Ideología de género: ¿demagogia o estrategia para retroceder en garantía de derechos?
Maryluz Barragán Marzo 8, 2019
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El debilitamiento de los derechos se ha venido expresando a partir de golpes no son tan fáciles de percibir, pero con gran impacto en la vida de las mujeres y las personas LGBT.
El debilitamiento de los derechos se ha venido expresando a partir de golpes no son tan fáciles de percibir, pero con gran impacto en la vida de las mujeres y las personas LGBT.
La conmemoración del Día Internacional de las Mujeres este año nos sorprende con varios retos frente a la latente amenaza de retroceso en la garantía de derechos de las mujeres y otras poblaciones minoritarias. La falacia construida alrededor del término de “ideología de género” sirvió el año pasado como caballo de batalla para ganar varias elecciones presidenciales. En la actualidad, nos enfrentamos a la incertidumbre de saber qué, de todo lo dicho en campaña, se trataba de simple demagogia y qué constituían verdaderos compromisos políticos orientados a debilitar la garantía de derechos.
El concepto de “ideología de género”, como herramienta de política electoral, ha sido materia de análisis en la academia latinoamericana. Según Rogeiro Junqueira, corresponde a una invención del Vaticano que tuvo gran acogida entre sectores conservadores no pertenecientes a la Iglesia Católica, en el cual han podido confluir las más diversas expresiones de sexismo, machismo, clasismo, racismo y xenofobia. El investigador sostiene que se trata de una estrategia que reconfigura las agendas políticas de los grupos cristianos y sectores más conservadores para combatir los avances sociales en materia de derechos, particularmente, los sexuales y reproductivos. Lo anterior tiene sentido si se analizan los discursos políticos de varios presidentes de la región, en los que la narrativa discriminatoria no se agota en las expresiones machistas, sino que navega entre afirmaciones racistas y clasistas.
Tal es el caso del presidente de Brasil, cuyo discurso contra las personas afrodescendientes, trabajadoras, homosexuales y mujeres, ha sido ampliamente difundido. En este caso resulta preocupante el hecho de que el discurso discriminatorio no se agotó en la campaña. Es más, a los pocos días de iniciado el gobierno, la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, aseguró la llegada de una nueva era en la que “los niños visten de azul y las niñas de rosa”. En desarrollo de esa idea expresó que «[e]n Brasil tenemos el ‘octubre rosa’, que se refiere a la campaña de prevención del cáncer de mama de mujeres, y tenemos el ‘noviembre azul’, en relación al cáncer de próstata con el hombre; cuando dije que la niña viste color rosa y el niño azul significa que vamos a respetar la identidad biológica de los niños». Lo que constituye un discurso oficial y abiertamente transfóbico.
Hasta el momento, en Brasil, no se han adelantado reformas normativas que deroguen directamente las garantías de derechos de las mujeres. No obstante, hay una clara ausencia de una perspectiva de género en las políticas de gobierno, lo cual ha comenzado a impactar negativamente la vida de las brasileras. Por ejemplo, recientemente fue la aprobada la ley que permite el porte de armas a cualquier persona mayor de 25 años sin antecedentes penales. Lo que en la práctica supone una liberación del mercado de armas en el país. Para la modificación de esta política no se tuvo en cuenta que la mitad de los asesinatos de mujeres en Brasil, ocurren con armas de fuego y el 24% se dan dentro de la casa por personas cercanas a las víctimas mortales. Estas cifras han permitido anticipar un aumento de feminicidios como consecuencia de la nueva política de armas.
Siguiendo la lógica de restarle campo a la perspectiva de género en las políticas públicas, Colombia ha invisibilizado completamente a la población LGBT del plan de gobierno de los próximos cuatro años, así como disminuyó, de manera alarmante, el presupuesto orientado a financiar programas de equidad de género. Paradójicamente, aunque el gobierno está compuesto de un gabinete paritario y un ministro abiertamente gay, las políticas de gobierno no han reflejado un interés de protección de los derechos de las mujeres y las personas LGBT. Por el contrario, la falta de mención de las personas LGBT en el plan de gobierno podría implicar que durante los próximos cuatro años no serían beneficiarios directos de ninguna política. Y de otro lado, es claro que la desfinanciación de los programas dirigidos a mujeres afectará la efectividad en la ejecución de estos programas.
Ahora bien, este proyecto de debilitamiento de la garantía de derechos de las mujeres y otros grupos minoritarios, si bien tienen origen normalmente en el gobierno, esta estrategia también ha sido llevada a cabo por tribunales constitucionales. Tal es el caso de Bulgaria, donde el Tribunal Constitucional consideró que el Convenio del Consejo de Europa para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica (también llamado Convenio de Estambul) contraviene la Constitución búlgara. En el análisis de constitucionalidad de la ley que ratificaba la convención, se opusieron fuertemente los partidos nacionalistas y la Iglesia Ortodoxa. Siendo los principales mensajes de campaña los referentes a los peligros de la ideología de género, el matrimonio igualitario y el tercer sexo.
Lo descrito nos muestra que, la manera en que se manifiesta el retroceso en la garantía de derechos de las mujeres y otros grupos minoritarios, no pasa necesariamente por reformas normativas. Las reacciones no uniformes van desde el desmonte progresivo del enfoque de género de las políticas públicas, la invisibilización de las personas LGBT de las políticas de gobierno y el bloqueo de nuevos instrumentos normativos de prevención de la violencia contra las mujeres. El debilitamiento de los derechos se ha venido expresando a partir de golpes que no son tan fáciles de percibir, pero con gran impacto en la vida de las mujeres y las personas LGBT.
Este es solo una parte del contexto que enfrentamos este 2019, en el Día Internacional de las Mujeres. Una realidad que nos invita a estar muy atentas a los pequeños cambios y no desestimar su impacto. Que nos reta a innovar en las formas que reaccionamos en estos ataques. Y, sobre todo, nos exige un alto compromiso para resistir al cumplimiento de la promesa de arrebatarnos el sueño de una sociedad más justa y equitativa.