Soberanía indígena y las guerras contra las drogas en las Américas
Meghan Morris mayo 7, 2018
|
A medida que la reforma de la política de drogas adquiere un nuevo significado y energía en todo el hemisferio, recordemos también el histórico esfuerzo indígena por retener la soberanía sobre el territorio y sustentar a las comunidades, ahora desafiadas por las drogas y las guerras en su contra.
A medida que la reforma de la política de drogas adquiere un nuevo significado y energía en todo el hemisferio, recordemos también el histórico esfuerzo indígena por retener la soberanía sobre el territorio y sustentar a las comunidades, ahora desafiadas por las drogas y las guerras en su contra.
Los Cherokee presentaron su demanda porque estaban perdiendo a sus hijos. Los bebés nacían adictos a los opiáceos, los niños pequeños eran criados por padres adictos y los adolescentes terminaban en la cárcel o en rehabilitación. La presión sobre el sistema de bienestar familiar era tan grande que el setenta por ciento de los niños Cherokee en el sistema, que venían del estado de Oklahoma en los Estados Unidos, fueron asignados a hogares no-indígenas. Los Cherokee demandaron a las farmacias y los distribuidores de medicamentos que facilitaron el suministro de opiáceos en la reserva, argumentando que al no detener la entrada de opiáceos formulados de manera ilegal en el territorio, permitieron que la epidemia se volviera una crisis. Una declaración del Fiscal General de la Nación Cherokee, Todd Hembree, señaló que «solo en el 2015 y 2016, los distribuidores enviaron y las farmacias dispensaron 184 millones de opiáceos para el dolor en los 14 condados del noreste de Oklahoma donde se encuentra la nación Cherokee, lo que equivale a 153 dosis por cada hombre, mujer y niño.” El caso fue seguido por las demandas presentadas por los pueblos indígenas de Arizona, Dakota del Sur y Carolina del Norte, acusando a las compañías farmacéuticas de extorsión, prácticas comerciales engañosas, fraude y negligencia.
La demanda de los Cherokee ha sido descrita como la primera de este tipo. Ciertamente, marcó una nueva era en la lucha indígena contra la epidemia de opiáceos actual. Sin embargo, la demanda también es parte de una larga historia en las Américas, donde las guerras contra las drogas y la soberanía indígena se entrelazan.
El tratado de los Cherokee con el gobierno de Estados Unidos en 1866 – que les otorgó soberanía sobre sus tierras, y según el Pueblo Cherokee, el derecho a demandar en este caso – no logró proteger su autoridad sobre las compañías que facilitaban el acceso a las drogas en su territorio. Los Cherokee presentaron su demanda ante el tribunal indígena, argumentando que las compañías habían traído sus productos al territorio Cherokee y por lo tanto, deberían estar sujetas al sistema judicial Cherokee. Pero los demandados acudieron al tribunal federal para detener la demanda, argumentando que el tribunal indígena no tenía jurisdicción sobre el caso. El juez en el caso federal falló a favor de las compañías, dictando que los reclamos no implicaban una amenaza a la soberanía indígena o una relación comercial suficiente para permitir la jurisdicción Cherokee sobre los no miembros. Rápidamente, el pueblo Cherokee volvió a presentar sus reclamos ante el tribunal estatal de Oklahoma, donde el caso aún no se ha resuelto.
Esto tiene un paralelo con la conexión entre la producción de drogas y la soberanía indígena en todo el hemisferio. En México, los narcotraficantes han utilizado durante mucho tiempo los territorios indígenas para el cultivo de marihuana y amapola y el tránsito de drogas, al tiempo que reclutan indígenas como mano de obra, a menudo bajo amenaza o sin remuneración. Los carteles han desplazado a comunidades indígenas en lugares desde Guerrero hasta las montañas Tarahumaras, apoderándose de tierras y reclutando menores de forma forzosa. Muchas familias indígenas no solo perdieron sus tierras y sus medios de sustento, sino también a sus hijos a raíz de la violencia que los carteles ejercieron al tomar control de los territorios indígenas. Algunas comunidades se resistieron, organizándose para proteger a la comunidad y la soberanía territorial contra invasiones de carteles que amenazaban con apoderarse de sus tierras y recursos.
Hubo algunas comunidades indígenas colombianas que tomaron las riendas del asunto, defendiendo su territorio y tratando de desalojar a traficantes de drogas armados a través de la ley indígena, utilizando las guardias indígenas para hacer cumplir el desalojo. Otros han argumentado que la protección de la soberanía indígena incluye tanto el control comunitario sobre el uso y el comercio de plantas sagradas – como la hoja de coca – y, como han argumentado los Cherokee, la posibilidad de permitir jurisdicción indígena sobre asuntos derivados del conflicto (incluido el tráfico ilegal de droga) en sus territorios.
A primera vista, las historias de México y Colombia pueden parecer completamente diferentes a la historia del pueblo Cherokee. Estas historias surgen de la producción de drogas ilegales, donde carteles, grupos armados ilegales y esfuerzos militares de contrainsurgencia, por no mencionar asesinatos y trabajos forzoso, son los protagonistas. La historia de los Cherokee, por otro lado, se trata de una industria llena de personas en traje y batas de laboratorio blancas, los empresarios y farmacéuticos que engrasan las ruedas de la producción legal de drogas vendidas en las farmacias locales.
Estas historias tienen muchas diferencias importantes que no deben ser ignoradas. Sin embargo, las actividades de las industrias farmacéuticas legales e ilegales y las luchas contra ellas también tienen algunas similitudes clave en términos de su impacto sobre grupos indígenas en las Américas. Ambas industrias han amenazado la soberanía indígena, erosionando la autoridad de las comunidades indígenas dentro de sus propios territorios y evadido la justicia indígena. Han enfermado a los miembros de los grupos indígenas y han puesto a prueba la capacidad de las comunidades para mantenerse en su territorio. Y han robado a las familias indígenas sus hijos. Al mismo tiempo, han provocado nuevas formas de resistencia e insistencia indígena – incluso frente a las amenazas físicas y legales para que se respete su soberanía sobre su pueblo y territorio.
Como los autores de este blog han demostrado en varias ocasiones, hay muchos frentes importantes que abordar en la política de drogas en las Américas, desde la reducción de daños para adictos y las alternativas a medidas punitivas para delitos relacionados con drogas, al acceso a medicamentos para cuidados paliativos y políticas efectivas para la sustitución de cultivos. A medida que la reforma de la política de drogas adquiere un nuevo significado y energía en todo el hemisferio, recordemos también el histórico esfuerzo indígena por retener la soberanía sobre el territorio y sustentar a las comunidades, ahora desafiadas por las drogas y las guerras en su contra. Tenemos mucho que aprender de su lucha.
Foto destacada: Harry Thaker on Unsplash