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Juan Pedro Lares

Juan Pedro ahora está a salvo con su familia, con la ayuda de la Cancillería colombiana, pero las cicatrices de su trauma y los meses que su padre y su madre suplicaron incansablemente por su libertad ante cada cámara de televisión, estación de radio, periódico, parlamento, organismo internacional y tribunal en Venezuela, Colombia y en los Estados Unidos para contar y revivir, una y otra vez, su dolor y el horror cotidiano de sus vidas, nunca serán borrados. | Simon Maage, Unsplash

Juan Pedro Lares, que fue secuestrado en la casa de su familia en julio del año pasado por cien miembros de la inteligencia venezolana vestidos de civil, la Guardia Nacional, la policía y grupos de civiles armados fue finalmente liberado. Sin embargo, un sentimiento de injusticia aún persiste.

Juan Pedro Lares, que fue secuestrado en la casa de su familia en julio del año pasado por cien miembros de la inteligencia venezolana vestidos de civil, la Guardia Nacional, la policía y grupos de civiles armados fue finalmente liberado. Sin embargo, un sentimiento de injusticia aún persiste.

El viernes de la semana pasada, el primero de junio, fue el día más feliz de mi carrera profesional, y tal vez uno de los días más emocionantes en mi vida. Mientras trataba de darle las noticias a mi jefe por teléfono, el llanto hacía mis palabras tan incomprensibles que él alcanzó a pensar que algo terrible había pasado. Realmente, era todo lo contrario.

Juan Pedro Lares, un hombre joven colombo-venezolano de 24 años de edad, que fue secuestrado en la casa de su familia en julio del año pasado por cien miembros de la inteligencia venezolana vestidos de civil, la Guardia Nacional, la policía y grupos de civiles armados fue finalmente liberado. Esta captura fue hecha para amenazar al padre de Juan Pedro, Ómar, uno de los alcaldes que expresaron abiertamente su oposición a las políticas del presidente venezolano, Nicolás Maduro. Después de haber sido referido a Dejusticia por Provea, una ONG amiga en Venezuela, hemos estado acompañando a su familia desde el comienzo para obtener la libertad de Juan Pedro.

Omar Lares y Juan Pedro después de su liberación. Foto: Omar Lares

El 20 de mayo, Maduro acababa de tener una victoria electoral, la cual no ha sido reconocida por la mayoría de países en el mundo. Además, su gobierno estaba bajo una  presión internacional intensa tras la toma pacífica de la cárcel El Helicoide por los presos el 16 de mayo. La toma sacudió a un país ya en crisis, que también temía la posible masacre de los presos como respuesta por parte del gobierno. En este contexto, Maduro anunció que liberaría a aquellos que hubieran sido detenidos por “violencia política,” “en aras de la paz y el diálogo.”

Al final del viernes, algunos de los presos políticos más destacados como el ex alcalde Daniel Ceballos y el general retirado Ángel Vivas finalmente salieron de la cárcel, pero con restricciones para salir del país, para hablar en público y en las redes sociales, y algunos con la obligación de reportarse a las autoridades cada 30 días. El gobierno de Maduro hizo alarde de su benevolente acto de liberar a 80 presos, de los cuales solo 38 eran realmente presos políticos (el resto estaba en la cárcel por casos “ordinarios” como robo, secuestro y fraude), según la ONG Foro Penal.

A través de todo este proceso, Ramona, la madre de Juan Pedro, se sentó pacientemente frente a El Helicoide (la notoria prisión de Caracas que alberga a muchos de los cientos de presos políticos de Venezuela) durante 12 horas. “Mi corazón ya sale de mi pecho, Kriz”, me decía Ramona durante su espera que duró un día. Finalmente, por la noche, todavía atormentada por el nerviosismo, pudo llevar a su hijo a casa.

Juan Pedro Lares. Credito: Dejusticia

Mientras las familias y los defensores de estas personas recién liberadas, incluyendo el personal de Dejusticia, se abrazaban entre lágrimas de alegría y alivio, un sentido de injusticia mucho más profundo persistía en el ambiente. Mientras estos presos de alto perfil salían por la puerta principal, acompañados por la maquinaria de propaganda del gobierno, se le dijo a Ramona que fuera a la estación de policía en un automóvil particular, que preguntara por Juan Pedro y que saliera de manera callada por la puerta trasera – Nada del ruido, sin los flashes de las cámaras y mucho menos el reconocimiento público de que Juan Pedro había sido detenido. De hecho, durante todo este tiempo, el nombre de Juan Pedro nunca apareció en el registro de El Helicoide, porque simplemente no podía ser acusado de ningún crimen. Como dije en un artículo anterior, su único crimen fue ser el hijo de su padre. Su padre, su madre y su hermano menor lograron huir cuando los agentes del gobierno atacaron su casa. Juan Pedro fue capturado como una forma de tener a su familia en un constante estado de terror por un período indefinido de tiempo. Esta es una de las característica de las desapariciones forzadas.

El silencio del gobierno frente a la liberación de Juan Pedro muestra la gravedad de su error. Este fue un abuso vergonzoso de poder por parte de un gobierno cuyo sentido de invencibilidad roba a personas inocentes como Juan Pedro, quien ni siquiera visitaba a su padre en la oficina del alcalde, de su juventud y el abrazo de su madre. Durante el transcurso de su detención, se enfermó, luchó con la depresión y sobrevivió con una ración de dos litros de agua que un familiar le llevó a diario durante los largos períodos en los que El Helicoide no tenía agua. Junto con su familia y otras ONG en Venezuela, agotamos todas las vías legales que pudimos, golpeamos cada puerta que encontramos y acudimos a toda persona que tuviera un micrófono. Inevitablemente, en algunos momentos, la impotencia nos agobiaba, y nos preguntábamos, ¿qué más podíamos hacer?

Omar Lares y Ramona Rangel en una entrevista antes de que su hijo fuera liberado. Foto: Dejusticia.

Juan Pedro ahora está a salvo con su familia, con la ayuda de la Cancillería colombiana, pero las cicatrices de su trauma y los meses que su padre y su madre suplicaron incansablemente por su libertad ante cada cámara de televisión, estación de radio, periódico, parlamento, organismo internacional y tribunal en Venezuela, Colombia y en los Estados Unidos para contar y revivir, una y otra vez, su dolor y el horror cotidiano de sus vidas, nunca serán borrados.

¿Es esta la base de un camino de “paz y diálogo”? ¿De quién es la “violencia política” de la que realmente deberíamos hablar—de los que han sido detenidos o de su captor?

¿Cómo se puede celebrar la libertad, si la libertad que se devuelve nunca debió haber sido robada en primer lugar?

 

Vea un artículo anterior sobre el secuestro de Juan Pedro Lares aquí.

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