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Columna de Respuesta de Rodrigo Uprimny a estigmatizaciones del expresidente Álvaro Uribe. | EFE

Respuesta de Rodrigo Uprimny a mensajes estigmatizantes por parte del expresidente Álvaro Uribe sobre una columna anterior relacionada con la responsabilidad en los falsos positivos.

Respuesta de Rodrigo Uprimny a mensajes estigmatizantes por parte del expresidente Álvaro Uribe sobre una columna anterior relacionada con la responsabilidad en los falsos positivos.

Esta semana fui objeto de graves estigmatizaciones por parte de Álvaro Uribe por mi última columna, donde sostuve que el expresidente tenía una clara responsabilidad moral y política y una posible responsabilidad penal de mando por los falsos positivos durante su gobierno. Esto es por los asesinatos de miles de jóvenes pobres, engañados y secuestrados por integrantes de la Fuerza Pública, para ser presentados como guerrilleros muertos en combate.

El expresidente trinó, por ejemplo, que por mis posiciones yo “podría ser uno de los responsables morales y políticos del terrorismo”, que es una acusación falsa. Desde joven adherí a una ética de la moderación en los medios, incluso para alcanzar fines muy valiosos. Considero que, así como hay fines que por su perversidad no justifican el uso de ningún medio, existen medios que por su desmesura y crueldad no pueden ser justificados ni siquiera por los fines más nobles. Y por ello he condenado los secuestros de las guerrillas, las masacres de los paramilitares o los falsos positivos del Estado, sin importar los fines con los cuales estos actores pretendieron justificar tales atrocidades. No puede encontrarse en mis columnas ni en mis escritos académicos ninguna afirmación o análisis que implique una justificación de actos terroristas.


Lee el comunicado de Dejusticia contra las estigmatizaciones a su cofundador 


En un ambiente académico y reposado, esas estigmatizaciones serían un tema menor, incluso si estuvieran basadas en hechos ciertos (que no es el caso de las acusaciones del expresidente en mi contra) pues serían rechazadas por ser una falacia ad-hominem, que consiste en descalificar un argumento atacando a quien lo emite, en vez de rebatir la sustancia del argumento. Esto es inaceptable ya que una persona puede tener profundos defectos morales pero su argumento o su crítica pueden ser impecables. Yo podría ser una pésima persona, pero eso no invalidaría automáticamente mi argumentación sobre las responsabilidades del expresidente Uribe en los falsos positivos.

Sin embargo, en el escenario político, y especialmente en un país polarizado y violento como Colombia, esas estigmatizaciones adquieren otra dimensión por cuanto esos ataques por parte de funcionarios, políticos o personas poderosas contra quienes les critican o les señalan sus responsabilidades pretenden, y muchas veces logran, al menos tres cosas: i) amedrentar, pues esas estigmatizaciones en Colombia han conducido a atentados y violencias; ii) deslegitimar al opositor al señalarle supuestos defectos de carácter o hipotéticos conflictos de interés que invalidarían su crítica o su denuncia; y iii) desviar la atención pública al hacer que el debate no se centre en las responsabilidades del funcionario o político, sino en los supuestos problemas morales del periodista o ciudadano que denunció o criticó.

Estas estigmatizaciones por los poderosos tienen entonces profundos efectos antidemocráticos, ya que enturbian la discusión pública y silencian las críticas y a los opositores, con lo cual, además, obstaculizan el control ciudadano o de la prensa sobre los atropellos, errores o responsabilidades de los políticos y servidores públicos. Debemos resistirlas. Y por ello agradezco enormemente el rechazo que han tenido estas estigmatizaciones en mi contra por el expresidente Uribe. Me abruman y reconfortan estos apoyos, incluso de personas con quienes he tenido controversias y diferencias ideológicas importantes. Las entiendo no solo como una solidaridad personal, sino como una defensa más global de la libertad de expresión y del control ciudadano a las autoridades, que son derechos que están en el corazón de la democracia, y también como una apuesta por lograr mayor decencia en el debate público, que es algo que Colombia requiere urgentemente.

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