa con todo tipo de pescados. Animales de más de un kilo, “así de grandes” dice alguien mientras extiende la mano para mostrar la distancia que hay desde la punta del dedo hasta el codo. Pero eso son recuerdos. Los niños no conocen ni esas especies, ni esas dimensiones. Todavía comen arroz con pescado, pero en tamaños minúsculos. La dieta se complementa con algunos cereales como la lenteja o frijol blanco que vienen en el suplemento nutricional que entrega el ICBF. El mundo a su alrededor está cambiando. Tal vez más rápido de lo que se imaginan. Un futuro incierto para el que ni sus padres, casi todos pescadores, están preparados.

Nueva Venecia es uno de los tres pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta cuyo futuro está en juego por el alto riesgo ambiental. Su subsistencia depende de la pesca, la cual se ha visto drásticamente disminuida en los últimos años. La ecuación es simple: sin el balance adecuado entre agua dulce y agua salada, no hay pescado; y como dicen los pescadores “sin pescado no hay vida.”

Todo empezó en los años cincuenta con la construcción de la carretera que conduce de Barranquilla a Santa Marta y que obstaculizó la salida del agua de la Ciénaga al mar. La apropiación de terreno y el desvío de fuentes de agua para la agricultura y la ganadería alrededor de la Ciénaga han contribuido también al problema. Además, en el caso de Nueva Venecia, el ineficiente dragado de la compuerta en el caño de Aguas Negras, el cual alimenta de agua dulce a la Ciénaga, ha dificultado la entrada de agua fresca. Igualmente, tal como está planteado el diseño del proyecto, Vía de la Prosperidad, también generará un impacto importante al actuar como dique impidiendo la entrada de agua dulce. Para este proyecto, legalmente, ni siquiera se requiere licencia ambiental dado que se trata del mejoramiento y no de la construcción de una nueva carretera. Todo esto ha generado la constante mortandad de peces, la última de las cuales fue hace apenas unas semanas. Imagine un escenario de miles de peces, boca arriba, pudriéndose en la superficie de una Ciénaga que muere.  

En todo esto, la entidad encargada de velar por el manejo de los recursos naturales de la Ciénaga, CORPOMAG, se ha caracterizado por la desidia en su gestión y, porque no decirlo, de la corrupción de sus funcionarios. Y no se trata de un caso de ausencia de recursos. Dado que la Ciénaga fue declarada zona RAMSAR y Reserva de la Biosfera por la UNESCO, recibe una sobretasa ambiental del 8% de los peajes. Estos fondos son administrados por CORPOMAG.

Aunque la presencia estatal en Nueva Venecia ha mejorado (ayudas del ICBF, recientes adecuaciones al puesto de salud, entre otros) el tema estructural sobre cómo mantener el adecuado flujo de agua dulce y salada, siguen sin resolverse. Sin una licencia ambiental en el desarrollo de nuevos proyectos de infraestructura es muy difícil que la Ciénaga quede protegida. Más aún, sin entidades sólidas y comprometidas con la protección ambiental, será difícil poner en marcha planes de protección.

En aquellas zonas donde el Estado no llegó, como en Trojas de Cataca, donde la ganadería y el cultivo de palma ya le ganaron el terreno a la Ciénaga, la situación es insoportable: las familias han tenido que desplazarse al ver su hábitat extinto. Lo que no logró la masacre del 2000, en la cual más de cincuenta personas fueron asesinadas, lo logró el deterioro ambiental.

Nueva Venecia tiene ganas de vivir. Sus habitantes hablan con ilusión de un proyecto para dotar de agua potable al pueblo y de los peces que van a cultivar cuando las aguas se aclaren. ¿Pero hasta cuándo podrán resistir? ¿Cómo asegurarán su sustento si la Ciénaga muere? ¿A dónde irán los habitantes de los pueblos palafíticos cuando el último pez muera? Diseños de infraestructura respetuosos con el ambiente, así como instituciones comprometidas con el manejo adecuado de los recursos podrían hacer mucho en la protección de estos pueblos. Que esta no sea la historia del último pueblo palafítico en Colombia.

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