Skip to content
Mandato presidencial

Está muy bien que el presidente Petro se esfuerce por cumplir con las promesas incorporadas en su campaña puesto que muestra la seriedad de sus compromisos y que no era un demagogo. | Mauricio Dueñas, EFE

Es bueno que Petro quiera cumplir sus promesas electorales, pero su tesis de que las reformas de su programa ya fueron aprobadas por el pueblo es equivocada y ojalá la abandone, ya que expresa una visión problemática de la democracia que puede tener consecuencias institucionales y políticas muy negativas.

Es bueno que Petro quiera cumplir sus promesas electorales, pero su tesis de que las reformas de su programa ya fueron aprobadas por el pueblo es equivocada y ojalá la abandone, ya que expresa una visión problemática de la democracia que puede tener consecuencias institucionales y políticas muy negativas.

El presidente Petro ha declarado de manera reiterada que quienes se oponen a sus proyectos de reforma están rechazando el cambio que buscó la sociedad colombiana en las elecciones. Y que esa oposición es, además, antidemocrática, ya que esas reformas fueron aprobadas por el pueblo cuando lo eligió, puesto que hacían parte de su programa presidencial. Y que por ello va a insistir en esas reformas, incluso llamando a movilizaciones populares a favor de ellas.

Está bien que el presidente Petro se esfuerce por cumplir con las promesas de campaña; esto muestra la seriedad de sus compromisos y que no es un demagogo. Igualmente es válido que critique y busque rebatir los argumentos de sus opositores, que invite, dentro de ciertos límites, a una movilización ciudadana a favor de sus reformas y que recomponga su gabinete y sus alianzas políticas. Hasta ahí no sólo el discurso del presidente es válido, sino que incluso es acertado y lo apoyo, aunque discrepe del contenido de algunas de sus reformas y de algunos de sus cambios ministeriales. Por ejemplo, aunque sus reemplazos son muy buenos, lamento la salida de Alejandro Gaviria, José Antonio Ocampo y Cecilia López, no sólo por sus grandes cualidades, credibilidad y desempeño ministerial, sino porque ese cambio expresa una pérdida de pluralismo en el Gobierno.

La razón de mi apoyo a esa parte del discurso de Petro es que Colombia no sólo votó masivamente por el cambio en la elección de mayo (más del 75 % de los votos fueron a favor de los candidatos de cambio), sino que la elección de Petro ha permitido darle cauce institucional a esa profunda crisis que fue el estallido social. Lo mejor para Colombia es que a este Gobierno le vaya bien y logremos concretar, con los ajustes técnicos y consensos necesarios, muchas de las reformas que plantea. Sin embargo, el presidente se equivoca al argumentar que el pueblo aprobó las reformas contenidas en su programa cuando lo eligió. Esto no tiene ningún sustento.


Relacionado:

Dos reformas pro campesinas en riesgo

Una elección presidencial no es un referendo. El pueblo, al elegir a Petro, no incorporó automáticamente su programa al orden jurídico; simplemente (aunque eso es ya enorme) lo seleccionó para ocupar el más importante cargo del país. Y las razones por las cuales lo eligieron son muy diversas: muchos eran petristas convencidos, otros lo preferían a los otros candidatos, tal vez algunos pocos nerds leyeron todo el programa y por eso votaron por Petro, etc., etc. Por todo lo anterior, en ningún momento puede entenderse, ni jurídica ni políticamente, que el pueblo haya aprobado las reformas propuestas en el programa de Petro porque este ganó la Presidencia. Por ello, conforme a principios claves de la democracia constitucional, como la separación de poderes, esas propuestas, si requieren ley, tienen que ser aprobadas por el Congreso luego de una discusión abierta y pública. Y los congresistas tienen todo el derecho a rechazarlas, pues no puede entenderse que estén obligados a aprobarlas porque Petro ganó las elecciones, por cuanto los congresistas, al igual que el presidente, fueron electos popularmente y tienen también legitimidad democrática.

La apuesta de la democracia constitucional es que esa separación de tareas entre Congreso y presidente evita no sólo los autoritarismos presidenciales, sino que permite, además, que se tomen mejores decisiones porque son fruto de deliberaciones públicas y de acuerdos más robustos.

Es bueno que Petro quiera cumplir sus promesas electorales, pero su tesis de que las reformas de su programa ya fueron aprobadas por el pueblo es equivocada y ojalá la abandone, ya que expresa una visión problemática de la democracia que puede tener consecuencias institucionales y políticas muy negativas.

Powered by swapps
Scroll To Top