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Jorge Enrique Espitia

Estoy seguro de que Jorge Enrique Espitia hubiera apoyado esta cumbre regional, que en el fondo defiende, a nivel global, lo que él y otros han defendido a nivel nacional: una tributación más justa | Tomado de sur.org.co

Extrañaremos el rigor y la sobriedad de Jorge Enrique Espitia, este “investigador silencioso”, como atinadamente lo recuerda su colega y amigo Jorge Iván González.

Extrañaremos el rigor y la sobriedad de Jorge Enrique Espitia, este “investigador silencioso”, como atinadamente lo recuerda su colega y amigo Jorge Iván González.

La vida nos depara a veces ironías muy tristes. Esta semana el Gobierno Petro planteó la realización este año de una cumbre latinoamericana para avanzar en una tributación global más equitativa, transparente y sostenible. Pero esta noticia, que a muchos nos alegró, fue ensombrecida por otra muy triste: la muerte prematura de Jorge Enrique Espitia, uno de los académicos que más había luchado y contribuido al avance de la justicia tributaria en Colombia con sus rigurosas investigaciones, muchas veces en coautoría con su colega y amigo Luis Jorge Garay.

El anuncio de la conferencia latinoamericana es muy importante. La razón, como escribí en una columna reciente, es que la globalización generó una “competencia impositiva a la baja”: algunos Estados optan por tarifas impositivas muy reducidas para atraer capitales o para que los billonarios les lleven su riqueza. Esas políticas les han permitido a esos pocos Estados atraer capitales, pero el resultado global ha sido desastroso ya que ha minado la capacidad de los otros Estados de recolectar suficientes impuestos para cumplir sus funciones. Por ejemplo, según cálculos de la Cepal, la evasión y elusión tributarias equivalen al 6 % del PIB de América Latina y el Caribe. Y los beneficiados han sido esencialmente los más ricos y las grandes corporaciones. Investigadores de las universidades de Berkeley y de Copenhague estimaron que cerca del 40 % de los beneficios de las multinacionales va a paraísos fiscales y reduce el recaudo en más de 200.000 millones de dólares, el 10 % de la recaudación mundial del impuesto de sociedades.

La lucha contra la competencia tributaria a la baja, y su versión más extrema que son los paraísos fiscales, es entonces un elemento esencial de cualquier esfuerzo por lograr un mundo más justo, en que los más ricos paguen los impuestos que deben pagar y los Estados tengan así los dineros necesarios para satisfacer los derechos de su población y evitar las desigualdades corrosivas. Esto sólo puede lograrse a través de regulaciones internacionales y cooperación entre los Estados, como intercambio de información para combatir la evasión o el establecimiento de tarifas mínimas corporativas globales a las ganancias que las grandes multinacionales deban pagar en los lugares que desarrollan sus actividades. Algunos países del Sur Global están impulsando en la ONU un tratado fiscal en esa dirección, por lo cual sería clave que América Latina lograra tener una posición unificada en estas negociaciones. Ese es el gran propósito de esa cumbre regional convocada por Colombia.

Estoy seguro de que Jorge Enrique Espitia hubiera apoyado esta cumbre regional, que en el fondo defiende, a nivel global, lo que él y otros han defendido a nivel nacional: una tributación más justa, que respete el principio de progresividad, conforme al cual quienes más ingreso y patrimonio tengan paguen tarifas efectivas más altas. En sus escritos con Garay, Espitia mostró que ese principio no se cumplía en Colombia puesto que el 1 % de los más ricos pagaba tarifas efectivas semejantes a las de la clase media, debido a que se benefician de innumerables exenciones y deducciones tributarias. Y demostró que esa falta de progresividad del sistema impositivo era un factor esencial de la persistencia de la desigualdad en Colombia.

Esta inequidad tributaria fue parcialmente corregida por la reforma aprobada el semestre pasado, inspirada también por escritos como los de Jorge Enrique Espitia. Extrañaremos el rigor y la sobriedad de este “investigador silencioso”, como atinadamente lo recuerda su colega y amigo Jorge Iván González. El mejor homenaje a su memoria será seguir luchando por la justicia tributaria, tanto nacional como global.

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