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En Colombia suelen predominar dos bandos estridentes: los actores del sector privado que se rehúsan a hablar del asunto y los críticos que sospechan de cualquier actividad empresarial.

En Colombia suelen predominar dos bandos estridentes: los actores del sector privado que se rehúsan a hablar del asunto y los críticos que sospechan de cualquier actividad empresarial.

El escándalo por la venta y el uso político de datos de usuarios de Facebook recordó que las empresas pueden tener un hondo impacto sobre la democracia y los derechos humanos. Las reglas de Facebook pueden alterar una elección, o afectar la privacidad y la libertad de expresión de 2.000 millones de personas alrededor del mundo.

No hace falta ser Facebook para incidir, positiva o negativamente, en los derechos básicos. Las políticas de las compañías farmacéuticas afectan el acceso a medicamentos. La calidad y veracidad del debate democrático dependen, en buena medida, de medios privados. Sin compañías productoras de energía limpia, no será posible enfrentar el cambio climático.

Una de las novedades más interesantes del derecho internacional son los principios sobre la responsabilidad empresarial en materia de derechos humanos, desarrollados por John Ruggie, profesor de Harvard y exrelator de la ONU. Como lo explico en un libro elaborado con Ruggie y otros académicos, los principios lograron el apoyo de todos los Estados y numerosos sectores empresariales y de la sociedad civil, que se distanciaron de la polarización que había marcado este debate (Empresas y derechos humanos, Cambridge University Press, 2017).

Es el tipo de despolarización que hace tanta falta en Colombia. Aquí suelen predominar dos bandos estridentes: los actores del sector privado que se rehúsan a hablar del asunto y los críticos que sospechan de cualquier actividad empresarial.

Muestra de lo primero son las columnas destempladas e imprecisas de los dirigentes empresariales Jorge Humberto Botero, Mauricio Botero y León Teicher sobre un estudio de la Universidad de Oxford, Andhes y Dejusticia, por atreverse a decir que la Comisión de la Verdad debería construir un relato completo del conflicto. Un relato que incluya las muchas atrocidades cometidas por las Farc, pero también la participación ocasional de otras partes, incluyendo una minoría de actores económicos privados. Si hubiesen leído con atención el informe, los columnistas-empresarios se habrían encontrado con tesis muy distintas a las que le endilgan irresponsablemente. La inmensa mayoría de actores privados fueron víctimas y no victimarios y, como dice el informe, el relato sobre el conflicto no debería incluirlos a todos en una sola categoría.

Pero eso no implica que no pueda hacerse ni siquiera mención del asunto. Ni que esté vetado hablar de empresas, democracia y derechos humanos en general, entre otras cosas para contrarrestar a los críticos incondicionales de la actividad empresarial y salvaguardar la reputación de la mayoría de empresas que hacen lo correcto. Por cada compañía que se dedica a las energías del pasado (como el carbón), hay muchas otras que están produciendo las energías limpias del futuro. Por cada farmacéutica que esquiva los controles de precios de medicamentos que impuso el Ministerio de Salud, hay varias productoras de genéricos que abaratan las medicinas. Por cada empresa que forma un cartel ilegal para ahogar la competencia, hay muchas otras que innovan y compiten lealmente.

Lo de Facebook muestra que el debate va para largo. Ojalá lo demos con la ponderación y la veracidad que merece.

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