En busca de tesoros perdidos: pueblos indígenas y cultura material expatriada
Jesus Medina Marzo 20, 2018
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Establecer rutas para encontrar tesoros perdidos en los museos y colecciones privadas del mundo, es una obligación de los países del sur global. Por eso, es imprescindible que los pueblos originarios sean tenidos en cuenta al momento de determinar el uso y la destinación de su cultura material expatriada por siglos.
Establecer rutas para encontrar tesoros perdidos en los museos y colecciones privadas del mundo, es una obligación de los países del sur global. Por eso, es imprescindible que los pueblos originarios sean tenidos en cuenta al momento de determinar el uso y la destinación de su cultura material expatriada por siglos.
Se dice que los museos arqueológicos son mundos llenos de tesoros invaluables. Allí se han depositado distintos objetos que por su antigüedad o por su valor cultural son dignos de conservar. Sin embargo, al igual que un museo de arte, son lugares que responden a una cierta curaduría, a una particular forma de narrar. En las narrativas de los museos arqueológicos generalmente se omite la voz de los pueblos que ven en las piezas expuestas parte de su identidad y, peor aún, la violenta historia del tráfico de su cultura.
Ante esta situación, los países del sur global han decidido alzar su voz para que su cultura material en diáspora en distintos museos de Estados Unidos y Europa vuelva a casa. Para ello, se han valido de la fuerza de los derechos y de distintas vías de reclamación. Un reciente fallo de la Corte Constitucional de Colombia da cuenta de la cuestión.
Actualmente, en el Museo de las Américas, en Madrid, se encuentra 122 artefactos arqueológicos de la cultura Quimbaya. Estos fueron entregados en 1893 por el entonces presidente de Colombia, Carlos Holguín Mallarino, a la Reina Regente del Reino de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena. Después de resaltar la importancia de las piezas quimbayas para los pueblos indígenas del país, la Corte ordenó al Estado colombiano iniciar las gestiones necesarias con el fin de recuperar el patrimonio cultural expatriado hace más de cien años.
Pero las vías jurídicas no siempre han sido el camino para que el patrimonio de grupos étnicos regrese a donde pertenece. Por ejemplo, en 2014, investigadores del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos informaron sobre la repatriación a Perú de 40 piezas arqueológicas pertenecientes a la cultura Inca, que habían sido incautadas durante investigaciones sobre el contrabando de reliquias culturales. Asimismo, en 2010, y después de largas discusiones, la Universidad de Yale acordó devolver a Perú miles de artefactos extraídos de Machu Pichu y que estaban en su poder desde 1912. Por otra parte, en Nueva Zelanda, el gobierno de dicho país diseñó un programa destinado a negociar la repatriación de la cultura material de los pueblos Moriori y Maorí dispersa en distintos museos del mundo. E Inglaterra, país de museos arqueológicos, está considerando devolver a Nigeria una gran colección de piezas que pertenecían al antiguo Reino de Benín y que fueron saqueadas durante su ocupación colonial a finales del siglo XIX.
Pero, ¿en qué radica la importancia de la cultura material para los pueblos indígenas y la necesidad de retornar los bienes culturales a sus sitios de origen?
En arqueología, se denomina cultura material al conjunto de objetos o bienes que son representativos de la cultura de una sociedad. Estas piezas, después de un análisis científico sobre su ubicación, composición y antigüedad, tienen la capacidad de describir a un individuo o a una sociedad. Gracias a la capacidad descriptiva de la cultura material sabemos, por ejemplo, de los usos alimenticios de los primeros habitantes del Caribe, de los materiales a disposición de los aborígenes australianos para construir sus instrumentos de caza, o de las costumbres mercantiles entre los pueblos amerindios antes de la llegada de los españoles.
Ahora, los bienes que componen la cultura material no son solo importantes por su capacidad descriptiva. Para algunas comunidades, especialmente aquellas que se diferencian por su condición cultural, estos tienen un significado particular. En el caso de los pueblos indígenas, la cultura material da cuenta tanto de los recursos e instrumentos que les han permitido vivir durante años, como de los valores y símbolos que los atraviesan y que permiten la constante revitalización de sus formas de ver la vida. De modo que podríamos decir que, a la vez que son reflejo de su cultura, son parte constitutiva de esta.
A pesar de la profunda relevancia de los bienes culturales para los pueblos indígenas, ni estos ni sus derechos han sido siempre el centro de atracción a la hora de retornarlos o restituirlos. En principio, el deber de proteger el patrimonio cultural surgió ante la destrucción y riesgo de desaparición de monumentos históricos a causa de la guerra y del tráfico ilícito. Para contrarrestar esta situación, se elaboraron distintos tratados con el fin de proteger aquellos bienes de relevancia cultural para la humanidad. Por ejemplo, la Convención para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado (1954), la Convención de la UNESCO sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales (1970), y el Convenio de UNIDROIT sobre bienes culturales robados o exportados ilícitamente (1995).
Tiempo después, a raíz del Convenio 169 de la OIT (1989) y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas (2007), la protección de los bienes culturales viró hacia un nuevo centro de atracción: los pueblos indígenas y sus derechos.
Este segundo momento puso acento en el profundo significado de la cultura material para las comunidades étnicas y reforzó la necesidad de restituir los bienes culturales como parte de sus derechos. Bajo esta renovada perspectiva, son los pueblos indígenas quienes reclaman el retorno de sus tesoros y la autonomía para, con base en ellos, poder narrar su pasado y construir referentes de identidad. Incluso, bajo este enfoque, la repatriación de los bienes culturales se transforma en un mecanismo de reparación simbólica ante el saqueo y destrucción de su memoria histórica.
Establecer rutas para encontrar tesoros perdidos en los museos y colecciones privadas del mundo, es una obligación de los países del sur global. Por eso, es imprescindible que los pueblos originarios sean tenidos en cuenta al momento de determinar el uso y la destinación de su cultura material expatriada por siglos. Esto permitirá, por un lado, materializar un diálogo intercultural, y, por otro, la construcción de una narración crítica y multivocal sobre nuestro pasado.
Featured photo: Alex Rivera